miércoles, 16 de mayo de 2018

Ven, Espíritu Santo

Pentecostés, ciclo B
Hch 2,1-11  -  1Cor 12,3-13  -  Jn 20,19-23

   Ante tanta corrupción, no podemos permanecer ciegos ni mudos.
Gritemos; ¡Ven Espíritu Santo!, lava lo que está manchado…
riega los corazones áridos…cambia a los mutilados por el egoísmo…
dirige a los que están extraviados…sana a los que están enfermos
   ¡Ven Espíritu Santo!, Padre de los pobres, acrecienta en nosotros:
santidad y gracia… amor y vida… verdad y libertad… justicia y paz.
para que -con palabras y obras- seamos verdaderos  testigos de Jesús.

Los discípulos están en una casa con las puertas cerradas
  El evangelio de Juan narra (a fines del s. I y de una manera sencilla),
la experiencia que tienen los cristianos y cristianas de esa época,
quienes están reunidos en una casa, pero Jesús no está con ellos.
   Su ausencia es motivo de tristeza, ya no pueden oír sus enseñanzas,
ni ver las obras que hacía en favor de las personas despreciadas;
por eso, se encuentran con las puertas cerradas, no quieren salir.
   Además, el texto dice (simbólicamente) que está anocheciendo,
es decir, la oscuridad y las tinieblas han invadido sus corazones;
porque tienen miedo a ser ejecutados, como lo fue el Profeta Jesús.
   Hoy, pocos ricos tienen miedo a perder sus privilegios económicos,
mientras una multitud de personas, cargan el peso de la miseria:
Comprobamos como el más devastador y humillante flagelo,
la situación de inhumana pobreza en que viven millones de (personas)
expresada por ejemplo en: -mortalidad infantil,
-falta de vivienda adecuada, -problemas de salud, -desnutrición,
-salarios de hambre, -desempleo y subempleo, -inestabilidad laboral,
-migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc. (DP, n.28-29).
   ¿Qué debemos hacer?... Fortalecidos por el Espíritu Santo,
practicar las enseñanzas y obras de Jesús,  para que todos pasemos:
de condiciones de vida menos humanas… (encerrarse en el egoísmo),
a condiciones más humanas… (Paulo VI, PP, 1967, n.21-22).
Solo así, viviremos como hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

La paz esté con ustedes
   Jesús resucitado se presenta en medio de sus discípulos,
y les pide continuar con la misión que el Padre le confió, diciéndoles:
*La paz esté con ustedes… Yo también los envío a ustedes.
Aunque fue juzgado y asesinado injustamente, Jesús anuncia la paz.
Siguiendo su ejemplo, los cristianos debemos abrir las puertas, salir,
y anunciar justicia y paz donde hay corrupción, violencia, muerte…
Al entrar en una casa digan primero: Paz para esta casa (Lc 10,5).
*Miren mis manos, miren mi costado. Al mostrar sus cicatrices,
Jesús nos anima a no tener miedo al sufrimiento, ni a la muerte:
En el mundo, ustedes tendrán que sufrir,
pero tengan valor, yo he vencido al mundo (Jn 16,33; cf. Lc 12,4).
*Reciban el Espíritu Santo. Al respecto, escuchemos a Pablo VI:
El Espíritu es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia,
actúa en cada evangelizador que se deja conducir por Él;
y pone en sus labios las palabras que por sí solo no podría hallar,
predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta
y acogedora de la Buena Nueva y del Reino anunciado (EN, n.75).
*Perdonen… Sobre la reconciliación, Jesús nos sigue diciendo:
Si al presentar tu ofrenda, recuerdas que tu hermano tiene una queja,
deja tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con tu hermano;
y luego vuelves para presentar tu ofrenda (Mt 5,23s).

Oímos las maravillas de Dios en nuestras propias lenguas
   Hoy, ya no se trata solamente de dialogar con las culturas nativas.
Se nos presentan nuevos desafíos: la cultura técnico-industrial…
la cultura juvenil… la cultura urbana, suburbana, minera… etc.
    Así como los discípulos de Jesús, guiados por el Espíritu Santo,
encuentran el lenguaje adecuado para anunciar el Evangelio de Jesús;
también nosotros, acerquémonos a las diversas culturas de hoy:
descalzos… (Ex 3,5);  y en silencio… (oír primero y anunciar después).
No hay culturas superiores o inferiores, sino culturas diferentes.
Tampoco se trata de usar un solo idioma (como sucedió con el latín),
sino que cada uno oiga las maravillas de Dios en su propio idioma.
   Para hacer realidad todo esto, no basta buena voluntad, necesitamos:
formación teológica y pastoral… respetar las diversas culturas…
saber discernir para: asumir los auténticos valores y, también,
purificar los aspectos negativos presentes en todas las culturas.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog