miércoles, 15 de mayo de 2019

El mandamiento del amor

5º Domingo de Pascua, ciclo C
He 14,20-27  -  Ap 21,1-5  -  Jn 13,31-35

   Durante la cena Pascual (Jn 13), Jesús lava los pies a sus discípulos,
y les dice: Ejemplo les he dado para que ustedes hagan lo mismo.
   Judas Iscariote que ha participado en aquella cena Pascual,
abandona a Jesús y al grupo, pues Satanás ha entrado en su corazón.
Más adelante, Jesús dice a Pedro: Esta noche me negarás tres veces.
   Entre ambas traiciones, Jesús nos da el mandamiento del amor.

Ámense los unos a los otros como yo les amo a ustedes
   Tenemos medios de comunicación, controlados por el gran capital,
que no informan la verdad, ni forman para servir y ser solidarios.
Arrastramos un sistema educativo que -salvo excepciones-
no capacita para pensar (reflexionar), ni para hacer (ser creativos).
Seguimos destruyendo la vida del ser humano y de la madre tierra.
Hay autoridades arrodilladas ante el capitalismo salvaje, por eso:
roban (ama sua)… no trabajan (ama quella)… mienten (ama llulla)…
   Si queremos remar contra esta corriente -entre otras alternativas-
demos prioridad a la familia (pastoral familiar, iglesia doméstica).
Que en el hogar se enseñe y se practique los valores del Reino:
amor y vida, gracia y santidad, verdad y libertad, justicia y paz; pues
la gloria de Dios consiste en que el ser humano tenga vida (S. Irineo).
   Así lo hizo Jesús. En su humilde y sencillo hogar de Nazaret,
crece en edad, sabiduría y gracia… Realiza trabajos manuales…
Se solidariza con las personas pobres explotadas por los ricos…
Al proclamar su proyecto de vida, anuncia que ha sido enviado
para llevar la Buena Noticia a los pobres y liberar a los oprimidos
Hace el bien y sana a los enfermos, generalmente, en las casas…
Por darnos vida plena, los escribas y fariseos le dicen: endemoniado,
samaritano, comilón, borracho, amigo de publicanos y pecadores
   Desde esta experiencia, el Profeta de Nazaret tiene autoridad moral
para seguir diciendo a sus seguidores (de ayer y de hoy): Hijitos míos,
les doy un mandamiento nuevo, ámense como yo les amo a ustedes.

Este amor será la señal de que ustedes son mis discípulos
   ¿Qué debemos hacer, cuando hay personas y comunidades cristianas
que no se compadecen de los pobres…prefieren controlar y dominar?
Esas personas y comunidades han olvidado el mandamiento de Jesús:
Todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si se aman
Debemos también: amar al enemigo, hacer el bien al que nos odia,
bendecir al que nos maldice, rezar por el que nos insulta…(Lc 6,27s).
   Sobre la novedad de este mandamiento, San Agustín escribe:
El Señor Jesús afirma que da a sus discípulos
un  mandamiento nuevo, esto es, que se amen mutuamente….
¿Pero no existía ya este mandamiento en la antigua ley del Señor 
que dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18)?
¿Por qué el Señor llama nuevo a un mandamiento tan antiguo?
¿Será que es nuevo porque nos despoja del hombre viejo
para revestirnos del nuevo? Sin duda.
Hace nuevo a quien lo escucha o, mejor, a quien lo practica.
Pero el amor que regenera no es el meramente humano,
sino el amor que el Señor caracteriza y cualifica con las palabras:
como yo les amo (Jn 13,34). (cf. Sobre el evangelio de Juan 65,1s).
   Por eso, jamás debemos olvidar que Dios nos ama como una madre:
¿Puede una madre olvidarse o dejar de amar al hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49,15).
   Jesús -que nos ama hasta dar su vida por nosotros- nos dice:
Cuando una madre va a dar a luz, se aflige porque le llega su hora.
Pero, después que nace la criatura se olvida del dolor,
por la alegría que siente de haber traído un ser humano al mundo.
Así también, ustedes se afligen ahora, pero yo volveré a verlos,
y se llenarán de alegría, y nadie les quitará su alegría (Jn 16,21s).
   Sobre la amistad con Jesús, el Papa Francisco dice:
Con el mismo amor que Jesús derrama en nosotros podemos amarlo,
llevando su amor a los demás, con la esperanza de que también ellos
encontrarán su puesto en la comunidad de amistad fundada por Jesús.
Y si bien Él ya está plenamente feliz resucitado, es posible
ser generosos con Él, ayudándole a construir su Reino en este mundo,
siendo sus instrumentos para llevar su mensaje y su luz
y, sobre todo, su amor a los demás. (cf. Cristo vive, 2019, n.153).
   Ciertamente, sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,
porque amamos a los hermanos y hermanas (1Jn 3,14).
J. Castillo A.

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