miércoles, 1 de marzo de 2017

Tentaciones de cada día

1º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Gen 2,7-9; 3,1-7  -  Rom 5,12-19  -  Mt 4,1-11

   Jesús, como todo ser humano, tiene tentaciones que provienen
de personas o de cosas, para apartarle de hacer la voluntad de Dios.
   Mateo nos presenta un resumen de las tentaciones que tuvo Jesús
para ser egoísta… para figurar… para tener poder…

Tentaciones en el desierto
   Después de ayunar cuarenta días, Jesús tiene hambre.
Fue entonces cuando el tentador le dice: Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en panes.
   Ante el grave problema del hambre, Jesús Hijo de Dios,
renuncia” a usar el poder que tiene en beneficio propio, pues sabe
que el hombre se alimenta no solo de pan, sino de la Palabra de Dios
que nos dice: compartirás tu pan con el hambriento (Is 58,6s).
   Más adelante, Jesús “denuncia” a los culpables del hambre:
*¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
  ¡Ay de ustedes los que viven satisfechos, porque tendrán hambre!
  ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque van a llorar! (Lc 6,24ss).
*También denuncia a los ricos necios que tienen corazón de piedra,
pues amontonan riquezas para comer, beber y disfrutar (Lc 12,19ss).
*Y a los ricos egoístas que ofrecen espléndidos banquetes,
pero no hacen nada por los pobres Lázaros enfermos, abandonados,
que no pueden comer ni siquiera las sobras de comida (Lc 16,19ss).
   Tengamos presente que durante su bautismo y transfiguración,
Dios Padre dice: Este es mi Hijo amado, escúchenle (Mt 3,17;  17,5).
¡Cuánta falta nos hace, hoy, escuchar a Jesús y seguir su ejemplo!
   Después del asesinato del Bautista, Jesús se va a un lugar desierto.
Pero, luego, al ver que una multitud le sigue, siente compasión.
Como sus discípulos insisten en despedir a la gente, Jesús “anuncia”:
No hace falta que se vayan, denles ustedes de comer (Mt 14,13ss).
   Ahora bien, cuando alimentamos a las personas que tienen hambre,
lo estamos haciendo a los hermanos del mismo Jesús (Mt 25).

Tentaciones en el templo
   Luego, el tentador propone a Jesús ingresar a la ciudad de Jerusalén
descendiendo triunfalmente desde la parte más alta del templo;
de esta manera la gente sabrá si es o no el Hijo de Dios.
Pero Jesús que vino a este mundo no a buscar figuración ni prestigio,
rechaza esa tentación diciendo: No tientes al Señor, tu Dios (Dt 6,16).
   Sin embargo, una tentación parecida le harán sus propios familiares:
Cuando uno quiere ser conocido, no hace las cosas en secreto.
Pues, ya que haces tales obras, date a conocer a todo el mundo.
Jesús responde: No ha llegado mi hora… A mí el mundo me odia,
porque le echo en cara sus malas acciones (Jn 7,1ss).
   A los creyentes que usamos el templo para figurar, Jesús nos dice:
No el que me diga: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo.
Aquel día muchos me dirán: Señor, en tu Nombre hemos predicado
hemos expulsado demonios… y hemos realizado muchos milagros…
Pero yo les diré: No les conozco, aléjense de mí, malhechores (Mt 7).
   No encerremos a Dios en el templo, pues para el Profeta de Nazaret,
los que adoran a Dios deben hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4,21ss).

Tentaciones en la montaña
   Desde una montaña muy alta, el tentador le muestra a Jesús
todos los países del mundo, con sus riquezas y glorias… y le dice:
Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Jesús le responde:
Vete, porque está escrito: adora al Señor, tu Dios, y sírvele solo a Él.
   Tentación semejante tendrá Jesús crucificado, en el monte calvario:
Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz (Mt 27,39ss).
   Jesús no destruye la tierra ni oprime al pobre como hacen los ricos.
Siguiendo la voluntad del Padre compasivo y misericordioso, 
busca introducir en este mundo el Reinado de Dios y su justicia.
Sus enseñanzas no las impone con poder, las ofrece con amor.
Ser Hijo de Dios no es un privilegio, es un servicio desinteresado.
   Por eso, hacer -hoy- una Iglesia pobre entre los pobres, significa:
-despojarnos de los poderes mundanos y de los prestigios ambiguos,
-rechazar la riqueza material para no servir ni adorar al “dios-dinero”,
-llevar una vida sencilla, sabiendo que somos pasajeros en esta tierra,
-comprometernos en la liberación integral de los hombres y mujeres,
-vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
J. Castillo A.

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