Domingo de Ramos, ciclo A
Is 50,4-7 - Fil
2,6-11 -
Mt 21,1-11 - Mateo 26 y 27
Si seguimos los pasos de Jesús, haremos
realidad entre nosotros:
Una
Iglesia pobre entre los pobres, los
enfermos, los pecadores.
Una
Iglesia ligera de equipaje, despojada de tantas cosas superfluas.
Una
Iglesia perseguida y calumniada por causa de Jesús.
¡Bendito
el que viene en nombre del Señor!
Los judíos, año tras año, celebran la
fiesta de la Pascua (Ex 12),
recordando
la liberación de su pueblo de la
esclavitud de Egipto.
Siglos
después, Egipto es reemplazado por Roma y, desde entonces,
celebran
la Pascua pero como extranjeros en su
propia tierra.
Jesús
ha cumplido su misión en Galilea y, ahora, va a Jerusalén
para
la fiesta de la Pascua. Mientras camina enseña y sana enfermos…
Por
ejemplo, en Jericó, dos ciegos sentados en el camino le suplican:
Señor,
que se nos abran los ojos. Jesús se compadece, toca sus ojos
y,
al instante, ambos recobran la vista y siguen a Jesús (Mt 20,29ss).
Entre
sus seguidores están: los apóstoles, las mujeres, y también
los
ciegos que ven…los mudos que hablan… los sordos que oyen…
Jesús
ingresa a Jerusalén, no como los poderosos que oprimen…
sino
humildemente en un asno prestado, el
animal de los pobres;
por
eso la gente aclama: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Seguirán
días de: silencio y alegría, odio y amor, traición y perdón,
violencia
y esperanza, desprecio y victoria, muerte y resurrección.
En
el siglo IV, los cristianos comienzan a tener una vida mediocre,
y
la Iglesia oficial se va haciendo cada vez más
rica y poderosa.
En
este contexto, S. Hilario de Poitiers (315-367) escribe lo siguiente:
Oh Dios, ojalá me hubieses concedido
vivir en los tiempos de Nerón,
me habría considerado feliz luchar
contra tus enemigos declarados.
Pero ahora tenemos que combatir contra un perseguidor engañoso…
No nos mete en la cárcel, pero nos honra y esclaviza en su palacio.
No desgarra nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro.
¿Quién
es éste? Es Jesús, el Profeta de Nazaret
Cuando los fariseos preguntan al joven
que nació ciego:
¿Qué dices del que te abrió los ojos?... responde: Es un
Profeta.
Y
más adelante añade: Dios escucha a los
que hacen su voluntad…
Si este Jesús no viniera de parte de
Dios, no podría hacer nada (Jn 9).
Al
entrar Jesús en Jerusalén, los vecinos preguntan: ¿Quién es éste?
La
gente sencilla que le sigue contesta: Es el Profeta de Nazaret.
*Jesús es el
Profeta que “renuncia” a toda clase de poder:
Nace
pobre entre los pobres, en un establo de animales.
Desde
niño es perseguido por las
autoridades que buscan matarlo.
Conoce el hambre, la sed, el cansancio
y el no tener casa propia.
Se solidariza con los
marginados y despreciados por los fariseos.
Y
nos dice: Quien pierde su vida por mi causa la conserva (Mt 16,25).
*Jesús es el
Profeta que “denuncia” las hipocresías de ayer y hoy:
Cuando
ayudes al necesitado, no lo
publiques a los cuatro vientos,
como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las calles
para que la gente les alaben. Les
aseguro que ya recibieron su paga.
Cuando oren, no sean como los
hipócritas, que les gusta orar de pie
en las sinagogas y en las plazas para
que la gente los vea.
Les aseguro que ya recibieron su
recompensa.
Cuando ayunen no pongan cara
triste como los hipócritas,
que desfiguran su rostro para que la
gente vea que están ayunando.
Les aseguro que ya recibieron su premio (Mt 6,1ss; cf.
Mt 23).
*Jesús es el
Profeta que tiene autoridad moral para “anunciar”:
Felices ustedes los pobres… los que lloran… los desposeídos…
los que tienen hambre y sed de justica…
los misericordiosos…
los limpios de corazón… los que trabajan
por la paz…
los perseguidos por causa de la justicia…
porque de ustedes es el Reino de los
cielos
(Mt 5,1ss).
Cuánta
falta nos hace “anunciar” como Jesús
que el Reino de Dios
es:
amor y vida, santidad y gracia, verdad y libertad,
justicia y paz
Este
mismo Jesús, al final de los tiempos, “anunciará”
(Mt 25):
Vengan ustedes, los bendecidos por mi Padre, y reciban el Reino:
porque tuve hambre y sed… andaba desnudo
y sin casa…
estaba enfermo y encarcelado… y ustedes
me ayudaron…
Lo que hicieron a uno de estos mis hermanos, lo
hicieron a mí.
J. Castillo A.
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