miércoles, 17 de octubre de 2012

Servir y dar vida


Domingo XXIX, Tiempo Ordinario (ciclo B)
Isaías 53,10-11  -  Hebreos 4,14-16  -  Marcos 10,35-45

¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?
Mientras sigue su camino a Jerusalén, Jesús reúne a los Doce
y les anuncia -por tercera vez- su pasión, muerte y resurrección.
Fue entonces cuando Santiago y Juan le piden: Maestro, concédenos
sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús no les promete nada, solo les pregunta: ¿Pueden beber el cáliz 
que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir?
Beber el cáliz y recibir el bautismo son expresiones que se refieren
a la muerte en la cruz, el camino elegido por Jesús para dar vida.
*En la cena de despedida, Jesús toma el cáliz lleno de vino y dice:
Éste es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos.
Y en Getsemaní ruega al Padre diciendo: Aparta de mí este cáliz
*Sobre el bautismo, Jesús dice: He de recibir un bautismo, y ¡qué 
angustia siento hasta que se haya cumplido! (Lc 12,50;  cf. Rom 6,3).
Por ahora, Santiago y Juan responden: ¡Podemos! Pero, más tarde
comprenderán que los caminos de Dios son diferentes (Is 55,8).
Según el Evangelio de Marcos: Junto con Jesús crucificaron
a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda (15,27).
Santiago y Juan, pensando en la gloria y en el poder de este mundo,
no advierten que estos mismos poderes terrenales son los que matan
y los que eligen quién está a la derecha y a la izquierda de la cruz.
Ellos beberán el cáliz y serán bautizados, cuando sean perseguidos
-como Jesús- por las autoridades políticas y religiosas. Y así sucedió.
Dichas autoridades prohíben a Pedro y a Juan hablar y enseñar
en nombre de Jesús (Hch 4,1-22). También llaman a los apóstoles,
los azotan y les prohíben hablar en nombre de Jesús (Hch 5,17-42).
Más tarde, Herodes Agripa I persigue a los miembros de la Iglesia,
y hace degollar a Santiago, el hermano de Juan... (Hch 12,1-2).
Santiago y Juan son felices pues dieron su vida por la causa de Jesús:
Felices los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5,10).

Entre ustedes no ha de ser así
Los otros diez, al oír esto, se enojan contra Santiago y Juan, porque
ellos también tienen sus intereses personales; y el seguimiento a Jesús
lo están convirtiendo en un camino para tener privilegios terrenales.
Jesús, como buen Maestro, aprovecha esta oportunidad para decirles:
*Ustedes saben que los gobernantes dominan y los grandes oprimen.
Haciendo un poco de historia, en aquella época el pueblo judío
estaba dominado, externamente, por el imperio romano;
e, internamente, por los terratenientes y los negociantes del templo.
En este contexto, los seguidores de Jesús deben ir contracorriente,
para acabar con ese cáncer político y religioso que oprime y tiraniza.
*A continuación Jesús añade: Entre ustedes no ha de ser así;  
el que quiera ser grande que se haga servidor de los demás.
Jesús busca introducir en este mundo una comunidad diferente,
donde queda suprimido todo tipo de dominio sobre los demás,
y donde la autoridad debe ser entendida y vivida como un servicio.
En la comunidad de Jesús la autoridad: -no es un premio por méritos
adquiridos, -ni el reconocimiento de una buena conducta,
-tampoco se otorga a quienes den garantías de guardar el orden.
La autoridad es un servicio y termina cuando se convierte en poder.
*Luego Jesús les habla con el testimonio de su propia vida:
El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida en rescate de todos.
Jamás debemos olvidar que Jesús, día tras día, fue entregando su vida
por una causa: hacer realidad entre nosotros el Reinado de Dios.
Desde entonces los seguidores de Jesús estamos llamados a dar vida.
-Dar vida es buscar primero el Reino de Dios y su justicia.
-Dar vida es hacer realidad una Iglesia pobre entre los pobres.
-Dar vida es acoger a los excluidos por la sociedad y la religión.
-Dar vida es defender los derechos de todos en especial de los pobres.
-Dar vida es rechazar el actual modelo neocolonialista y consumista.
-Dar vida es derramar nuestra sangre y morir por causa del Evangelio.
*En pocas palabras, el Vaticano II nos sigue desafiando al decir:
No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Solo desea una cosa:
continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, 
quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar
y no para juzgar, para servir y no para ser servido (GS, n.3).
J. Castillo A.

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