miércoles, 18 de marzo de 2020

Ciegos: ayer y hoy

4º Domingo de Cuaresma, ciclo A
1Sam 16,1-13  -  Ef 5,8-14  -  Jn 9

   El Evangelio de este domingo presenta el camino de fe que recorre
un joven -ciego de nacimiento- que pasa sus días pidiendo limosna.
   Este joven al recuperar la capacidad de ver, da testimonio de Jesús,
hasta ser abandonado por sus padres… y expulsado por los fariseos.
   Luego, Jesús anuncia: Los ciegos ven, y los que ven quedan ciegos.
  
Jesús acoge a un joven, ciego de nacimiento
   En Jerusalén, -sede del poder político, económico y religioso-
nadie tiene piedad de aquel ciego que sobrevive fuera de la ciudad.
Los creyentes (de ayer y de hoy) lo ven, pero siguen su camino…
Los discípulos de Jesús en vez de ayudarle y hacer algo por él,
andan preocupados por saber quién tiene la culpa de su desgracia,
para ellos la enfermedad es un castigo por algún pecado cometido.
   Jesús -que es la luz del mundo- mira al ciegose compadece
le pone barro en los ojos… y le pide lavarse en la piscina de Siloé.
Empezar a ver es un don divino… y también una tarea humana
   El joven que ahora ve, ¿llevará una vida normal sin ser marginado?
Lamentablemente, los hipócritas que observan el descanso sabático,
no permiten que los pobres se levanten, caminen, vean, oigan, hablen.
   Jesús compasivo, al saber que ha sido expulsado por los fariseos,
va a buscarlo y le pregunta: ¿Crees en el Hijo del Hombre?
El joven, al reconocer la voz amiga que le había dicho: ve a lavarte
lleno de confianza le contesta: ¿Quién es, Señor, para creer en él?
Jesús le dice: Le estás viendo, el que habla contigo, ese es.
Fue entonces cuando el joven exclama: Creo, Señor.
Ciertamente: los caminos de Dios no son como los nuestros (Is 54,8).
   Jesús sana a los enfermos, alivia el sufrimiento de los pobres,
acoge a los desamparados… Esto lo dice a los discípulos del Bautista:
Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan sanos,
los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena
Noticia. ¡Y feliz quien no se escandaliza por mi causa! (Mt 11,4s).

El que fue ciego afirma: Jesús es un profeta
   Aquel ciego: es pobre… vive marginado… es mayor de edad…
Sus padres le abandonan por miedo… y los fariseos lo arrojan fuera…
Sin embargo, el encuentro personal con Jesús cambia su vida.
Se levanta y habla de igual a igual con diversos grupos de personas.
*Ante las habladurías de sus vecinos, aquel joven les dice: Soy yo.
Él es la misma persona marginada por la sociedad y la religión,
pero, gracias a un hombre que se llama Jesús, puede ver.
Por ahora, aquel joven solo conoce a Jesús de una manera vaga,
pero esta experiencia es el punto de partida para seguir avanzando.
*De nuevo los fariseos le preguntan: ¿qué piensas de Él?
El joven les da su testimonio: Es un profeta. En otras palabras,
Jesús puede realizar tales obras porque viene de parte de Dios.
   Según los fariseos hubiera sido mejor que diga: Es un pecador.
Sin embargo, el que había sido ciego dice: Si es un pecador no lo sé.
Solo sé una cosa: yo era ciego y ahora veo.
   Luego, al verlos tan preocupados, el joven les pregunta con ironía:
¿Acaso ustedes también quieren hacerse discípulos de Él?
De inmediato, los expertos en materia religiosa lo echan fuera,
actúan así, porque sus obras son malas y prefieren las tinieblas.

Los ciegos van a ver, y los que ven se quedarán ciegos
   Jesús anuncia: He venido a este mundo para hacer un juicio:
los ciegos van a ver, y los que ven se quedarán ciegos. De inmediato,
algunos fariseos le preguntan: ¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les responde: Si estuvieran ciegos no tendrían pecado,
pero, como dicen que ven, su pecado permanece.
   Teniendo presente esta respuesta, examinemos nuestra vida, porque
“vemos”, pero tenemos “ceguera espiritual”: no conocemos a Jesús.
*Condenamos a los demás, sin mirar nuestros propios pecados:
¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano,
y no te fijas en el tronco que hay en el tuyo? (Lc 6,41).
*Pretendemos guiar a otros, sin caminar tras los pasos de Jesús:
Déjenlos, son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego
guía a otro ciego, los dos caerán en un pozo (Mt 15,14). 
*Vivimos sumergidos en la mediocridad, porque decimos una cosa,
y hacemos lo contrario: Pero como eres tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Ap 3,16;  cf. Is 29,13). 
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog