miércoles, 7 de febrero de 2018

Jesús acoge a los leprosos

6º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Lev 13,1-2. 44-46  -  1Cor 10,31-11,1  -  Mc 1,40-45

Para los “buenos” y para quienes tienen poder económico y político,
es mejor limpiar nuestras calles y plazas, de vagabundos y mendigos.
   Sin embargo, esos “buenos y poderosos” ¿van a las causas
de tanta pobreza y miseria, denunciando a los responsables?
   Jesús que acoge y come con personas marginadas y despreciadas,
nos sigue diciendo: Ámense mutuamente como yo les amo a ustedes.

El leproso le suplica: Si quieres, puedes limpiarme
   Así como aquella madre extranjera y pagana, pero con fe sencilla,
se acerca a Jesús y de rodillas le suplica sanar a su hija (Mc 7,24ss);
en esta ocasión, un leproso rompe todas las normas de exclusión,
confía en Jesús, se arrodilla y le dice: Si quieres, puedes limpiarme.
   Este leproso no pide a Jesús ser sanado… sino quedar limpio.
Busca ser liberado de la marginación que padece al vivir aislado.
En esa época, se creía que la lepra era un castigo -de parte de Dios-
por algún pecado; por eso al leproso se le consideraba impuro.
Para evitar contagiar su impureza, el leproso vivía fuera del pueblo,
harapiento, despeinado y gritando: ¡Impuro, impuro! (1ª lectura).
Rechazado como si fuera un objeto peligroso que se arroja a la basura,
el leproso podía decir: Solo en la vida llevando un esqueleto podrido;
pues, mientras padecía esa enfermedad, era un muerto en vida.  
   Hoy, teniendo tantos recursos naturales en la Costa, Sierra y Selva;
y con tantos millones de católicos… ¿cómo se explica que hayan
personas marginadas que sobreviven sin Tierra, Techo, Trabajo?
   En regiones mineras y en zonas donde se extraen petróleo y gas,
¿por qué se desprecia la vida de la tierra y de los seres humanos?
¿Es justo que  los habitantes de esas regiones tengan que vivir…
respirar… beber… alimentarse… en un ambiente altamente toxico?
   ¿Acogemos en nuestras parroquias a las personas: alcohólicas…
drogadictas… prostitutas… homosexuales (sean gais o lesbianas)?
  ¿Qué nos impide seguir el ejemplo de Jesús, el Profeta compasivo?

Jesús se compadece, extiende la mano y le toca
Ante aquel leproso excluido, Jesús realiza gestos de verdadero amor.
*Se compadece. La compasión (padecer con) que tiene Jesús,
es la manera más humana de manifestar nuestro amor al prójimo,
de “aproximarnos” al otro, para asumir y hacer nuestro su sufrimiento.
*Extiende la mano. Los “creyentes” satisfechos, bien instalados,
y que solo buscan seguridad; están lejos de seguir el ejemplo de Jesús,
que extiende la mano para acoger al que vive marginado y aislado.
*Toca al leproso. No se trata de tocar con la punta de un dedo,
sino de poner las manos sobre ese cuerpo lleno de llagas.
Con este gesto, Jesús asume el riesgo de quedar impuro, contaminado.
*Luego, el Profeta de Nazaret le dice: Quiero, queda limpio.
Con esta frase, Jesús realiza una verdadera revolución, pues anuncia
que Dios es compasivo, sobre todo, con sus hijos/as despreciados;
y quiere que nosotros pongamos: amor y vida donde hay enfermedad,
verdad y libertad donde hay miedo, justicia y paz donde hay opresión.

Jesús se queda en lugares despoblados
   Jesús ha despedido al leproso diciéndole: No se lo digas a nadie.
Pero éste, apenas se fue, comienza a proclamar lo que ha sucedido.
Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo,
se quedaba en lugares despoblados, pero aun así, la gente acudía.
¿Qué ha sucedido? Según la ley, interpretada por “los especialistas”
quien toca a un leproso -como hace Jesús- queda impuro y excluido.
Este es el costo doloroso que Jesús asume al tocar a un leproso, pues
al cargar con nuestro dolor, lo consideramos un contagiado (Is 53,4).
   Hoy, cuando los seguidores de Jesús y personas de buena voluntad,
pasan a la otra orilla para defender la vida, salud, educación…
de los pobres despreciados y marginados por el capitalismo salvaje;
de inmediato, los responsables de tanta injusticia y corrupción:
insultan… persiguen… acusan… encarcelan… asesinan…
   Es el precio que debemos pagar por salvar a los hermanos de Jesús.
Y Jesús nos sigue diciendo: Ningún discípulo es más que su maestro,
y ningún  servidor es más que su amo.
El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro,
y el servidor como su amo.
Si al dueño de la casa le llaman endemoniado,
¿qué no dirán de su familia? No les tengan miedo (Mt 10,25ss).
J. Castillo A.

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