3º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jonás 3,1-10 - 1Cor 7,29-31 - Mc 1,14-20
La voz de Juan Bautista no termina con su
prisión y asesinato…
Jesús
-el Profeta de Nazaret- retoma su antorcha y, desde Galilea,
anuncia
la
Buena Noticia del Reino de Dios: vida,
justicia, verdad…
También
llama a sus primeros discípulos diciéndoles: Síganme.
Ellos
responden con prontitud, lo dejan todo y siguen a Jesús.
Jesús
anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios
Anunciar el Reino de Dios sobre todo a
los insignificantes y pobres,
es
lo más importante para Jesús, es el centro de toda su vida.
Con
el anuncio de esta Buena Noticia, Jesús quiere hacer realidad:
*Una sociedad más humana, pues todos nosotros
hemos
sido creados a imagen y semejanza de Dios
(Gen 1,26).
*Una sociedad más fraterna, donde todas
las personas vivamos:
como
hijos de un mismo Padre… y como hermanos entre nosotros.
*Una sociedad más justa, donde los ricos
“creyentes”, puedan decir:
Mira, Señor, voy a dar a los pobres la
mitad de mis bienes,
y a quien le he robado, le devolveré
cuatro vece más
(Lc 19,1-10).
Acoger
el Reino de Dios es un don y también
una respuesta libre.
Así
lo dice Pablo VI: Este Reino y esta
salvación pueden ser recibidos
por todo hombre, como gracia y misericordia;
pero a la vez cada uno debe conquistarlos con la fuerza (Mt 11,12),
con la fatiga y el sufrimiento, con una
vida conforme al Evangelio,
con la renuncia y la cruz, con el
espíritu de las Bienaventuranzas.
Pero ante todo cada uno lo consigue mediante un cambio
interior…
una conversión radical, una
transformación profunda
de la mente y del corazón (cf. Anuncio
del Evangelio, 1975, n.10).
Jamás
debemos olvidar que nuestra vocación es anunciar el Reino:
Evangelizar constituye la dicha y
vocación propia de la Iglesia,
su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar,
es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia,
reconciliar a los pecadores con Dios (EN, n.14).
Jesús
busca seguidores
Anunciar la Buena Noticia del Reino no es tarea de una persona.
Por
eso, el mismo Jesús busca seguidores
para que vivan con Él,
y
sean formados mientras recorre pueblos y ciudades de Galilea.
Un
día, mientras Jesús camina por las orillas del lago de Galilea,
ve
a Simón y a su hermano Andrés, que echan las redes en el mar.
Más
allá ve a Santiago y a su hermano Juan, arreglando las redes.
A
ellos les dice: Síganme, yo haré de ustedes pescadores de personas.
Jesús
llama, no a gente desocupada, sino a personas que trabajan,
que
saben echar las redes en el mar y arreglar
las redes malogradas.
Estos
pescadores no son profesionales en materia religiosa,
son
personas que conocen bien su oficio:
mar, barca, redes, peces…
Desde
esta experiencia, ellos comprenderán lo que significa:
ser
pescadores de personas, y anunciar el
Reino de Dios y su justicia.
Ellos
dejan redes y barca, familiares y
jornaleros… y siguen a Jesús.
Hoy en día -como dice el Papa Francisco- nos hace bien recordar
que la Iglesia no es una elite de los
sacerdotes, de los consagrados,
de los obispos, sino que todos formamos
el Santo Pueblo fiel de Dios.
Desde
esta perspectiva, el Papa nos pide dejar
el clericalismo,
que
es una de las deformaciones de nuestra Iglesia Latinoamericana.
*El
clericalismo no solo anula la
personalidad de los cristianos,
sino que tiene una tendencia a desvalorizar la gracia bautismal
que el Espíritu Santo puso en el corazón
de nuestra gente.
*El
clericalismo… limita las
distintas iniciativas, esfuerzos
y hasta me animo a decir, osadías
necesarias para llevar el Evangelio
a todos los ámbitos del quehacer social
y especialmente político.
*El
clericalismo lejos de impulsar
los distintos aportes, propuestas,
poco a poco va apagando el fuego profético que toda la Iglesia
está llamada a testimoniar en el corazón
de sus pueblos.
Luego,
el Obispo de Roma recuerda el rol de la autoridad eclesial:
No es el pastor el que le dice al laico
lo que tiene que hacer o decir,
ellos lo saben tanto o mejor que
nosotros…
Como pastores, unidos a nuestro pueblo,
nos hace bien preguntamos
cómo
estimulamos y promovemos la caridad y la
fraternidad,
el deseo del bien, de la verdad y la
justicia.
Qué hacemos para que la corrupción no anide en nuestros
corazones.
(Carta
al Cardenal Marc Quellet. Roma, 19/marzo/2016).
Así es, hace falta dejarlo todo para seguir a Jesús
(Mc 10,28).
J. Castillo A.
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