miércoles, 10 de abril de 2019

Jesús va a la ciudad de Jerusalén

Domingo de Ramos, ciclo C
Is 50,4-7  -  Flp 2,6-11  -  Lc 19,28-40  -  Lc 22,14 - 23,56

  Jesús -después de anunciar el Reino de Dios y su justicia en Galilea-
decide ir a Jerusalén donde morirá crucificado:
-por el rechazo de las autoridades políticas, económicas y religiosas…
-por el olvido del pueblo… -por la cobardía de sus propios discípulos.
   Al acercase y ver la ciudad de Jerusalén, Jesús llora por ella y dice:
Ojalá comprendas hoy el camino que te conduce a la paz (Lc 19,42).

Servidor humilde, montado en un burrito prestado
   Durante la fiesta Pascual, el pueblo elegido de Dios recordaba
su liberación de la esclavitud que sufrió en Egipto (Ex 12,1ss).
   Siglos después, Egipto es reemplazado por el Imperio de Roma.
Es por eso que Pilato (cuyas manos están manchadas de sangre),
va a la ciudad de Jerusalén montado en un caballo de guerra.
   También Jesús ingresa a Jerusalén, pero de una manera humilde.
Según el cuarto evangelio, Jesús encuentra un burrito y monta en él;
luego, anuncia el verdadero sentido de su entrada a dicha ciudad:
Si el grano de trigo al caer en la tierra no muere, queda solo,
pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde,
pero el que la desprecia en este mundo, la conserva para la vida eterna.
Si alguno de ustedes quiere servirme, que me siga,
y donde yo esté, allí también estará mi servidor (Jn 12,12ss).
   No hagamos de la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén,
una procesión triunfalista con ceremonias y adornos superfluos,
que nada tienen que ver con la vida pobre del Profeta de Nazaret.
   Jamás debemos olvidar que los seguidores de Jesús (de ayer y hoy),
son enviados para: -anunciar el Reino de Dios,
-sanar enfermos (Lc 9,2), -alimentar a los hambrientos (Lc 9,13).
   ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos como el pobre Bartimeo:
dejar el manto, es decir, dejar al hombre ciego… ser capaces de ver
seguir a Jesús que va a Jerusalén donde será crucificado? (Mc 10,46ss).

Bendito el que viene en nombre del Señor
   Mientras Jesús ingresa a Jerusalén, sus seguidores alaban a Dios
diciendo: Bendito el rey que viene en nombre del Señor.
Paz en el cielo y gloria al Altísimo (Lc 19,38).
Esta aclamación nos recuerda el canto de los ángeles,
cuando Jesús nace en Belén: Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a las personas que ama el Señor (Lc 2,14).
   Para vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros,
hacen falta creyentes y personas de buena voluntad,
que den sus vidas como Jesús (Jn 10,11). Él  nos sigue diciendo:
Vayan, que yo les envío como ovejas en medio de lobos
Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta casa
Sanen a los enfermos, y anuncien a la gente:
El Reino de Dios ha llegado a ustedes (Lc 10,1-9).
Benditos los que alimentan, visten, acogen, sanan, liberan (Mt 25).

Si ellos callan, gritarán las piedras
   Cuando Jesús dice: Yo les envío como ovejas en medio de lobos,
tengamos presente que entre estos lobos están los que asesinan,
a los líderes amazónicos y a los dirigentes campesinos de la Sierra,
por defender el grito de la tierra… y el grito de los pobres
Un caso entre muchos es la muerte del P. Paul McAuley (1947-2019),
natural de Inglaterra y que los últimos 19 años trabajó en Loreto.
Ante estos problemas, ¿podemos permanecer ciegos, sordos y muchos?
¿Qué hacen los que están arrodillados ante la industrialización salvaje?
   Sigamos reflexionando en los siguientes textos que tienen actualidad:
Ay del que se hace rico con lo que no le pertenece!
¡Ay de ti, que has llenado tu casa con el producto de tus robos!...
porque las piedras de los muros gritan en tu contra.
¡Ay de ti que edificas ciudades sobre el crimen y la injusticia!
¡Ay de ti que humillas a tu prójimo emborrachándolo! (Hab 2,6ss).
*Los guardianes del pueblo son ciegos, no se dan cuenta de nada.
Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar.
Se pasan la vida echados, les encanta dormir y soñar (Is 56,10).
Ay de los pastores (autoridades) que se apacientan a sí mismos!
Se alimentan con la leche de las ovejas, y se visten con su lana.
No ayudan a las débiles, ni sanan a las enfermas.
No recogen a las extraviadas, ni buscan a las perdidas (Ez 34,1ss).
J. Castillo A.

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