miércoles, 3 de abril de 2019

Yo tampoco te condeno

5º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Is 43,16-21  -  Flp 3,8-14  -  Jn 8,1-11

   Ciertamente es inmoral usar a una persona para condenar a otra.
*Herodías (mujer de Herodes) odia a Juan Bautista y usa a su hija,
para que el profeta Juan muera decapitado en la cárcel (Mc 6,14ss).
*Con esta misma maldad actúan los fariseos y maestros de la ley,
quienes usan a una mujer adúltera para tenderle una trampa a Jesús.
*Mientras los hipócritas se van avergonzados, Jesús salva a la mujer.

La ley de Moisés manda apedrear a las adúlteras
   En nuestra sociedad del siglo XXI mayoritariamente católica,
hay mujeres usadas y abusadas sexualmente desde niñas,
pues muchas de ellas no tienen educación, trabajo, salario digno, etc.
   Sin embargo, cuando aquellas mujeres consideradas “pecadoras”,
juntamente con las madres solteras y las esposas abandonadas,
luchan por su dignidad y sus derechos humanos más elementales,
tienen que enfrentarse a personas y autoridades machistas y racistas.
Al respecto, el Nuncio en el Perú Mons. Nicola Girasoli dice:
Cada lágrima de una mujer provocada por la violencia machista
es una espina en el corazón de Jesús (Homilía, 2 marzo 2019).
   Después de haber orado toda la noche en el monte de los Olivos,
al amanecer, Jesús va al templo y al ver tanta gente se pone a enseñar.
En ese momento, -sin hablar del varón- los escribas y fariseos
traen a una mujer sorprendida en adulterio. La colocan en medio,
y dicen: Maestro, la ley de Moisés nos manda apedrear a esta mujer.
Luego, para comprometerlo y acusarlo le preguntan: Tú, ¿qué dices?
   Con esta breve pregunta ponen a Jesús entre la pared y la espada:
*Si Jesús acepta apedrear a aquella mujer desprotegida,
¿podrá decir: Misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9,13;  12,7)?
*Si Jesús dice no la apedreen, se hace cómplice del pecado de adulterio,
además, al no observar la ley es motivo suficiente para ser condenado.
*Pero aquellos hipócritas se retiran… porque el Profeta de Nazaret
no desautoriza la ley sino que la supera con un gesto de misericordia.

El que esté sin pecado,  que le tire la primera piedra
   Con esta frase, Jesús desenmascara “la hipocresía” de los escribas
y fariseos… y también de muchos de nosotros “creyentes”, porque:
*Nos fijamos en la paja que hay en el ojo de otra persona,
sin mirar el tronco que hay en el nuestro (Mt 7,1-5).
*Descuidamos la justicia, la misericordia, la fe…
*Colamos un mosquito, pero nos tragamos un camello (Mt 23,23s).
*Imponemos cargas insoportables a los demás, y nosotros
ni siquiera movemos un dedo para ayudar a llevarlas (Lc 11,46).
   Para no encerrarnos en normas que nos hacen jueces implacables
(EG, 49), reflexionemos en lo que dice el joven Daniel
a uno de los ancianos que ha calumniado a Susana esposa de Joaquín:
Viejo en años y en crímenes, ahora van a recaer sobre ti
los pecados que cometiste en otro tiempo, al dar sentencias injustas:
condenando a los inocentes y absolviendo a los culpables.
Actuabas en contra del mandato del Señor que dice:
No matarás al inocente ni al justo (Dan 13,52s).

Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar
   Cuando los expertos religiosos se alejan empezando por los viejos,
Jesús se levanta y pregunta a la mujer: ¿Nadie te ha condenado?
Ella contesta: Nadie, Señor. Fue entonces cuando Jesús le dice,
(y nos dice): Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.
   Aquella mujer cambia de vida al descubrir el perdón incondicional,
que Jesús -compasivo y misericordioso como el Padre- le ofrece.
Jesús vino al mundo no para condenar sino para salvar (Jn 3,17).
   Jamás debemos olvidar que las enseñanzas y obras de Jesús
son para liberar, y de ninguna manera para oprimir, marginar, excluir.
Por eso, en una ocasión (Mc 2,23-28), Jesús como buen Maestro dice:
El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.
   En la homilía sobre Juan 8,1-11, Mons. Oscar Romero dice:
*Jesús ama y ha venido precisamente a salvar a los pecadores
y aquí tiene un caso. Convertirla es mucho mejor que apedrearla.
Perdonarla y salvarla es mucho mejor que condenarla (…).
*En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo
cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos,
les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios:
¡Cese la represión...! (Domingo, 23 de marzo de 1980).
J. Castillo A.

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