miércoles, 19 de abril de 2017

Creer entre luces y sombras

2º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,42-47  -  1Pe 1,3-9  -  Jn 20,19-31

   Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida, nos anima para:
-ser mensajeros de su paz, en medio de una sociedad violenta;
-dejar el miedo, pues Él está en medio de nosotros (Mt 18,20);
-perdonar, toda vez que hemos recibido el Espíritu de la Verdad;
-dar testimonio de que Él es Señor y Dios, sin haberle visto. 
 
La paz esté con ustedes
  La tarde de aquel primer día de la semana (domingo, día del Señor),
los discípulos de Jesús están con las puertas cerradas por miedo.
¿Será porque uno le traicionó, otro le negó, y todos le abandonaron?
   Lamentablemente, hoy, en países con tantos millones de católicos,
hay sectores de la Iglesia que viven con las puertas cerradas,
instaladas en la comodidad, el estancamiento, la tibieza;
indiferentes ante el sufrimiento de los pobres (DA, n.362).
¿Qué nos impide ser una Iglesia accidentada, herida, manchada
por salir, para acoger a los hermanos de Jesús que tienen hambre?
¿Por qué nos encerramos en estructuras que nos dan seguridad,
y en normas que nos vuelven jueces implacables? (EG, n.49).
   Aquella tarde, Jesús se presenta en medio de sus discípulos
y lo primero que les anuncia es la paz. Desde entonces sus seguidores
deben salir para poner: verdad y libertad, donde hay corrupción…
amor y vida, donde hay odio… paz y justicia, donde hay violencia…
   Luego, Jesús les muestra las heridas de sus manos y costado,
son las señales de haber sido asesinado por anunciar el Reino de Dios,
y por dar vida a las personas excluidas por la sociedad y la religión.
   Después, sopla sobre ellos diciendo: Reciban el Espíritu Santo.
Revestidos con la fuerza del Espíritu, sus seguidores deben perdonar,
como hizo Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
   Solo así, iremos construyendo comunidades proféticas que:
oyen y practican las enseñanzas de Jesús, celebran la fracción del pan,
comparten sus bienes según las necesidades de cada uno…(1ª lectura).

¡Felices los que crean sin haber visto!
   Ocho días después, los discípulos están reunidos y Tomás con ellos.
Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: La paz esté con ustedes.
Sobre la paz, Jesús les había dicho: Les dejo la paz, les doy mi paz.
Mi paz no es como la del mundo… No tengan miedo (Jn 14,27).
   Cuando Jesús invita a Tomás a tocar sus manos y su costado,
nuevamente nos encontramos ante un proceso de reconciliación.
Las heridas de Jesús no han desaparecido. En este sentido,
nada diferencia a Jesús de los supervivientes que deben sobrellevar,
durante el resto de su vida, el peso de las heridas que han padecido.
Pero cuando Jesús enseña sus heridas a Tomás, es porque esas heridas
ya no son fuente de dolor y de recuerdos desgarradores;
son ahora heridas que sanan, y señalan un futuro de vida y esperanza.
También las heridas de personas torturadas son parte de su historia,
pero al asumirlas de una manera diferente son heridas que sanan.
Por eso, para cualquier proceso de reconciliación, los mejores agentes
son las personas que han experimentado un camino de reconciliación.
   Aquel domingo, Jesús toma la iniciativa y le dice a Tomás:
Mira mis manos y toca mis heridas, trae tu mano y palpa mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino persona creyente.
Tomás, una vez reconciliado, exclama: ¡Señor mío y Dios mío!
   Al inicio del texto de Juan (1,1) y ahora, se dice que Jesús es Dios.
Recordemos que para los judíos, la prueba de que Jesús debía  morir
era que Él, no solo quebrantaba el sábado, sino que además decía
que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios (Jn 5,18;  10,33).
   Finalmente, Jesús le dice a Tomás: Tú crees porque has visto.
y, mirando al futuro, anuncia: ¡Felices los que crean sin haber visto!
   Meditemos en las siete bienaventuranzas del libro del Apocalipsis,
que vienen a ser una Buena Noticia de fe, esperanza y amor:
*Felices los que leen y escuchan este mensaje profético… (Apoc 1,3).
*Felices, desde ahora, los que mueran fieles al Señor… (14,13).
*Felices los que están vigilantes con el vestido puesto… (16,15).
*Felices los invitados al banquete de bodas del Cordero… (19,9).
*Felices los que participan en la primera resurrección… (20,6).
*Felices los que practican estas palabras proféticas… (22,7).
*Felices los que lavan sus ropas, participarán del árbol de la vida…
 Ellos lavaron sus ropas en la sangre del Cordero (22,14 y 7,14).
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog