miércoles, 17 de enero de 2018

Desde Galilea

3º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jonás 3,1-10  -  1Cor 7,29-31  -  Mc 1,14-20

   La voz de Juan Bautista no termina con su prisión y asesinato…
Jesús -el Profeta de Nazaret- retoma su antorcha y, desde Galilea,
anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios: vida, justicia, verdad
   También llama a sus primeros discípulos diciéndoles: Síganme.
Ellos responden con prontitud, lo dejan todo y siguen a Jesús.

Jesús anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios
   Anunciar el Reino de Dios sobre todo a los insignificantes y pobres,
es lo más importante para Jesús, es el centro de toda su vida.
   Con el anuncio de esta Buena Noticia, Jesús quiere hacer realidad:
*Una sociedad más humana, pues todos nosotros
hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26).  
*Una sociedad más fraterna, donde todas las personas vivamos:
como hijos de un mismo Padre… y como hermanos entre nosotros.
*Una sociedad más justa, donde los ricos “creyentes”, puedan decir:
Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes,
y a quien le he robado, le devolveré cuatro vece más (Lc 19,1-10).
   Acoger el Reino de Dios es un don y también una respuesta libre.
Así lo dice Pablo VI: Este Reino y esta salvación pueden ser recibidos
por todo hombre, como gracia y misericordia;
pero a la vez cada uno debe conquistarlos con la fuerza (Mt 11,12),
con la fatiga y el sufrimiento, con una vida conforme al Evangelio,
con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las Bienaventuranzas.
Pero ante todo cada uno lo consigue mediante un cambio interior…
una conversión radical, una transformación profunda
de la mente y del corazón (cf. Anuncio del Evangelio, 1975, n.10).
   Jamás debemos olvidar que nuestra vocación es anunciar el Reino:  
Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia,
su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar,
es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia,
reconciliar a los pecadores con Dios (EN, n.14).

Jesús busca seguidores
   Anunciar la Buena Noticia del Reino no es tarea de una persona.
Por eso, el mismo Jesús busca seguidores para que vivan con Él,
y sean formados mientras recorre pueblos y ciudades de Galilea.
   Un día, mientras Jesús camina por las orillas del lago de Galilea,
ve a Simón y a su hermano Andrés, que echan las redes en el mar.
Más allá ve a Santiago y a su hermano Juan, arreglando las redes.
A ellos les dice: Síganme, yo haré de ustedes pescadores de personas.
   Jesús llama, no a gente desocupada, sino a personas que trabajan,
que saben echar las redes en el mar y arreglar las redes malogradas.
Estos pescadores no son profesionales en materia religiosa,
son personas que conocen bien su oficio: mar, barca, redes, peces…
Desde esta experiencia, ellos comprenderán lo que significa:
ser pescadores de personas, y anunciar el Reino de Dios y su justicia.
Ellos dejan redes y barca, familiares y jornaleros… y siguen a Jesús.
   Hoy en día -como dice el Papa Francisco- nos hace bien recordar
que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados,
de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios.
   Desde esta perspectiva, el Papa nos pide dejar el clericalismo,
que es una de las deformaciones de nuestra Iglesia Latinoamericana.
*El clericalismo no solo anula la personalidad de los cristianos,
sino que tiene una tendencia a desvalorizar la gracia bautismal
que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente.
*El clericalismo… limita las distintas iniciativas, esfuerzos
y hasta me animo a decir, osadías necesarias para llevar el Evangelio
a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político.
*El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas,
poco a poco va apagando el fuego profético que toda la Iglesia
está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos.
   Luego, el Obispo de Roma recuerda el rol de la autoridad eclesial:
No es el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir,
ellos lo saben tanto o mejor que nosotros…
Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos
cómo estimulamos y promovemos la caridad y la fraternidad,
el deseo del bien, de la verdad y la justicia.
Qué hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones.
(Carta al Cardenal Marc Quellet. Roma, 19/marzo/2016).
   Así es, hace falta dejarlo todo para seguir a Jesús (Mc 10,28).
J. Castillo A.

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