2º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
1Sam 3,3-10.19 - 1Cor
6,13-20 - Jn 1,35-42
Juan es el profeta del desierto… allí bautiza a Jesús de Nazaret...
y
allí forma discípulos para que sigan a
Jesús, el Cordero de Dios,
que
viene a liberarnos de la
esclavitud, la opresión, la injusticia.
Aquellos
primeros discípulos no buscan una nueva doctrina,
buscan
seguir a Jesús, el Profeta de
Nazaret… y a vivir como vive Él.
Hoy
en día, ¿seguimos a Jesús
practicando sus enseñanzas y obras,
o
preferimos repetir ciertas costumbres humanas ajenas al Evangelio?
Jesús
pregunta: ¿qué buscan?
A los dos discípulos de Juan que le
siguen, Jesús les pregunta:
¿Qué buscan? Esta pregunta
vale también para nosotros:
¿Qué
buscamos los devotos del Niño Jesús,
en este mes de enero?
¿Qué
buscamos al ir a ciertas ceremonias…
o reuniones religiosas?
¿Qué
buscamos al solicitar: bautismo…
misa… matrimonio…?
¿Qué
buscamos cuando nos dejamos arrastrar
por el consumismo?
¿Qué
buscan los países ricos al invertir
dinero en los países pobres?
¿Qué
buscan los empresarios cuando
amontonan oro, plata, cobre…
a
costa del clamor de la tierra y del clamor de los pobres? (LS, 49).
Muy
diferente el interés que tienen los primeros discípulos de Jesús,
van
a lo esencial, buscan a una persona,
a un Maestro para seguirle.
Generalmente,
los expertos utilizan palabras
complicadas
que
solo entienden otros expertos… viajan por muchos lugares…
ofrecen
las mismas recetas… no permiten que otros crezcan…
La
manera cómo enseña el Maestro Jesús,
va por otro camino:
Sus
enseñanzas están respaldadas por el
testimonio de su vida,
y
responden a las aspiraciones más profundas de la gente.
Su
lenguaje es sencillo, al alcance de
todos los que le oyen.
Su
mensaje irradia: vida y amor, verdad y libertad, justicia y
paz.
Ciertamente,
enseña con autoridad y no como los
escribas (Mt 7,29).
Muchos
“expertos” -de ayer y de hoy- no estarán
de acuerdo con Él,
pero
no podrán decir que no le han
entendido.
Maestro,
¿dónde vives?
¿Qué nos impide hacer, actualmente, la
misma pregunta?
¿Seremos
consecuentes cuando Jesús nos diga: Vengan y lo verán?
Recordemos:
Jesús nace pobre en un establo y vive pobremente:
el Hijo del Hombre no tiene dónde
reclinar la cabeza
(Mt 8,20).
Si
alguna vez acepta comer en casa de un jefe fariseo es para decirle:
Cuando des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los
cojos,
los ciegos; y tú serás feliz, pues ellos
no pueden pagarte
(Lc 14,13s).
Él
vino a este mundo para dar vida y vida en abundancia
(Jn 10,10).
Jesús
da vida: anunciando el Reino de Dios y su justicia…
compartiendo el pan con las
personas que sufren hambre…
sanando a los enfermos
despreciados… perdonando a los
pecadores.
Para
los discípulos de Cristo -nos dice el Papa Francisco-
la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre.
Es un caminar detrás de Él y con Él (1ª JMP, 19
nov. 2017).
Los
dos discípulos de Juan Bautista, que empiezan a seguir a Jesús,
ven dónde vive… y,
desde ese día, se quedan con Él.
Ver
y quedarse con Jesús nos lleva a una experiencia más profunda:
Padre, quiero que ellos estén conmigo, donde yo voy a estar;
para que vean mi gloria, la gloria que
Tú me has dado
(Jn 17,24).
Hemos
encontrado a Jesús de Nazaret
Andrés -uno de los dos discípulos- busca
a su hermano Simón,
y
comparte con él la experiencia de vivir con Jesús, diciéndole:
Hemos
encontrado al Mesías, al
Cristo.
Y se lo presenta a Jesús.
Al día siguiente, Felipe, busca a Natanael (Bartolomé) y le dice:
Hemos
hallado a Aquel de
quien escribió Moisés y los profetas,
es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret… Luego Natanael
exclama:
Maestro, tú eres el Hijo de Dios, el rey
de Israel
(Jn 1,43ss).
También
la samaritana corre al pueblo para
decir a sus paisanos:
Vengan
a ver a un hombre que
me ha dicho todo lo que yo hice.
¿No será éste el Cristo?... En aquel
pueblo muchos creyeron en Jesús
por las palabras de la mujer… Los
samaritanos acudieron a Jesús
y le rogaron que se quedara con ellos (Jn 4,28ss).
Nuestros
Obispos reunidos en Aparecida (en el 2007) nos dicen:
Conocer
a Jesús por la fe es nuestro
gozo. Seguirle es una gracia.
Transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor,
al llamarnos y elegirnos, nos ha
confiado (DA,
n.18 y 32).
J. Castillo A.
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