miércoles, 3 de octubre de 2018

Mujeres y niños en la sociedad

27º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Gn 2,18-24  -  Heb 2,9-11  -  Mc 10,2-16

   Hoy, en muchos ambientes -como consecuencia del machismo-
se considera a los niños y a las mujeres como seres de segunda clase.
   Jesús no actúa así. Con sus enseñanzas y gestos audaces libera
a los niños y a las mujeres, de toda opresión y marginación.

Los fariseos preguntan a Jesús para ponerlo en apuros
   En Palestina, los jóvenes y  las jóvenes se casan, generalmente,
por un acuerdo de sus padres (Boda de Isaac con Rebeca, Gn 24).
Y, una vez casados, el marido puede echar de la casa a su esposa,
por cosas insignificantes: dejar quemar la comida… (Dt 24,1-4).
Según esta costumbre, lo que más hace sufrir a la esposa,
no es vivir al servicio de todos los miembros de su familia, 
sino que su esposo la puede arrojar de casa en cualquier momento.
   Hay jóvenes que buscan formar un hogar, pero -lamentablemente-  
al hacerlo por un interés egoísta (aspecto físico… riqueza…),
esa relación termina cuando se acaba ese atractivo pasajero.
Muy diferente, cuando ambos contrayentes se unen en matrimonio,
basados en la capacidad de amar (1Cor 13). Este proyecto de vida,
-a pesar de las dificultades- no disminuirá con el paso de los años.
   Mientras Jesús y sus discípulos caminan a Jerusalén,
llegan algunos fariseos y -de mala fe- le preguntan sobre el divorcio
(esta manera de actuar no es la primera… cf. Mc 8,11;  12,13).
Recordemos que Jesús -amigo de la vida- salva a la mujer adúltera,
diciendo a los fariseos: El que no tenga pecado, tire la primera piedra.
luego dice a la mujer: Yo tampoco te condeno… (Jn 8,1-11).
   Ahora, la respuesta de Jesús sorprende a esos fariseos hipócritas:
siendo ustedes duros de corazón, Moisés permitió el divorcio (Dt 24).
   El objetivo de toda ley es hacer justicia, liberar y dar vida al oprimido:
Hagan auténtica justicia. Traten a su hermano con misericordia.
No opriman a viudas, huérfanos, emigrantes y personas necesitadas.
Que nadie piense hacer maldades contra su prójimo (Zac 7, 9s).

Lo que Dios ha unido que no lo separe el varón
   Después, Jesús les dice que el proyecto original de Dios es este: 
Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Gn 1,27).
Por eso, el hombre abandona padre y madre, se une a su esposa,
y los dos vienen a ser como una sola persona (Gn 2,24).
Luego Jesús añade: Lo que Dios ha unido que no lo separe el varón.
El matrimonio es la unión de dos “personas”, y no de dos “objetos”.
   Cuando la familia, hoy en día, se halla ante  tantas amenazas,
nuestra labor pastoral debe dar prioridad a este campo, sabiendo que
la evangelización depende, en gran parte, de la “Iglesia doméstica”.
Para ello, se debe formar a los jóvenes que optan por el matrimonio,
para que asuman responsablemente la noble misión de ser:
familias evangelizadas… y familias evangelizadoras
   Además, después del rito matrimonial, acompañemos a los esposos,
para que no vivan abandonados como ovejas sin pastor.
   Tampoco debemos cerrar los ojos ante el problema del divorcio.
Vayamos a la raíz: -¿Fue válido el matrimonio religioso?...
-¿Qué hacer ante tantos amigos y familiares nuestros divorciados?...
-¿Rechazarlos?... -¿Qué nos impide acogerlos con misericordia?...

Niños/as abandonados… de padres separados
   Después que Sara da a luz a Isaac, le pide a su esposo Abraham
que expulse a su sierva egipcia Agar y a su hijo Ismael.
Abraham se pone triste, pues Ismael es también su hijo. Sin embargo,
un día, Abraham entrega a Agar pan y un odre de agua, y la despide.
Al caminar por el desierto se le acaba el agua. Agar abandona al niño,
pero Dios oye su llanto, llama a Agar y le dice: No tengas miedo,
toma al niño, pues yo sacaré de él un gran pueblo (Gn 16; y 21,1-21).
   Como buenos judíos, los seguidores de Jesús conocen esta historia,
sin embargo, cuando unas personas traen a sus niños
para que Jesús los bendiga, sus discípulos comienzan a reprenderlas.
   Pensemos que entre esas personas, hay madres arrojadas de casa,
y, ahora, solo buscan que Jesús bendiga a sus niños.
   Los hijos no tienen por qué sufrir la separación de sus padres.
Hay aquí una oportunidad para nuestra pastoral familiar, porque:
aunque estén separados, son padres de unos niños que los necesitan.
   Jesús nos sigue diciendo: Dejen que los niños vengan a mí,
porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos 
J. Castillo A.

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