miércoles, 9 de enero de 2019

Por el bautismo nacemos de nuevo

Bautismo del Señor, ciclo C
Is 40,1-5. 9-11  -  Tito 2,11--3,7  -  Lc 3,15-16. 21-22

   En varias parroquias… se realizan bautismos para todos los gustos,
generalmente, sin dar importancia al encuentro personal con Jesús.
¿No habrá en esto una apariencia de negocio o comercio? (CIC, 947).
   ¿Qué hemos hecho del ejemplo y de las enseñanzas de Jesús
que nos dice: Si uno no nace del agua y del Espíritu,
no puede entrar en el Reino de Dios? (Jn 3,5).
  
Jesús, el Mesías, les bautizará con el Espíritu Santo y fuego
   La misión del profeta Juan es preparar la venida de Jesús.
Para ello, Juan recorre la región del río Jordán y predica
un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados.
   Como todos se preguntan si Juan no sería el Mesías,
el profeta del desierto responde: yo les bautizo con agua
Y, al mismo tiempo, les exige dar frutos de una sincera conversión:
compartir el pan con el hambriento… vestir al que está desnudo…
cobrar lo justo… no maltratar ni hacer denuncias falsas… (Lc 3,7ss).
   A continuación, Juan anuncia: Viene uno con más autoridad que yo.
Él les bautizará con el Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16). Ciertamente,
el agua lava… el fuego purifica… el Espíritu transforma, santifica
   *La acción del Espíritu Santo está presente en la vida de Jesús:
-El Espíritu Santo desciende sobre Él mientras se bautiza (Lc 3,22).
-Jesús se deja llevar por el Espíritu Santo al desierto (Lc 4,1).
-Impulsado por el Espíritu Santo, Jesús vuelve a Galilea (Lc 4,14).
-Con la alegría del Espíritu Santo, Jesús alaba al Padre (Lc 10,21).
-Antes de subir al cielo, Jesús dice a sus discípulos:
Ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo (Hch 1,5).
   Por su parte, Pablo escribe: Fuimos bautizados en un solo Espíritu,
para formar un solo cuerpo (1Cor 12,13).
   *Sobre el fuego Jesús dice: He venido a prender fuego en la tierra,
y, ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar
por un bautismo, y siento angustia hasta que se cumpla (Lc 12,49s).

Tú eres mi Hijo amado, el predilecto
   Jesús siendo igual a Dios, se humilla, se hace servidor (Flp 2,6-11),
vive pobre entre los pobres, se bautiza con su pueblo como uno más.
Mientras se bautiza, Jesús ora, el Espíritu Santo baja sobre Él,
y una voz del cielo anuncia: Tú eres mi hijo amado, el predilecto.
   Siendo hijo amado, Jesús invoca a Dios llamándole Abbá, Padre,
y nos pide invocarle de la misma manera diciendo: Padre nuestro
Al respecto, reflexionemos en las siguientes palabras de san Pablo:
Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Ustedes no han recibido un espíritu de esclavos, para tener miedo,
sino el Espíritu que nos hace hijos de Dios,
y que nos permite llamar a Dios Abbá, Padre (Rom 8,14s).
   Si somos hijos de Dios, vivamos como hermanos entre nosotros,
dando vida a los niños, jóvenes, adultos y ancianos que sufren.
   Para ello, como dijo el Papa Juan Pablo II, dejémonos guiar
por el Espíritu Santo, para: -ser pobre entre los pobres,
-seguir el ideal de pobreza predicada y practicada por Jesús,
-imitar su amor a los pobres (cf. Catequesis: 30 noviembre 1994).
  
Llamados a dar testimonio de nuestro bautismo
  ¿Cómo se explica que en países de tradición cristiana, como el Perú,
hay: corrupción, injusticia, mentira, odio, violencia, narcotráfico…?
   Muchas cosas cambiarían en nuestra sociedad,
si los creyentes viviéramos nuestro bautismo con la finalidad de:
-Dar testimonio con palabras y obras concretas.
-Tener la capacidad de: ver, oír, hablar, reflexionar, levantarse.
-Leer e interpretar los signos de los tiempos.
-Crear una corriente de opinión pública inspirada en el Evangelio.
-Proponer los valores del Reino como base de un compromiso social.
-Ser servidores de Jesús, como lo dice Juan el profeta del desierto:
Ahora mi alegría es grande, que Él crezca y yo disminuya (Jn 3,29s). 
   Después que Pedro y los Once anuncian a Jesús resucitado,
la gente pregunta: Hermanos, ¿qué debemos hacer? Pedro responde:
Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo,
y Dios les perdonará sus pecados y les dará su Espíritu (Hch 2,37s).
   Si en la Iglesia primitiva se bautizaba a los convertidos,
nuestra tarea -hoy- es en cambio la de convertir a los bautizados.
(Mons. Samuel Ruiz (1924-2011): Ponencia en Medellín, 1968).
J. Castillo A.

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