Pentecostés, ciclo B
Hch 2,1-11 - 1Cor
12,3-13 - Jn 20,19-23
Ante tanta corrupción, no podemos
permanecer ciegos ni mudos.
Gritemos; ¡Ven Espíritu
Santo!, lava lo que está manchado…
riega los corazones áridos…cambia a los
mutilados por el egoísmo…
dirige a los que están extraviados…sana
a los que están enfermos…
¡Ven
Espíritu Santo!, Padre de los pobres, acrecienta en nosotros:
santidad y gracia… amor y vida… verdad y
libertad… justicia y paz.
para
que -con palabras y obras- seamos verdaderos
testigos de Jesús.
Los
discípulos están en una casa con las puertas cerradas
El evangelio de Juan narra (a fines del
s. I y de una manera sencilla),
la
experiencia que tienen los cristianos y cristianas de esa época,
quienes
están reunidos en una casa, pero Jesús
no está con ellos.
Su
ausencia es motivo de tristeza, ya no pueden oír sus enseñanzas,
ni
ver las obras que hacía en favor de
las personas despreciadas;
por
eso, se encuentran con las puertas
cerradas, no quieren salir.
Además,
el texto dice (simbólicamente) que está anocheciendo,
es
decir, la oscuridad y las tinieblas han invadido sus corazones;
porque
tienen
miedo a ser ejecutados, como lo fue el Profeta Jesús.
Hoy,
pocos ricos tienen miedo a perder
sus privilegios económicos,
mientras
una multitud de personas, cargan el peso de la miseria:
Comprobamos como el más devastador y
humillante flagelo,
la situación de inhumana pobreza en que
viven millones de (personas)
expresada por ejemplo en: -mortalidad
infantil,
-falta de vivienda adecuada, -problemas
de salud, -desnutrición,
-salarios de hambre, -desempleo y
subempleo, -inestabilidad laboral,
-migraciones masivas, forzadas y
desamparadas, etc.
(DP, n.28-29).
¿Qué debemos hacer?... Fortalecidos
por el Espíritu Santo,
practicar las enseñanzas
y obras de Jesús, para que todos pasemos:
de condiciones de vida menos humanas… (encerrarse en
el egoísmo),
a condiciones más humanas… (Paulo VI, PP, 1967, n.21-22).
Solo
así, viviremos como hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
La
paz esté con ustedes
Jesús resucitado se presenta en medio de
sus discípulos,
y
les pide continuar con la misión que el Padre le confió, diciéndoles:
*La
paz esté con ustedes… Yo también los envío a ustedes.
Aunque
fue juzgado y asesinado injustamente, Jesús anuncia la paz.
Siguiendo
su ejemplo, los cristianos debemos abrir
las puertas, salir,
y anunciar justicia y paz donde hay corrupción, violencia, muerte…
Al entrar en una casa digan primero: Paz para esta casa (Lc 10,5).
*Miren
mis manos, miren mi costado. Al mostrar sus cicatrices,
Jesús
nos anima a no tener miedo al sufrimiento, ni a la muerte:
En el mundo, ustedes tendrán que sufrir,
pero tengan valor, yo he vencido al mundo (Jn 16,33; cf. Lc 12,4).
*Reciban
el Espíritu Santo. Al respecto, escuchemos a Pablo VI:
El Espíritu es quien, hoy igual que en
los comienzos de la Iglesia,
actúa en cada evangelizador que se deja conducir por Él;
y pone en sus labios las palabras que
por sí solo no podría hallar,
predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta
y acogedora de la Buena Nueva y del
Reino anunciado
(EN, n.75).
*Perdonen…
Sobre la reconciliación, Jesús nos sigue diciendo:
Si al presentar tu ofrenda, recuerdas
que tu hermano tiene una queja,
deja tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con tu hermano;
y luego vuelves para presentar tu
ofrenda
(Mt 5,23s).
Oímos
las maravillas de Dios en nuestras propias lenguas
Hoy, ya no se trata solamente de dialogar
con las culturas nativas.
Se
nos presentan nuevos desafíos: la
cultura técnico-industrial…
la
cultura juvenil… la cultura urbana, suburbana, minera… etc.
Así
como los discípulos de Jesús, guiados
por el Espíritu Santo,
encuentran
el lenguaje adecuado para anunciar el Evangelio de Jesús;
también
nosotros, acerquémonos a las diversas culturas de hoy:
descalzos… (Ex 3,5); y en silencio… (oír primero y anunciar después).
No
hay culturas superiores o inferiores, sino culturas diferentes.
Tampoco
se trata de usar un solo idioma (como sucedió con el latín),
sino
que cada uno oiga las maravillas de Dios
en su propio idioma.
Para
hacer realidad todo esto, no basta buena voluntad, necesitamos:
formación teológica y
pastoral… respetar las diversas
culturas…
saber
discernir para: asumir los auténticos valores y, también,
purificar los aspectos
negativos presentes en todas las culturas.
J. Castillo A.
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