miércoles, 2 de enero de 2019

Busquen y encontrarán

Epifanía del Señor: 6 de enero  del 2019
Is 60,1-6  -  Ef 3,2-6  -  Mt 2,1-12

   El texto de Mateo no debemos tomarlo como un hecho histórico,
sino como una parábola con un mensaje sobre Dios (Cf. 1Re 10,1-10).
   Aquellos sabios de Oriente: Caminan… Preguntan… Oyen…
Buscan y hallan al Niño… Le adoran… Le ofrecen sus dones
   Al respecto, más tarde -en el Sermón del monte- Jesús dirá:  
Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá;
porque quien pide recibe, quien busca encuentra,
y a quien llama a la puerta se le abre (Mt 7,7s).

Jesús es rechazado por las autoridades de Jerusalén
   Herodes es un “rey extranjero” y “sirviente” del imperio romano.
Para mantenerse en el poder, no solo asesina a sus enemigos,
sino también a sus propios familiares: cuñado, suegra, esposa e hijos.
   Cuando Herodes se entera que unos sabios de Oriente preguntan:
¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?,
se pone nervioso, teme a ese Niño pobre que ha nacido en un establo,
y para acabar con Él, ordena matar a los niños menores de dos años.
   Como Herodes, hay personas particulares y autoridades corruptas,
que oprimen a los pobres indefensos para mantener sus privilegios. 
Sobre la opresión, el papa Francisco hace esta denuncia (EG, n.53):
Hoy, todo entra dentro del juego de la competitividad
y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población
se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.
   Mientras aquellos sabios caminan hasta encontrar al Niño Jesús,
los escribas, fariseos y autoridades religiosas buscarán matar a Jesús.
Más tarde, Jesús les dirá: Ustedes estudian la Escritura con cuidado,
porque esperan encontrar en ella la vida eterna…
pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida (Jn 5,39s).
   Lamentablemente, lo sucedido en esa época, sucede también hoy,
porque Jesús viene a los suyos y los suyos no le reciben (Jn 1,11).

Unos sabios de Oriente adoran a Jesús en Belén
   Después de caminar cientos de kilómetros, llegan a Belén.
Entran en la casa. Ven al Niño con María, su madre. Se arrodillan.
Le adoran. Abren sus cofres y le ofrecen: oro, incienso y mirra.
   Años más tarde, Jesús elogiará la fe y conducta de tres extranjeros:
del centurión romano (Mt 8,5), de la mujer siro-fenicia (Mt 15,21),
y del leproso samaritano que vuelve para agradecerle (Lc 17,11ss).
   Los padres de la Iglesia (s. IV) dicen que aquellos sabios ofrecen:
oro pues Jesús es Rey, incienso porque es Dios, mirra porque padece.
   Sin embargo, lo que dice Santo Tomás de Aquino es más acertado:
-Oro, porque los padres de Jesús son pobres.
-Incienso, por el mal olor que hay en el establo.
-Mirra, para la salud del Niño. (Cf. Lectura, n.201).
   ¿Qué hacemos, hoy,  por: -los pobres, -el mal olor, -los enfermos?
*¿Hasta cuándo nuestros hermanos campesinos y nativos pobres,
seguirán siendo expulsados de la tierra donde han nacido?
¿Por qué se permite a quienes buscan y adoran al becerro de oro,
destruir la naturaleza y explotar a los pobres con salarios miserables?
*Sobre el mal olor, escuchemos la denuncia del Papa Francisco:
La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería
Muchas veces se toman medidas solo cuando se ha producido
efectos irreversibles para la salud de las personas.
Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte,
que afecta tanto a los seres humanos excluidos
como a las cosas que rápidamente se convierten en basura (LS, 21s).
*Acerca del hambre, causa principal de tantas personas enfermas,
que la denuncia de Paulo VI  no sea letra muerta (PP, 1967, n.53):
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia,
cuando quedan por construir tantas escuelas, hospitales, viviendas…
todo derroche público o privado, todo gasto de ostentación…
toda carrera armamentista se convierte en un escándalo intolerable...
Quieran los responsables oírnos antes que sea demasiado tarde.
   Cuando seamos una Iglesia accidentada, herida y manchada
por salir a la calle (EG 49), por caminar… entonces podremos decir: 
Señor, te busqué y te encontré entre tus hermanos pobres.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog