29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Is 53,10-11 - Heb
4,14-16 - Mc 10,35-45
Siguiendo a Jesús que camina hacia Jerusalén, debemos:
-renunciar al poder, al dios-dinero, al
lujo, a las cosas superfluas…
-estar al servicio, preferentemente, de
las personas más pobres…
-dar la vida por la Buena Noticia del
Reino que Jesús anunció…
Para
esta misión, hacen falta seguidores
generosos, solidarios,
preocupados
por salvar la vida de los demás.
¿Pueden
ustedes beber el cáliz que yo voy a beber?
Al anunciar Jesús, por tercera vez, que
será crucificado y resucitará,
Santiago
y Juan que andan pensando en un reino
terrenal, le dicen:
Maestro,
concédenos estar, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús
no les promete nada, solo les pregunta:
¿Pueden ustedes beber el cáliz que yo voy a beber,
o recibir el bautismo que yo voy a recibir.
*A
Santiago y Juan que ambicionan ocupar los primeros puestos,
Jesús
les ofrece cáliz y bautismo, es decir, pasión y muerte;
y,
sobre todo, resurrección, pues la Vida vence a la muerte.
*Mientras
el peligro está lejos, ellos responden: Podemos.
Sin
embargo, cuando arrestan a Jesús, en el huerto de Getsemaní,
todos sus discípulos le abandonan y huyen (Mc 14,50).
*Al
entregar su vida, Jesús se pone en manos de Dios Padre.
En
consecuencia, sentarse a la derecha o a la izquierda,
Dios
lo ha reservado a los que dan su vida por los otros:
El que quiere salvar su vida la perderá;
en cambio,
el que pierde su vida por mí y por el Evangelio la salvará (Mc 8,35).
Al
respecto, el Concilio Vaticano II (1962-1965) nos dice:
No impulsa a la Iglesia ambición terrena
alguna.
Solo desea una cosa: continuar, bajo la
guía del Espíritu,
la obra misma de Cristo, quien vino al
mundo:
-para dar testimonio de la verdad, -para salvar y no para juzgar,
-para servir y no para ser servido (GS, n.3).
El
Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida
Los otros diez, al oír esto, se enojan contra Santiago y Juan,
porque
ellos también tienen sus intereses personales;
creen
que seguir a Jesús es un medio para tener privilegios terrenales.
Lamentablemente,
este pequeño grupo llamado por Jesús
para
que estén con Él y enviarlos a predicar
(3,13s),
ahora
empieza a dividirse por el egoísmo y
la ambición de poder.
Jesús
como buen Maestro aprovecha esta oportunidad para decirles:
*Los jefes de las naciones dominan… y los
poderosos oprimen…
¿Cómo
se explica que en países con tantos millones de católicos,
hay
corrupción generalizada, injusticia que clama al cielo, violencia?
¿Nuestra
Iglesia está libre de ataduras temporales, de complicidades
y
de prestigio ambiguo? (cf. Medellín, La
pobreza de la Iglesia, n.18).
*A
continuación, Jesús añade: Nada de eso entre ustedes,
el
que quiera ser grande que se haga servidor de los demás.
La
misión de servir a los demás,
atraviesa el texto de Marcos:
-La suegra de Pedro recupera la salud y se
pone a servirles (1,31).
-El que quiere ser el primero que se haga servidor de todos (9,35).
-El que quiere ser grande que se haga servidor de ustedes (10,43).
-El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida (10,45).
-En Galilea, muchas mujeres siguen a Jesús y le sirven (15,41).
¿Los
cristianos llevamos una vida sencilla y de servicio
a los demás?
¿En
vez de servir, puede un seguidor de
Jesús pobre entre los pobres,
vivir
preocupado por tener poder temporal y
económico?
¿La
Iglesia es una comunidad pobre entre los
pobres… y servidora?
*Luego, hablando con el testimonio de su
propia vida, Jesús dice:
El
Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida en rescate de todos.
Siguiendo
los pasos del Profeta de Nazaret,
comprometámonos para:
-Que no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación.
-Que no haya campesinos sin tierra para vivir dignamente.
-Que no haya trabajadores maltratados y disminuidos en sus derechos.
-Que no haya explotación del hombre por el hombre o por el Estado.
-Que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros les falte todo.
-Que no haya tanta familia mal constituida, desunida, mal atendida.
-Que no haya desigualdad en la administración de la justicia.
-Que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho.
-Que no prevalezca jamás lo económico y lo político sobre lo humano.
(Juan
Pablo II, Santo Domingo, 25 de enero de 1979).
J. Castillo A.
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