4º Domingo de Cuaresma, ciclo A
1Sam 16,1-13
- Ef 5,8-14 - Jn 9
El
Evangelio de este domingo presenta el
camino de fe que recorre
un joven -ciego de nacimiento- que pasa sus días pidiendo
limosna.
Este
joven al recuperar la capacidad de ver, da
testimonio de Jesús,
hasta
ser abandonado por sus padres… y expulsado por los fariseos.
Luego,
Jesús anuncia: Los ciegos ven, y los que ven quedan ciegos.
Jesús
acoge a un joven, ciego de nacimiento
En
Jerusalén, -sede del poder político, económico y religioso-
nadie
tiene piedad de aquel ciego que sobrevive fuera de la ciudad.
Los creyentes (de ayer y de hoy) lo ven, pero siguen su
camino…
Los discípulos de Jesús en vez de ayudarle y hacer
algo por él,
andan
preocupados por saber quién tiene la culpa de su desgracia,
para
ellos la enfermedad es un castigo por
algún pecado cometido.
Jesús
-que es la luz del mundo- mira al ciego… se compadece…
le pone
barro en los
ojos… y le pide lavarse en la piscina de Siloé.
Empezar
a ver es un don divino… y también una tarea humana…
El
joven que ahora ve, ¿llevará una vida normal sin ser marginado?
Lamentablemente,
los hipócritas que observan el descanso
sabático,
no
permiten que los pobres se
levanten, caminen, vean, oigan, hablen.
Jesús
compasivo, al saber que ha sido expulsado por los fariseos,
va a
buscarlo y le pregunta: ¿Crees en el Hijo del Hombre?
El
joven, al reconocer la voz amiga que le había dicho: ve a lavarte…
lleno de
confianza le contesta: ¿Quién es, Señor, para creer en él?
Jesús le
dice: Le estás viendo, el que habla contigo, ese es.
Fue
entonces cuando el joven exclama: Creo, Señor.
Ciertamente:
los caminos de Dios no son como los
nuestros (Is 54,8).
Jesús
sana a los enfermos, alivia el sufrimiento de los pobres,
acoge a los desamparados… Esto lo dice a los
discípulos del Bautista:
Los
ciegos ven, los cojos caminan, los
leprosos quedan sanos,
los
sordos oyen, los muertos resucitan, los
pobres reciben la Buena
Noticia. ¡Y
feliz quien no se escandaliza por mi causa! (Mt 11,4s).
El que
fue ciego afirma: Jesús es un profeta
Aquel
ciego: es pobre… vive marginado… es mayor de edad…
Sus
padres le abandonan por miedo… y los fariseos lo arrojan fuera…
Sin
embargo, el encuentro personal con Jesús
cambia su vida.
Se levanta y habla de igual a igual con diversos grupos
de personas.
*Ante las habladurías de sus vecinos, aquel joven les dice: Soy
yo.
Él es la
misma persona marginada por la sociedad y la religión,
pero, gracias a un hombre que se llama Jesús,
puede ver.
Por
ahora, aquel joven solo conoce a Jesús de una manera vaga,
pero
esta experiencia es el punto de partida
para seguir avanzando.
*De nuevo los fariseos le preguntan: ¿qué
piensas de Él?
El joven
les da su testimonio: Es un profeta. En otras palabras,
Jesús
puede realizar tales obras porque viene de parte de Dios.
Según
los fariseos hubiera sido mejor que diga: Es
un pecador.
Sin
embargo, el que había sido ciego dice: Si es un pecador no lo sé.
Solo sé una cosa: yo era ciego y ahora veo.
Luego,
al verlos tan preocupados, el joven les pregunta con ironía:
¿Acaso
ustedes también quieren hacerse discípulos de Él?
De
inmediato, los expertos en materia religiosa lo echan fuera,
actúan
así, porque
sus obras son malas y prefieren las tinieblas.
Los
ciegos van a ver, y los que ven se quedarán ciegos
Jesús
anuncia: He venido a este mundo para hacer un juicio:
los ciegos van a ver, y los que ven se quedarán
ciegos. De
inmediato,
algunos
fariseos le preguntan: ¿También nosotros
estamos ciegos?
Jesús
les responde: Si estuvieran ciegos no tendrían pecado,
pero,
como dicen que ven, su pecado permanece.
Teniendo
presente esta respuesta, examinemos nuestra vida, porque
“vemos”, pero tenemos “ceguera espiritual”: no conocemos a Jesús.
*Condenamos a los demás, sin mirar
nuestros propios pecados:
¿Por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano,
y no te
fijas en el tronco que hay en el tuyo? (Lc 6,41).
*Pretendemos guiar a otros, sin caminar
tras los pasos de Jesús:
Déjenlos,
son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego
guía a
otro ciego, los dos caerán en un pozo (Mt 15,14).
*Vivimos sumergidos en la mediocridad,
porque decimos una cosa,
y
hacemos lo contrario: Pero como eres tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Ap 3,16; cf.
Is 29,13).
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog