miércoles, 19 de diciembre de 2012

Encuentro de dos madres


IV Domingo de Adviento (ciclo B)
Miq 5,2-5  -  Heb 10,5-10  -  Lc 1,39-45

María se levanta y va de prisa a Judea
Mientras los reyes someten a los débiles e imponen su autoridad,
¿qué se puede esperar de Palestina, un país sometido a Roma?
Sin embargo, esta vez, Dios misericordioso hace cosas grandes
tanto en Nazaret como en un pueblo ubicado en la montaña de Judea.
María es mujer, joven, pobre, esposa de José; viven en Nazaret.
Ella, después de haber escuchado el mensaje del ángel Gabriel, dice:
Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho.
Y, habiendo escuchado que su prima Isabel ha concebido un hijo,
María se levanta y va de prisa a Judea para visitar y ayudar a Isabel.
Fue entonces cuando Isabel, llena del Espíritu Santo, exclama:
Bendita eres entre las mujeresBendito es el fruto de tu vientre
Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá lo que te dijo el Señor.
Años más tarde, otra mujer pobre y creyente que escuchaba a Jesús,
exclamará: ¡Dichosa la mujer te dio a luz y te alimentó! (Lc 11,27).
María, por su parte, alaba a Dios que defiende a los pobres, diciendo:
Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Caminemos con María tras los pasos de Jesús
Meditando atentamente los cuatro evangelios, vemos que María
-además de ir a la montaña de Judea- realiza otras salidas más…
Sigamos, pues, caminando con María tras los pasos de Jesús:
*María se pone en camino para ir a Belén.
En Belén María da a luz a su hijo primogénito, lo envuelve en pañales
y lo acuesta en un pesebre, porque no había alojamiento para ellos 
en la posada. Luego, el Ángel del Señor se presenta a los pastores
y les dice: Hoy ha nacido para ustedes el Salvador (Lc 2,1-20).
*María se pone en camino para ir al templo de Jerusalén.
Cuarenta días después, José y María llevan al niño Jesús a Jerusalén
para consagrarlo al Señor. En aquella ocasión, el anciano Simeón  
le dice a María: Mira, este niño está destinado a hacer que muchos
en Israel caigan o se levanten. Será signo de  contradicción… 
En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón (Lc 2,22-38).
*María se pone en camino para ir a Egipto.
El Ángel del Señor se aparece en sueños a José y le dice: Levántate, 
toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo 
te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José 
se levanta, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto (Mt 2,13-23).
*María se pone en camino para ir a Jerusalén.
Jesús al cumplir doce años de edad, va con sus padres a Jerusalén
para la fiesta de la Pascua. Al terminar la fiesta, Jesús se queda allí,
sin que sus padres se dieran cuenta. Al cabo de tres días lo hallan
en el templo, y ante la pregunta angustiada de su madre, Jesús le dice:
Debo de ocuparme en las cosas de mi Padre (Lc 2,41-52).
*María se pone en camino para ir a Caná de Galilea.
María, Jesús y sus discípulos han sido invitados a unas bodas en Caná
de Galilea. Como el vino se acabó, María se dirige a los servidores
para decirles: Hagan todo lo que Él les diga (Jn, 2,1-12).
*María se pone en camino para ir a la región de Galilea.
La gente le dice a Jesús: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera
y te buscan. Jesús responde: El que hace la voluntad de Dios, ese es
mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3,20-21. 31-35).
*María se pone en camino para ir al Calvario.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo amado,
dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Después dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre (Jn 19,25-27).
*María se pone en camino para ir al Cenáculo.
María está presente en la naciente Iglesia fundada por Jesús y guiada
por el Espíritu Santo (Hch 1,14). Desde entonces, todos los creyentes
se reúnen para escuchar las enseñanzas de los apóstoles, vivir unidos, 
participar en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2,42-47).
Entre ellos no había ningún necesitado, porque los que poseían 
campos o casas los vendían, y entregaban el dinero a los apóstoles, 
quienes repartían a cada uno según su necesidad (Hch 4,32-35).
J. Castillo A.

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