miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Qué debemos hacer?


III Domingo de Adviento (ciclo C)
Sof 3,14-18  -  Flp 4,4-7  -  Lc 3,10-18

Compartir tu pan con el hambriento
Ciertas fiestas patronales distan mucho de ser ‘nueva evangelización
de la que se viene hablando en América Latina desde 1968 (Medellín).
Muchos devotos en vez de solidarizarse con las personas necesitadas,
se asemejan al rico que se vestía con ropa fina, que comía regiamente
y no hacía nada por el pobre Lázaro enfermo y con hambre (Lc 16).
En este tiempo de Adviento escuchemos la voz del profeta Isaías:
Esto dice el Señor: Sus solemnidades y fiestas las detesto.
Cuando extienden las manos, cierro los ojos. Aunque multipliquen
sus oraciones, no las escucho. Sus manos están manchadas de sangre.
Lávense, purifíquense. Aparten de mi vista sus malas acciones. 
Dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien: -busquen lo que
es  justo, -ayuden al oprimido, -hagan justicia al huérfano, 
-defiendan los derechos de la viuda (Is 1,10-18).
En el Evangelio de hoy, la multitud que escucha al profeta Juan
reacciona positivamente y le pregunta: ¿Qué debemos hacer?
Juan el Bautista, siguiendo lo dicho por el profeta Isaías (58,7),
responde: El que tenga dos abrigos, dé una al que no tiene,
y el que tenga para comer haga lo mismo.
El hambre no se soluciona con promesas ni con discursos teóricos.
Hacen falta acciones muy concretas de caridad y solidaridad
y, además, ir a la raíz de las estructuras sociales injustas.
Esto mismo será la exigencia fundamental de Jesús de Nazaret:
-Cuando sus apóstoles se acercan para decirle: Maestro, despide
a la gente para que vayan a buscar comida y alojamiento;
Jesús les responde: Denles ustedes mismos de comer (Lc 9,12-17).
-Cuando Jesús separará la paja del trigo, dirá a los buenos: Vengan, 
benditos de mi Padre, reciban el Reino preparado para ustedes… 
Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer (Mt 25,31-46).

No cobren más de lo debido
También algunos cobradores de impuestos que van a bautizarse,
preguntan al profeta Juan: ¿Qué debemos hacer?
Estos cobradores son despreciados como ‘publicanos y pecadores’,
colaboran con Roma y cobran sumas superiores a las establecidas.
Son ricos, pero también ladrones y delincuentes de ‘cuello blanco’.
A todos ellos, Juan les dice: No exijan más de lo que está ordenado.
Jesús que vino a bautizar con el Espíritu Santo y con fuego,
utiliza un lenguaje muy duro contra los ricos:
¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque llorarán de tristeza! 
¡Ay de ustedes cuando todo el mundo los alaben! (Lc 6,24-25).
Cuando Jesús le dice al joven rico: Anda, vende todo lo que tienes
y dáselo a los pobres, éste se puso triste, era muy rico (Lc 18,18ss).
En cambio, Zaqueo jefe de los recaudadores de impuestos y muy rico,
acoge a Jesús en su casa, cambia radicalmente su vida, y le dice:
Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y a quien 
le he robado algo, le devolveré cuatro veces más (Lc 19,1-10).

No maltraten ni hagan denuncias falsas
Unos soldados le preguntan: Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
Juan les contesta: No maltraten a nadie, no hagan denuncias falsas 
y conténtense con su sueldo. Las palabras de Juan tienen actualidad,
pues: No se debe torturar para obtener información. Tampoco abusar
del poder que se tiene para pisotear los derechos de los débiles,
o ‘coimear’ para buscar ganancias extras. No se debe hacer denuncias
falsas, ni condenar a las personas inocentes que no pueden defenderse.
El mismo Jesús que fue perseguido, se lamenta al decir:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que 
Dios te envía; cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina
reúne a los pollitos bajo sus alas, pero tú no quisiste! (Lc 13,34-35).
Después que Jesús fue arrestado, las autoridades religiosas buscan
algún testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte. Muchos
daban testimonios falsos, pero se contradecían (Mc 14,55ss). Al final,
Barrabás es liberado y Jesús condenado a morir crucificado (Mc 15).
Sin embargo, Dios tiene la última palabra: Resucita a su Hijo.
J. Castillo A.

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