miércoles, 5 de abril de 2017

Jesús entra en Jerusalén

Domingo de Ramos, ciclo A
Is 50,4-7  -  Fil 2,6-11  -  Mt 21,1-11  -  Mateo 26 y 27

   Si seguimos los pasos de Jesús, haremos realidad entre nosotros:
Una Iglesia pobre entre los pobres, los enfermos, los pecadores.
Una Iglesia ligera de equipaje, despojada de tantas cosas superfluas.
Una Iglesia perseguida y calumniada por causa de Jesús. 

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
   Los judíos, año tras año, celebran la fiesta de la Pascua (Ex 12),
recordando la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Siglos después, Egipto es reemplazado por Roma y, desde entonces,
celebran la Pascua pero como extranjeros en su propia tierra.
   Jesús ha cumplido su misión en Galilea y, ahora, va a Jerusalén
para la fiesta de la Pascua. Mientras camina enseña y sana enfermos…
Por ejemplo, en Jericó, dos ciegos sentados en el camino le suplican:
Señor, que se nos abran los ojos. Jesús se compadece, toca sus ojos 
y, al instante, ambos recobran la vista y siguen a Jesús (Mt 20,29ss).
Entre sus seguidores están: los apóstoles, las mujeres, y también  
los ciegos que ven…los mudos que hablan… los sordos que oyen
   Jesús ingresa a Jerusalén, no como los poderosos que oprimen…
sino humildemente en un asno prestado, el animal de los pobres;
por eso la gente aclama: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
   Seguirán días de: silencio y alegría, odio y amor, traición y perdón,
violencia y esperanza, desprecio y victoria, muerte y resurrección.
   En el siglo IV, los cristianos comienzan a tener una vida mediocre,
y la Iglesia oficial se va haciendo cada vez más rica y poderosa.
En este contexto, S. Hilario de Poitiers (315-367) escribe lo siguiente:
Oh Dios, ojalá me hubieses concedido vivir en los tiempos de Nerón,
me habría considerado feliz luchar contra tus enemigos declarados.
Pero ahora tenemos que combatir contra un perseguidor engañoso…
No nos mete en la cárcel, pero nos honra y esclaviza en su palacio.
No desgarra nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro.

¿Quién es éste? Es Jesús, el Profeta de Nazaret
   Cuando los fariseos preguntan al joven que nació ciego:
¿Qué dices del que te abrió los ojos?... responde: Es un Profeta.
Y más adelante añade: Dios escucha a los que hacen su voluntad…
Si este Jesús no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada (Jn 9).
   Al entrar Jesús en Jerusalén, los vecinos preguntan: ¿Quién es éste?
La gente sencilla que le sigue contesta: Es el Profeta de Nazaret.
*Jesús es el Profeta que “renuncia” a toda clase de poder:
   Nace pobre entre los pobres, en un establo de animales.
Desde niño es perseguido por las autoridades que buscan matarlo.
Conoce el hambre, la sed, el cansancio y el no tener casa propia.
Se solidariza con los marginados y despreciados por los fariseos.
Y nos dice: Quien pierde su vida por mi causa la conserva (Mt 16,25).
*Jesús es el Profeta que “denuncia” las hipocresías de ayer y hoy:
   Cuando ayudes al necesitado, no lo publiques a los cuatro vientos,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles
para que la gente les alaben. Les aseguro que ya recibieron su paga.
   Cuando oren, no sean como los hipócritas, que les gusta orar de pie
en las sinagogas y en las plazas para que la gente los vea.
Les aseguro que ya recibieron su recompensa.
   Cuando ayunen no pongan cara triste como los hipócritas,
que desfiguran su rostro para que la gente vea que están ayunando.
Les aseguro que ya recibieron su premio (Mt 6,1ss; cf. Mt 23).
*Jesús es el Profeta que tiene autoridad moral para “anunciar”:
   Felices ustedes los pobres… los que lloran… los desposeídos…
los que tienen hambre y sed de justica… los misericordiosos…
los limpios de corazón… los que trabajan por la paz…
los perseguidos por causa de la justicia…
porque de ustedes es el Reino de los cielos (Mt 5,1ss).
   Cuánta falta nos hace “anunciar” como Jesús que el Reino de Dios
es: amor y vida,  santidad y gracia, verdad y libertad, justicia y paz
   Este mismo Jesús, al final de los tiempos, “anunciará” (Mt 25):
Vengan ustedes, los bendecidos por mi Padre, y reciban el Reino:
porque tuve hambre y sed… andaba desnudo y sin casa…
estaba enfermo y encarcelado… y ustedes me ayudaron…
Lo que hicieron a uno de estos mis hermanos, lo hicieron a mí.
J. Castillo A.

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