miércoles, 8 de marzo de 2017

Jesús es el Hijo amado de Dios

2º Domingo de Cuaresma, ciclo A
Gen 12,1-4  -  2Tim 1,8-10  -  Mt 17,1-9

*¿Puede un creyente vivir cómodamente instalado, sin solidarizarse
con las personas que tienen rostros desfigurados por las injusticias?
*¿Escuchamos las enseñanzas de Jesús y las ponemos en práctica?
*¿Qué nos impide levantarnos para salvar la vida de un ser humano,
y para luchar por una sociedad más justa, humana y fraterna?

Señor, ¡qué bien estamos aquí!
   Jesús llama a Pedro, a Santiago y a Juan, los lleva a una montaña,
allí se transfigura; y aparecen Moisés y Elías conversando con Él.
Fue entonces cuando Pedro dice: Señor, ¡qué bien estamos aquí!
En realidad, Pedro tiene miedo y no sabe lo que dice (Mc 9,6).
   También hoy, muchos preferimos vivir instalados en nuestra orilla.
En cambio, si pasamos a la otra orilla veremos a muchas personas
que llevan en sus hombros el peso intolerable de la miseria (SRS 13).
*Allí están los hermanos preferidos de Jesús que tienen hambre y sed,
son forasteros porque fueron despojados de la tierra en que nacieron,
y viven desnudos, enfermos, perseguidos, encarcelados (Mt 25).
*En el Perú, el sueldo mínimo vital es de unos $ 260 dólares,
mientras el sueldo mensual de un congresista supera los $ 9,000,
y algunos empresarios acumulan $ 125,000 dólares mensuales.
La raíz de este escandaloso abismo es el ansia de dinero (1Tim 6,10),
y para disimular se multiplican programas sociales paliativos.
*Se sigue reduciendo las exigencias del cuidado de la madre tierra,
para favorecer la industrialización salvaje y descontrolada (DA 473).
*Hay medios de comunicación que están al servicio del gran capital,
y hacen propaganda para consumir, adormecer y esclavizar a la gente.
   Ante estas y otras injusticias, producto de una estructura económica,
podemos decir como Pedro: Señor, ¡qué bien estamos aquí!
Ojalá los responsables “creyentes” puedan escuchar la voz de Dios:
Caín, ¿qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano Abel,
que has derramado en la tierra, pide justicia (Gen 4,9ss).

Este es mi Hijo amado. Escúchenle
   Mientras Pedro está hablando, una nube luminosa los cubre
y desde el interior de la nube se oye la voz del Padre que dice:
Éste es mi Hijo muy amado, mi predilecto. Escúchenle.
   Ahora bien, ¿bastará oír la Palabra de Dios, en la Misa dominical
y, después, durante la semana olvidarnos… o hacer lo contrario…?
Al respecto, escuchemos al mismo Jesús que nos sigue diciendo:
Quien escucha mis palabras y las pone en práctica
es como el hombre sabio que edifica su casa sobre la roca…
En cambio, quien escucha mis palabras y no las pone en práctica,
es como el hombre necio que edifica su casa sobre arena (Mt 7,24ss).
Meditemos también en la parábola del sembrador (Mt 13,18ss).
   Escuchando y practicando las enseñanzas del Maestro Jesús,
formaremos parte -como Él mismo lo dice- de su nueva familia:
Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios
y la ponen en práctica (Lc 8,21). Y algo más, llama felices, dichosos,
a quienes escuchan la Palabra de Dios y la practican (Lc 11,28).

¡Levántense, no tengan miedo!
   Al oír la voz del Padre, los discípulos caen al suelo llenos de miedo.
Jesús se acerca, les toca y les dice: ¡Levántense, no tengan miedo!
   No nos instalemos en las alturas, debemos caminar con Jesús,
porque el amor más grande es dar la vida por los amigos (Jn 15,13)
*Es necesario levantarnos para salvar una vida, como lo hace José:
se levanta, toma al niño y a su madre y huye a Egipto (Mt 2,13ss).
*Así también hace la suegra de Pedro, después de recuperar la salud,
se levanta y comienza a servir a Jesús (Mt 8,14ss).
*Lo mismo sucede con Mateo, se levanta y sigue a Jesús (Mt 9,9).
*En Getsemaní, Jesús toma a Pedro, a Santiago y Juan, y les dice:
Siento una tristeza de muerte, quédense aquí y oren conmigo…
Después se acerca a ellos y les dice: Levántense, vámonos,
ya se acerca el que me va a traicionar (Mt 26,36ss).
   Sobre el miedo, escuchemos a San Juan Crisóstomo (350-407),
su testimonio tiene actualidad: Díganme, ¿qué podemos temer?
¿La muerte? -Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir.
¿El destierro? -Del Señor es la tierra y cuanto la llena.
¿La confiscación de los bienes? -Sin nada venimos al mundo
y sin nada nos iremos (Homilía antes de partir al exilio).
J. Castillo A.

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