miércoles, 7 de octubre de 2020

Los frutos que Dios espera (27º Ordinario)

 27º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A

Is 5,1-7  -  Flp 4,6-9  -  Mt 21,33-43

LOS FRUTOS QUE DIOS ESPERA

   A las autoridades religiosas del templo de Jerusalén,

Jesús les narra la parábola de los labradores indignos y asesinos.  

   Se trata de unos trabajadores que para apropiarse de la viña,

asesinan no solo a los servidores del dueño, sino también a su hijo.

Por eso, el Reino de Dios se dará a un pueblo que produzca frutos.

Tienen las manos manchadas de sangre

   La parábola es una denuncia a las personas y malas autoridades,

de ayer y de hoy, que buscan sus intereses, en vez de servir al pueblo,

llegando incluso a mancharse las manos con sangre inocente.

   Mientras pocos ricos gastan millones de dólares en recreaciones,

cigarrillos, bebidas alcohólicas, drogas, gastos militares, etc.

hay millones de hombres y mujeres que viven en la miseria.

   Al respecto, Paulo VI dice: Cuando tantos pueblos tienen hambre,

cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos hombres

viven sumergidos en la ignorancia, cuando aún quedan por construir

tantas escuelas, hospitales, viviendas dignas de este nombre,

todo derroche público o privado, todo gasto de ostentación nacional

o personal, toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo

intolerable. Nos vemos obligados a denunciarlo. Quieran los

responsables oírnos antes de que sea demasiado tarde (PP, n.53).

   Muchos de los responsables tienen las manos manchadas de sangre,

como lo denunció (el 5 de jul. 1976) Mons. Enrique Angelelli, obispo

de La Rioja-Argentina: La cárcel está repleta de detenidos por el solo

delito de ser miembros fieles y conscientes de la Iglesia. Y algo más,

en La Rioja: Se tortura asquerosamente. Este valiente profeta,

es asesinado el 4 de agosto de 1976, a los 53 años.

   Jesús nos dice: Les voy a enviar profetas, sabios y maestros.

Pero ustedes asesinarán y crucificarán a algunos de ellos,

y a otros los azotarán… o los perseguirán de pueblo en pueblo.

Sobre ustedes recaerá esa sangre inocente derramada… (Mt 23,34).

El Reino de Dios se dará a un pueblo que produzca frutos

   Aquellas autoridades religiosas se preocupan por el culto del templo,

y por el “cumplo-y-miento” de tradiciones y costumbres humanas… y

dejan de practicar la justicia… y los mandamientos de Dios (Mt 15,1-9).

Actuando así, buscan apropiarse de la viña del Señor y de sus frutos. 

   Ahora bien, cuando Jesús pregunta a estos dirigentes religiosos:

¿Qué hará el propietario con aquellos labradores asesinos?,

responden: Los matará y arrendará la viña a otros trabajadores.

Entonces Jesús les dice: A ustedes se les quitará el Reino de Dios,

para ser entregado a un pueblo que produzca frutos.

   Felizmente hay familias y comunidades que producen frutos…

siguen el ejemplo de Jesús servidor que lava los pies (Jn 13,12-15)…

y practican el mandamiento nuevo: Amarnos unos a otros (Jn 13,34).

   Al respecto, en “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco dice:

El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres,

tanto que hasta Él mismo “se hizo pobre” (2Cor 8,9).

Todo el camino de nuestra salvación está signado por los pobres.

Esta salvación vino a nosotros a través del “sí”

de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido

en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre,

entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres;

fue presentado en el Templo junto con dos pichones,

la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (…);

creció en un hogar de sencillos trabajadores

y trabajó con sus manos para ganarse el pan (…).

   Luego, el Papa subraya que los pobres están en el corazón de Dios:

A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza,

les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón.

“Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece”.

Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me diste de comer”,

y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo.

   Más adelante, el Papa declara: Por eso quiero una Iglesia pobre

para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos (…).

Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos.

La nueva evangelización es una invitación a reconocer

la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino

de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos,

a prestarles nuestra voz en sus causas (EG, n.197s).        J. Castillo A

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