miércoles, 8 de mayo de 2019

Escuchar y seguir a Jesús

4º Domingo de Pascua, ciclo C
He 13,14.43-52  -  Ap 7,9.14-17  -  Jn 10,27-30

   Durante la fiesta de la Dedicación del templo, Jesús está en Jerusalén,
caminando por el pórtico de Salomón. Allí, las autoridades judías
se acercan y le preguntan: Si eres el Mesías, dígalo de una vez.
   Utilizando la imagen del pastor, Jesús responde que sus discípulos
escuchan su voz y le siguen… y Él les conoce y les da vida eterna.

Escuchar la voz de Jesús… y seguirle
   Necesitamos recuperar el silencio para que -libremente-
seamos capaces de: escuchar la voz de Jesús... y seguir su ejemplo
   *Escuchar y practicar las enseñanzas de Jesús.
Andrés y Juan, al escuchar que Jesús es el Cordero de Dios,
le siguen… ven dónde vive… y se quedan con Él (Jn 1,35ss).
Al finalizar su ministerio público en Jerusalén, Jesús exclama:
Quien escucha mis palabras y no las practica, yo no le condeno,
pues no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo (Jn 12,47).
   *Seguir el ejemplo de Jesús.
Antiguamente, los discípulos escogían a sus maestros.
Jesús, en cambio, toma la iniciativa de llamar a sus seguidores,
para enviarlos: a anunciar el Reino y a dar mucho fruto (Jn 15,16).
Seguir a Jesús es buscar primero el Reino de Dios y su justicia,
porque, una religión de misa dominical pero de semanas injustas,
no agrada al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías
en el corazón, no es cristiana. Una Iglesia que se instalara
solo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad,
pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera
Iglesia de nuestro divino Redentor (Mons. O. Romero: 4 dic.1977).
Seguir a Jesús dando la vida por los que sufren y viven excluidos,
pues, si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo,
pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde,
el que entrega su vida, la conserva para la vida eterna (Jn 12,24s).
Seguir a Jesús que lava los pies a sus discípulos (Jn 13,12ss).

Yo les conozco… y les doy la vida eterna
   Desde su nacimiento en un establo, hasta su asesinato en Jerusalén,
Jesús conoce a los niños… a los jóvenes… a las personas adultas…
pues recorrió las etapas de la vida de toda persona humana (SD 111).
   *Jesús, el Buen Pastor, nos conoce.
Defiende a los pequeños y frágiles: Dejen que los niños vengan a mí,
pues el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos (Mc 10,14).
Un joven -ciego de nacimiento- al recuperar la capacidad de ver,
tiene problemas… Sin embargo, al final exclama: Creo, Señor (Jn 9).
Al malhechor que le dice: Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino,
Jesús le responde: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,42s)
   *Jesús, el Buen Pastor, nos da vida en abundancia.
En Nazaret, Jesús crece en edad, en sabiduría y en gracia (Lc 2,39),
y conoce por experiencia la carpintería, la agricultura, la ganadería…
Recorre pueblos y ciudades, enseñando con palabras sencillas,
por ejemplo, la íntima relación que hay entre el pastor y sus ovejas.
   Mientras ciertas personas y autoridades “creyentes” (ayer y hoy),
roban, matan, destruyen,  abandonan al pueblo; Jesús, el Buen Pastor,
viene a darnos vida y vida en abundancia (Jn 10,10).
Jesús da de comer a los hambrientos compartiendo el pan, porque:
nadie es tan pobre que no pueda dar, ni tan rico que no pueda recibir.
También sana a los enfermos: Los ciegos ven… los cojos andan…
los leprosos quedan sanos…los sordos oyen…los muertos resucitan…
se anuncia la Buena Noticia a los pobres (Lc 7,22).
Acoge y perdona a los pecadores: Convertir es mejor que apedrear,
perdonar y salvar es mucho mejor que condenar (Mons. O. Romero).
   La vida eterna que Jesús nos da, empieza en este mundo, pues,
el Reino de Dios -que es vida- está en medio de nosotros (Lc 17,21).
Tener vida plena es: Pasar de condiciones de vida menos humanas,
a condiciones de vida más humanas… hasta llegar a creer en Dios,
que nos llama a todos a participar, como hijos,
en la vida de Dios, Padre de todos los hombres (PP, 1967, n.20s).
Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que
quien cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna (Jn 3,16).
Quien beba del agua que yo le daré, jamás tendrá sed, pues el agua
que yo le daré se hará en él manantial para la vida eterna (Jn 4,14).
Padre, la vida eterna consiste en que te conozcan a ti,
el Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo (Jn 17,3).
J. Castillo A.

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