lunes, 23 de marzo de 2020

¿La oraciones no frenan la pandemia? (23 de Marzo)

Un comentario al hilo del Evangelio de hoy: Curación del hijo del funcionario de Cafarnaúm. Jn 4,43-54.



“La oraciones no frenan la pandemia. Las monjas de Santa Teresa Jornet, a cargo de 151 ancianos en un centro de Carabanchel, están desbordadas”. Así reza, valga la palabra, un artículo publicado hace dos días en El País, periódico imparcial y modelo de tolerancia (?), cuya línea editorial es aficionada a salir a la caza de noticias que puedan desprestigiar a la Iglesia Católica. 

"La oraciones no frenan la pandemia". En este diario, cuyos ángeles se empeñan en que los católicos conozcamos nuestros pecados, no suena extraño, y tampoco inusual, el inicio de la noticia con esta constatación más o menos irónica que denuncia la inutilidad de la oración, y con ella de la religión en general y la religión católica en particular. 

De entrada se oculta el valor de cuidar a 151 ancianos (si no fueran monjas habría dicho "mayores") amparándose en que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados rezan. Para el autor, posiblemente, lo único válido del ora et labora tan propio de la espiritualidad cristiana es el “labora”, lo del “ora” es un simple adorno. ¿Qué importa que acojan y cuiden ancianos? ¿Rezan? ¡A la hoguera! 

Pues sí, además de rezar, estas monjas cuidan a personas mayores. Lo que no sabemos es si el articulista de El País, además de practicar el noble arte de la escritura, tiene tiempo para acercarse eficazmente a la realidad sobre la que escribe. ¿O se limita a escribir? Si es así, los artículos de El País tampoco frenan la pandemia. ¿O sí? (Ahora me soltarían el royo del derecho a la información y su aportación esencial para el disfrute de los demás derechos; pero me negarán el derecho a creer y practicar mi fe). 

Hay personas con poca formación religiosa que creen que la oración es sólo un recurso mágico para casos desesperados. El Evangelio de este día (Jn 4,43-54) nos cuenta el buen recibimiento que le hacen a Jesús en Galilea; le reciben bien porque fue “donde había convertido el agua en vino”; y porque algunos de Galilea “habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta”: expulsar a los mercaderes del templo. Con este gesto había dado la razón a los Galileos, hartos de ser los paganos del sistema.


Jesús caía bien a la gente porque hacía grandes signos. Por este motivo acude a Caná un funcionario real que reside en Cafarnaúm y le pide nada menos que  un milagro. Se trata de un hombre con fe, muy distinto al articulista de El País. No obstante, Jesús le reprocha al funcionario y al pueblo su admiración interesada: “si no veis signos y prodigios no creéis”.

Hay personas que dicen que no creerán hasta que no vean. Ignoran que cuando vean no necesitarán creer, porque no necesitarán la fe. Además ¿qué es lo que tenemos que ver para creer? Nada. Creer es confiar cuando uno no las tiene todas consigo, seguir adelante, mantener la esperanza a pesar de que los datos inviten a desertar. Y esta fe en nada verificable se alimenta y fortalece en la oración. 

Orar es más que “pedir milagros” (que también se pueden pedir; Dios es todopoderoso), es principalmente reconocer la propia debilidad e impotencia, pero en esperanza, es decir, sabiendo que nunca está todo perdido, porque Dios está ahí y nos  dice que "todo irá bien". En versión laicista y secular: escribir no es hacer milagros, es una forma de animar, de fortalecer, de hacer ver o hacerse ver a uno mismo que el impulso de nuestros actos no nace del vacío sino del espíritu. Orar y escribir fortalecen el espíritu; siempre que la oración y la letra no sean farisaicas. 

En el caso del Evangelio que nos ocupa, Jesús curó al hijo del funcionario. “Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea”. Signo. San Juan llama “signos” a los milagros. ¿Signos de qué? Signos que muestran que Dios no está ausente de las situaciones que vivimos.  

En estos días, recemos con y por las monjas que cuidan a mayores en necesidad y riesgo, aunque los periodistas de El país nos digan que no frenaremos la pandemia con nuestros rezos. Nosotros sabemos que la práctica de la oración, así como la práctica de la información periodística veraz, el canto de los poetas, y los símbolos y gestos solidarios aparentemente inútiles que tantos españoles están haciendo, son muy eficaces contra el virus que nos come.  Sin las armas de la oración y la palabra, el coronavirus acabaría también por matar nuestro espíritu.  Y esto si que sería grave. Un pueblo sin profetas, místicos y poetas, es un pueblo muerto.

Desde aquí nuestras oraciones por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (recuerdo especial para la comunidad de Mérida), que en el frente de batalla están viviendo y orando su pelea contra la enfermedad y el abandono. En estos momentos de especial riesgo, ¡que Dios os bendiga! Todo irá bien.



Casto Acedo. 23 de Marzo de 2019

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