lunes, 31 de diciembre de 2012

Ruega por nosotros


Santa María, Madre de Dios (ciclo C)
Num 6,22-27 - Gal 4,4-7 - Lc 2,16-21

María conservaba y meditaba todo en su corazón
Los pastores al ver a María, a José y al niño acostado en el pesebre,
les contaron lo que el ángel les había dicho acerca del niño. 
Todos estaban admirados de lo que decían los pastores…
¿Quiénes eran estos pastores? Eran personas despreciadas,
pues el contacto con los animales los hacía impuros, indignos.
Sin embargo, Dios no solo se solidariza con ellos, sino que a través
de ellos anuncia una Buena Noticia, motivo de alegría para el pueblo.
Desde entonces, podemos decir que los pobres nos evangelizan.
María, por su parte, conservaba y meditaba todo en su corazón.
Fruto de esta meditación se verá más tarde en Caná de Galilea, donde
María dirá estas palabras: Hagan todo lo que Jesús les diga (Jn 2,5).
Hoy, tras el rostro de tantas mujeres pobres y creyentes encontramos
mucha sabiduría. Así lo dice, desde Bolivia, el P. Víctor Codina, sj:
Al acabar un curso de formación cristiana para adultos, una mujer
que asistía al curso exclamó: ¡Diosito nos acompaña siempre! 
Esta exclamación constituye una verdadera profesión de fe, 
semejante a la de aquella mujer que mientras Jesús hablaba le dijo: 
¡Feliz la que te dio a luz y te crió!” (Lc 11,27).
*A continuación, Víctor Codina describe el significado de Diosito:
Diosito es un Dios cercano, familiar, bueno, misericordioso, 
que desea que seamos felices, que tengamos vida en abundancia. 
Es el mismo Dios al que Jesús llamaba Abba, es decir ‘papito’, 
incluso en Getsemaní en sus momentos de angustia (Mc 14,36).
Diosito refleja una imagen paterna y también materna de Dios, 
porque como dice Isaías, aunque una madre se olvidase de sus hijos, 
l no se olvida de nosotros (49,15). Él tiene entrañas de misericordia,
(Lc 1,78) nos cuida, nos protege, está siempre cerca de nosotros.
Indudablemente, esta imagen del Diosito está estrechamente ligada 
a la encarnación y al nacimiento de Jesús, cuando la Palabra eterna 
se hace carne y habita entre nosotros (Jn 1,14), se despoja 
de su gloria y se hace semejante a nosotros (Fil 2, 6-7).
*Al comentar la siguiente frase, el misionero boliviano dice:
Pero este Diosito, añadía la sencilla mujer, nos acompaña siempre.
Es el Señor resucitado que se junta como peregrino desconocido 
a los discípulos de Emaús, les explica las escrituras y comparte
con ellos el pan (Lc 24,13-35). Es el Señor que dijo que estaría 
siempre con nosotros hasta el fin de la historia (Mt 28,20).
*Más adelante, Víctor nos cuestiona con las siguientes preguntas:
¿Entiende el pueblo sencillo de hoy la liturgia, las homilías, 
las encíclicas del magisterio de la Iglesia? ¿Le falta al pueblo 
inteligencia para comprender, o más bien a nosotros, nos falta
comprensión profunda del Evangelio para poderlo transmitir 
a los pobres? Evangelizar a los pobres es uno de los grandes
signos mesiánicos (Lc 7,22). Pero ¿cómo evangelizar a los pobres? 
¿No habría que partir de sus necesidades vitales, de sus mismas 
vivencias y de sus expresiones de fe popular?
(Cf. Centro Cristianismo y Justicia, julio, 2009, n. 198).

Circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús
Al octavo día, circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús,
como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido.
*Cuando se narra la circuncisión de Juan el Bautista (Lc 1,59-63),
es su madre Isabel quien le pone el nombre: Se ha de llamar Juan;
pues Zacarías su padre estaba mudo por no haber creído (Lc 1,20).
En el caso de Jesús, recordemos lo que dijo el ángel Gabriel a María:
Concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús (Lc 1,26-38).
Que las madres pongan nombre a sus hijos, en una sociedad donde
se las marginaba, era algo revolucionario; como es revolucionario
solidarizarnos con los excluidos para que tengan nombre y dignidad.
*Recordemos que el nombre Jesús significa: Dios libera (Mt 1,21).
Por eso, al empezar un Año Nuevo, hagamos realidad una sociedad
donde reine la paz y la justicia. Así lo dice el Papa Benedicto XVI:
El deseo de paz es una aspiración esencial de cada persona, 
y coincide con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda… 
Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con
uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación…
Felices los que trabajan por la paz, se llamarán hijos de Dios.
J. Castillo A.

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