1º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Gen 2,7-9; 3,1-7 - Rom
5,12-19 - Mt 4,1-11
Jesús, como todo ser humano, tiene tentaciones que provienen
de
personas o de cosas, para apartarle de hacer la voluntad de Dios.
Mateo
nos presenta un resumen de las tentaciones que tuvo Jesús
para
ser egoísta… para figurar… para tener poder…
Tentaciones
en el desierto
Después de ayunar cuarenta días, Jesús
tiene hambre.
Fue
entonces cuando el tentador le dice: Si
eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en
panes.
Ante
el grave problema del hambre, Jesús Hijo de Dios,
“renuncia” a usar el poder que tiene en
beneficio propio, pues sabe
que
el hombre se alimenta no solo de pan, sino de la Palabra de Dios
que
nos dice: compartirás tu pan con el hambriento (Is 58,6s).
Más
adelante, Jesús “denuncia” a los
culpables del hambre:
*¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen
su consuelo!
¡Ay de ustedes los que viven satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque van a llorar! (Lc 6,24ss).
*También
denuncia a los ricos necios que
tienen corazón de piedra,
pues
amontonan riquezas para comer, beber y
disfrutar (Lc 12,19ss).
*Y
a los ricos egoístas que ofrecen
espléndidos banquetes,
pero
no hacen nada por los pobres Lázaros
enfermos, abandonados,
que no pueden comer ni siquiera las
sobras de comida
(Lc 16,19ss).
Tengamos
presente que durante su bautismo y transfiguración,
Dios
Padre dice: Este es mi Hijo amado, escúchenle (Mt 3,17; 17,5).
¡Cuánta
falta nos hace, hoy, escuchar a Jesús y
seguir su ejemplo!
Después
del asesinato del Bautista, Jesús se va a un lugar desierto.
Pero,
luego, al ver que una multitud le sigue, siente compasión.
Como
sus discípulos insisten en despedir a la gente, Jesús “anuncia”:
No
hace falta que se vayan, denles ustedes de comer (Mt 14,13ss).
Ahora
bien, cuando alimentamos a las personas que tienen hambre,
lo
estamos haciendo a los hermanos del mismo Jesús (Mt 25).
Tentaciones
en el templo
Luego, el tentador propone a Jesús
ingresar a la ciudad de Jerusalén
descendiendo triunfalmente desde la
parte más alta del templo;
de
esta manera la gente sabrá si es o no el Hijo de Dios.
Pero
Jesús que vino a este mundo no a buscar figuración ni prestigio,
rechaza
esa tentación diciendo: No tientes al Señor, tu Dios (Dt
6,16).
Sin
embargo, una tentación parecida le harán sus propios familiares:
Cuando uno quiere ser conocido, no hace
las cosas en secreto.
Pues, ya que haces tales obras, date a conocer a todo el mundo.
Jesús responde: No ha llegado mi hora… A
mí el mundo me odia,
porque le echo en cara sus malas
acciones
(Jn 7,1ss).
A
los creyentes que usamos el templo para figurar, Jesús nos dice:
No el que me diga: ¡Señor, Señor!
entrará en el Reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo.
Aquel día muchos me dirán: Señor, en tu
Nombre hemos predicado…
hemos expulsado demonios… y hemos realizado
muchos milagros…
Pero yo les diré: No les conozco, aléjense de mí, malhechores (Mt 7).
No
encerremos a Dios en el templo, pues para el Profeta de Nazaret,
los que adoran a Dios deben hacerlo en
espíritu y verdad
(Jn 4,21ss).
Tentaciones
en la montaña
Desde una montaña muy alta, el tentador
le muestra a Jesús
todos
los países del mundo, con sus riquezas y glorias… y le dice:
Todo
esto te daré, si te postras y me adoras. Jesús le responde:
Vete, porque está escrito: adora al
Señor, tu Dios, y sírvele solo a Él.
Tentación
semejante tendrá Jesús crucificado, en el monte calvario:
Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de
la cruz
(Mt 27,39ss).
Jesús
no destruye la tierra ni oprime al pobre como hacen los ricos.
Siguiendo
la voluntad del Padre compasivo y misericordioso,
busca
introducir en este mundo el Reinado de Dios y su justicia.
Sus
enseñanzas no las impone con poder,
las ofrece con amor.
Ser
Hijo de Dios no es un privilegio,
es un servicio desinteresado.
Por
eso, hacer -hoy- una Iglesia pobre entre
los pobres, significa:
-despojarnos de los poderes mundanos y
de los prestigios ambiguos,
-rechazar la riqueza material para no
servir ni adorar al
“dios-dinero”,
-llevar una vida sencilla, sabiendo que
somos pasajeros en esta tierra,
-comprometernos en la liberación
integral de los hombres y mujeres,
-vivir como hijos de Dios y como
hermanos entre nosotros.
J. Castillo A.
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