2º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,42-47 - 1Pe
1,3-9 -
Jn 20,19-31
Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida,
nos anima para:
-ser
mensajeros
de su paz, en medio de una sociedad violenta;
-dejar
el miedo, pues Él está en medio de nosotros (Mt 18,20);
-perdonar,
toda vez que hemos recibido el Espíritu de la Verdad;
-dar
testimonio de que Él es Señor y Dios, sin haberle visto.
La
paz esté con ustedes
La tarde de aquel primer día de la semana (domingo, día del Señor),
los
discípulos de Jesús están con las puertas cerradas por miedo.
¿Será
porque uno le traicionó, otro le negó, y todos le abandonaron?
Lamentablemente,
hoy, en países con tantos millones de católicos,
hay
sectores de la Iglesia que viven con las
puertas cerradas,
instaladas
en la comodidad, el estancamiento, la
tibieza;
indiferentes
ante el sufrimiento de los pobres
(DA, n.362).
¿Qué
nos impide ser una Iglesia accidentada,
herida, manchada…
por salir, para acoger a
los hermanos de Jesús que tienen hambre?
¿Por
qué nos encerramos en estructuras que nos dan seguridad,
y en normas que nos vuelven jueces
implacables?
(EG, n.49).
Aquella
tarde, Jesús se presenta en medio de
sus discípulos
y
lo primero que les anuncia es la paz. Desde entonces sus
seguidores
deben
salir para poner: verdad y libertad, donde hay corrupción…
amor y vida, donde hay
odio… paz y justicia, donde hay
violencia…
Luego,
Jesús les muestra las heridas de sus manos y costado,
son
las señales de haber sido asesinado por anunciar el Reino de Dios,
y
por dar vida a las personas excluidas por la sociedad y la religión.
Después,
sopla sobre ellos diciendo: Reciban el Espíritu Santo.
Revestidos
con la fuerza del Espíritu, sus seguidores deben perdonar,
como
hizo Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Solo
así, iremos construyendo comunidades
proféticas que:
oyen
y practican las enseñanzas de Jesús, celebran la fracción del pan,
comparten
sus bienes según las necesidades de cada uno…(1ª lectura).
¡Felices
los que crean sin haber visto!
Ocho días después, los discípulos están
reunidos y Tomás con ellos.
Jesús
se presenta en medio de ellos y les dice: La paz esté con ustedes.
Sobre
la paz, Jesús les había dicho: Les dejo la paz, les doy mi paz.
Mi paz no es como la del mundo… No
tengan miedo
(Jn 14,27).
Cuando
Jesús invita a Tomás a tocar sus manos y
su costado,
nuevamente
nos encontramos ante un proceso de reconciliación.
Las heridas de Jesús no han desaparecido.
En este sentido,
nada
diferencia a Jesús de los supervivientes que deben sobrellevar,
durante
el resto de su vida, el peso de las heridas que han padecido.
Pero
cuando Jesús enseña sus heridas a Tomás, es porque esas heridas
ya
no son fuente de dolor y de recuerdos desgarradores;
son
ahora heridas que sanan, y señalan un futuro de vida y esperanza.
También
las heridas de personas torturadas son parte de su historia,
pero
al asumirlas de una manera diferente son heridas que sanan.
Por
eso, para cualquier proceso de reconciliación, los mejores agentes
son
las personas que han experimentado un camino de reconciliación.
Aquel domingo, Jesús toma la iniciativa y
le dice a Tomás:
Mira mis manos y toca
mis heridas, trae tu mano y palpa mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino persona creyente.
Tomás,
una vez reconciliado, exclama: ¡Señor mío y Dios mío!
Al
inicio del texto de Juan (1,1) y ahora, se dice que Jesús es Dios.
Recordemos
que para los judíos, la prueba de que Jesús debía morir
era
que Él, no solo quebrantaba el sábado,
sino que además decía
que Dios era su Padre, haciéndose igual
a Dios
(Jn 5,18; 10,33).
Finalmente,
Jesús le dice a Tomás: Tú crees porque has visto.
y,
mirando al futuro, anuncia: ¡Felices los que crean sin haber visto!
Meditemos
en las
siete bienaventuranzas del libro del Apocalipsis,
que
vienen a ser una Buena Noticia de fe, esperanza y amor:
*Felices los que leen y escuchan este mensaje
profético… (Apoc 1,3).
*Felices, desde ahora, los que mueran fieles
al Señor… (14,13).
*Felices los que están vigilantes con el
vestido puesto… (16,15).
*Felices los invitados al banquete de bodas
del Cordero… (19,9).
*Felices los que participan en la primera
resurrección… (20,6).
*Felices los que practican estas palabras
proféticas… (22,7).
*Felices los que lavan sus ropas,
participarán del árbol de la vida…
Ellos lavaron sus ropas en la sangre del
Cordero
(22,14 y 7,14).
J. Castillo A.
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