miércoles, 26 de septiembre de 2018

Dialoguemos y hagamos el bien

26º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Núm 11,25-29  -  Stgo 5,1-6  -  Mc 9,38-48

   En la época de Jesús y, lamentablemente, también en nuestros días,
hay creyentes que ven a un herido abandonado en el camino,
pero no hacen nada para auxiliarle, prefieren seguir su camino.
En cambio, hay personas rechazadas por la religión oficial,
que se compadecen y hacen todo lo posible para salvarle (Lc 10,25ss).
   Al respecto, en su Tratado sobre el bautismo, San Agustín dice:
Muchos que parecen estar dentro… están fuera;
y muchos que parecen estar fuera… están dentro.

El que no está contra nosotros, está a favor nuestro
   El discípulo Juan trata de impedir la acción de un hombre
que sana a los enfermos, devolviéndoles vida, dignidad, libertad;
alega que actúa en nombre de Jesús… pero, no nos sigue
Él y los otros se consideran propietarios únicos de la misión de Jesús
y, por eso, no valoran el bien que hace aquel discípulo anónimo.
¿Para hacer el bien debemos someternos a ciertas instituciones?
¿Son rivales aquellos que trabajan por una sociedad más humana?
¿No será mejor trabajar para que todos sean profetas? (1ª lectura).
   Jesús corrige ese espíritu mezquino de sus discípulos diciéndoles:
El que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de mí.
El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
   Tengamos presente que en la construcción del Reino de Dios,
y en el anuncio de la Buena Noticia, no se excluye a nadie.
Es Jesús quien nos llama sabiendo que no somos los mejores,
y a nosotros nos corresponde responder como simples servidores.
   El Reino de Dios no crece solo dentro de la institución eclesial,
sino más allá, con los hombres y las mujeres de buena voluntad,
que trabajan por un mundo mejor, más humano, justo, fraterno.
   En esta perspectiva, hace falta dejar nuestros intereses y egoísmos,
para dialogar con los que pertenecen a otras agrupaciones,
y juntos defendamos los derechos elementales de los pequeños

¡Ay de los que escandalizan a uno de estos pequeños!
   Jesús, Profeta de Nazaret, sigue formando a sus seguidores,
para que se comprometan por el Reino de Dios y su justicia.
Nadie puede ser discípulo de Jesús si, al mismo tiempo, escandaliza
-con su manera de actuar- a los pequeños, a los creyentes más débiles;
pues, al que escandalice a uno de estos pequeños que creen,
mejor sería que lo arrojen al mar con una piedra atada al cuello.
Por ello, Jesús emplea imágenes muy duras para examinarnos,
pues lo que está en juego es nuestro destino final:
entrar en el Reino de Dios… o ser arrojados al basurero
   Hoy en día, hay un abismo escandaloso entre ricos y pobres:
El lujo de unos pocos se convierte en insulto
contra la miseria de las grandes masas (DP, 1979, n.28).
Pero hay algo más: En el contexto de pobreza y aun de miseria
en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano,
los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario
para la vida y una cierta seguridad;
mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten
entre la angustia y la incertidumbre (Medellín, Pobreza de la Iglesia).
   ¿Con nuestros ojos… pies… y manos… hacemos el bien o el mal?
*Las manos tienen relación con nuestras actividades de cada día.
Como Jesús, debemos emplear nuestras manos para:
dar de comer… acoger a los forasteros… sanar a los enfermos…
   Sin embargo, hay personas que usan sus manos para:
-incrementar sus riquezas sin pagar el salario justo a sus trabajadores,
-llevar en la tierra una vida de lujo y de placer,
-condenar y asesinar al inocente que no puede defenderse (2ª lectura).
Si tu mano te hace caer, córtatela… renuncia a ese modo de actuar.
*Los pies sirven para seguir a un maestro y caminar hacia una meta.
Como cristianos sigamos a Jesús…busquemos a las ovejas perdidas…
demos vida a las personas heridas y abandonadas en el camino…
   Diferente los que recorren mar y tierra para amontonar riquezas.
Si tu pie te hace caer, córtatelo… abandona esos caminos herrados.
*Los ojos expresan nuestros deseos y aspiraciones más profundas.
Quien tiene ojo bueno ve con el corazón, es compasivo como Jesús,
está atento para acoger, preferentemente, a los niños abandonados.
   En cambio, el que tiene ojo malo está lleno de codicia y ambición.
Si tu ojo te hace caer, sácatelo… aprende a ver con el corazón.
J. Castillo A.

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