miércoles, 31 de octubre de 2018

Amar a Dios y amar al prójimo

31º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Dt 6,2-6  -  Heb 7,23-28  -  Mc 12,28-34

   ¿San Francisco… la Virgen María… y el mismo Jesús…“castigan
si no celebramos la fiesta patronal, siguiendo las costumbres?
Las personas devotas que piensan y actúan de esta manera,
¿qué educación religiosa reciben sobre el amor a Dios?
   ¿Basta amar a los familiares… para decir que amamos al prójimo?
Los cristianos jamás debemos olvidar que Jesús llama mis hermanos:
a los que sufren hambre… a los que tienen sed… a los emigrantes…
a los desnudos… a los enfermos… a los encarcelados… (Mt 25,31ss).

¿Cuál es el mandamiento más importante?
   Camino a la tierra prometida, Dios hace una alianza con su pueblo:
Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo (Ex 6,7). Desde entonces,
el pueblo promete cumplir los mandamientos del Señor (Ex 20,1ss).
Sin embargo, en la época de Jesús habían seiscientos trece preceptos
que se debían observar, dejando de lado el mandamiento de Dios.
Por ejemplo: -el descanso del sábado (Mc 2,23ss;  3,1-6),
-comer con las manos impuras, es decir, sin lavárselas (Mc 7,1-5),
-dejar el mandato de Dios para cumplir las tradiciones (Mc 7,6-13),
-no comer la carne de animales impuros (Mc 7,14-23)… etc.
   Jesús después de ingresar a la ciudad de Jerusalén:
-denuncia a los que han hecho del templo una cueva de ladrones,
-desenmascara las intenciones homicidas de las autoridades religiosas,
-discute con fariseos y herodianos sobre el tributo al César, y
 con los saduceos sobre la resurrección de los muertos (Mc 11 y 12).
   En este contexto, un escriba que ha escuchado aquellas discusiones
se acerca y le pregunta: ¿Cuál es el mandamiento principal?
Jesús le responde: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es un solo.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón… (1ª lectura).
Luego, Jesús añade un segundo mandamiento igualmente importante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18).
Y concluye: No hay mandamiento más importante que estos dos.

Amarás al Señor, tu Dios… Amarás a tu prójimo
   Tengamos presente que no podemos decir que amamos a Dios,
si nos olvidamos del prójimo. Dios y el prójimo son inseparables.
Por eso, del verdadero amor a Dios debe nacer el amor al prójimo,
dando preferencia a los hermanos que viven en la pobreza y miseria:
   *Dios derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes.
Colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1).
   *Conocemos lo que es el amor, en que Jesús murió por nosotros.
Por eso, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
Si uno es rico y viendo a su hermano necesitado le cierra el corazón
y no se compadece, ¿cómo puede amar a Dios?
No amemos  con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3,16ss).
   *Jesucristo nos ha dado este mandamiento:
el que ama a Dios, ame también a su hermano (1Jn 4,19-21).
   Sigamos reflexionando en lo que dicen san Agustín y san Bernardo:
   *Si quieres saber lo que vale tu amor, mira a dónde te conduce.
No les hemos dicho: no amen, sino no se aten a las cosas terrenales;
solo así amarán con toda libertad al Creador de todas las cosas.
Si tú te hallas muy atado a alguna cosa de este mundo,
es como si tuvieras goma en las alas, no eres capaz de volar.
Al contrario, si te encuentras desprendido de las cosas terrenales,
tus alas estarán libres de todo aquello que te paraliza,
y tú tomarás vuelo con la ayuda de dos mandamientos:
el amor a Dios y el amor a tu prójimo.
¿A dónde ir sino hacia Dios? Tú te remontas volando,
porque tú subes amando (San Agustín: Comentario al Salmo 121,1).
   *Sobre la corrección fraterna, tiene mucha actualidad la denuncia
que hace san Bernardo (1090-1153) al Papa Eugenio III (1145-1153):
Pedro jamás se presentó vestido de sedas, cargado de joyas,
cubierto de oro, montado sobre blanco caballo,
escoltado por soldados y acompañado de aparatoso séquito.
Pero despojado de todo eso, tuvo fe para creer que podría cumplir
el mandato del Salvador: “Si me amas, apacienta mis ovejas”.
Es como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro,
sino del emperador Constantino… Heredero como eres del Pastor,
no debes avergonzarte de anunciar el Evangelio.
(De consideratione, cap. 6: Predicar a los demás con su vida). 
J. Castillo A.

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