5º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Ez 37,12-14 - Rom
8,8-11 -
Jn 11,1-45
Recordemos que el Evangelio de Juan fue
escrito a fines del siglo I,
con
un estilo propio y lleno de
vitalidad, para creer en Jesús.
En
el texto de hoy se habla de la
enfermedad… y de la muerte…
pero
siempre en relación a la Vida plena
que Jesús nos ofrece, pues:
No hay amor más grande que dar la vida
por los amigos
(Jn 15,13).
Jesús
dialoga con sus discípulos
Jesús se ha retirado a la parte oriental
del río Jordán (Jn 10,40),
por
las continuas amenazas de las autoridades religiosas de Jerusalén.
Entre
tanto, en Betania (que significa casa del pobre),
un
amigo de Jesús que se llama Lázaro
(=Dios ayuda) está enfermo;
y
sus hermanas le mandan avisar: Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús
aprovecha esta oportunidad para decir a sus discípulos:
Esta enfermedad no ha de terminar en la
muerte,
ha de servir para mostrar la gloria de Dios y la gloria de su Hijo.
Sabiendo
que la gloria de Dios consiste en que el
ser humano viva,
es
lamentable ver que actualmente hay “entidades” y “expertos”,
que
comercializan con la enfermedad y
también con los difuntos.
Jesús
no tiene nada que ver con esos negocios…
todo lo contrario,
denuncia
a quienes devoran los bienes de los
pobres (Mc 12,40).
Por
eso, cuando Jesús dice a sus discípulos: Lázaro
ha muerto,
de
inmediato añade: Me alegro por ustedes para que crean.
Luego,
decide ir a Betania, arriesgando su propia vida.
Como
sus discípulos tienen miedo, Tomás anima a sus compañeros,
diciéndoles:
Vamos
también nosotros a morir con Él.
Antes
de su asesinato, 24 marzo 1980, Mons. Oscar Romero dijo:
He sido frecuentemente amenazado de
muerte. Debo decirle que,
como cristiano, no creo en la muerte sin
resurrección.
Si
me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño…
Si llegan a cumplirse las amenazas,
desde ya ofrezco a Dios
mi sangre por la redención y
resurrección de El Salvador…
Jesús
y sus discípulos llegan a Betania
Cuando Jesús
llega a Betania, Lázaro lleva cuatro
días sepultado;
y
muchos judíos consuelan a Marta y María… no pueden hacer más.
La
llegada del Profeta de Nazaret es diferente. Él viene a dar Vida.
*Al saber que Jesús llega, Marta (=señora) sale a recibirlo y le dice:
Señor, si hubieras estado aquí, no
habría muerto mi hermano.
Sin
embargo, hablando con un corazón lleno de esperanza, añade:
Pero cualquier cosa que pidas a Dios, yo
sé que Dios te la dará.
Luego
dice: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
*María (=amada de Dios), al saber que Jesús le llama: se levanta…
va
de prisa…
ve
a Jesús… se postra a sus pies…
llora…
*Jesús (=Dios salva), al ver llorar…
se conmueve… y llora…
Sobre
el llanto, el Papa Francisco dice: Somos
una sociedad
que ha olvidado la experiencia de llorar, de “sufrir con”.
La globalización de la indiferencia nos
quitó la capacidad de llorar...
Pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia,
de llorar
por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros,
también en aquellos -que en el
anonimato- toman decisiones
socioeconómicas que hacen posibles
dramas como éste
(8/07/2013).
A
continuación, Jesús va al sepulcro y desde allí nos sigue diciendo:
*Quiten
la piedra… Quiten los muros
de la injusticia y corrupción…
quiten
el abismo que hay entre el rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19ss).
*Ora: Te doy gracias, Padre, porque siempre me escuchas…
Lo digo ahora para que la gente
crea que Tú me enviaste.
*¡Lázaro,
sal afuera!... Salir de
nuestro egoísmo… salir del negocio
que hacemos con las personas enfermas o con
los fieles difuntos…
salir
de la industrialización salvaje que mata la tierra y a los pobres.
*Cuando Lázaro sale con las manos y los pies atados, Jesús dice:
Desátenlo y déjenlo caminar: Desatar las ataduras de
la indiferencia
para dar comida… bebida… a los hermanos de
Jesús (Mt 25,31ss).
Para todo esto debemos volver
a nacer del agua y del Espíritu (Jn 3,3ss).
Las
autoridades religiosas deciden matar a Jesús
Mientras Jesús da Vida, las autoridades religiosas deciden matarlo
y
ordenan denunciar su paradero para arrestarlo
(Jn 11,46-57).
Hay
instituciones y personas que matan a los
profetas (Lc 13,34),
por
eso Jesús, al ver la ciudad de Jerusalén, llora
por ella y dice:
Ojalá
comprendas hoy los caminos de la paz (Lc 19,41ss).
J. Castillo A.
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