miércoles, 7 de septiembre de 2016

Sean misericordiosos

24º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ex 32,7-14  -  1Tim 1,12-17  -  Lc 15,1-32

   Con sus enseñanzas llenas de sabiduría, y con sus gestos audaces,
Jesús nos da a conocer que Dios es un Padre misericordioso.
   Es por eso que los publicanos y pecadores se acercan a escucharle,
mientras que los fariseos y los maestros de la ley le critican.
   Jesús de Nazaret -caminando por ciudades y pueblos-
no se cansa de buscar y salvar lo que está perdido (Lc 19,10);
y nos sigue diciendo: todos ustedes son hermanos (Mt 23,8).

Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte
   Mientras Jesús va a Jerusalén, dos grupos opuestos se le acercan:
-Los publicanos y pecadores, personas indeseables y despreciadas.
A todos ellos, Jesús no los condena -todo lo contrario- los acoge…
se sienta con ellos a la mesa… comparte la comida y la vida.
-También se acercan los fariseos y escribas, pero para murmurar.
Éstos y los funcionarios del templo que se creen “buenos y justos”,
acusan a Jesús de ser “engañador” y buscan encarcelarlo (Jn 7,45ss).
   A los dos grupos, Jesús les narra varias parábolas.
*Empieza hablando de “un pastor” que ha perdido una oveja,
y de inmediato sale a buscarla, abandonando a las noventa y nueve.
Cuando la encuentra, lleno de cariño, la carga sobre sus hombros.
Al volver, invita a sus amigos y vecinos para compartir su alegría.
*Luego, dice que “una mujer” tiene diez monedas y pierde una.
Al encontrarla, llama a sus amigas y vecinas para decirles:
Alégrense conmigo, porque encontré la moneda perdida.
   En ambos casos, el Profeta de la misericordia concluye diciendo:
Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierte.
Jesús no rechaza a los pecadores sino que los busca para darles vida.
   Hoy, los “seguidores” de Jesús ¿actuamos siguiendo su ejemplo?
¿Qué decir de  aquellos “cristianos” que se apacientan a sí mismos…
no sanan a los enfermos y heridos… ni buscan a los extraviados…
solo pretenden alimentarse bien y vestir lujosamente…? (Ez 34).

Jesús quiere que todos nosotros vivamos como hermanos
   *El mensaje de la parábola del “padre misericordioso”,
nos encamina a vivir como hermanos, para decir: Padre nuestro.
   Por diversas causas, ya sean personales, familiares o sociales,
muchos jóvenes andan sin rumbo, son como ovejas sin pastor.
Se asemejan al hijo menor que abandona la “Casa del Padre”,
para vivir después miserablemente en la “casa del patrón”;
donde los cerdos son mejor alimentados, no así los trabajadores.
Sin embargo, ese hijo decide levantarse y volver a la casa del padre.
   Cuando todavía está lejos, sucede algo increíble y conmovedor.
Su padre lo ve…se le remueven las entrañas… corre a su encuentro…
le abraza… le besa… A continuación, el padre dice a sus servidores:
-Traigan la mejor ropa y vístanle: Con el mejor vestido el hijo menor
recupera su dignidad y, algo importante, se reviste de una vida nueva:
Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.
-Colóquenle un anillo en el dedo: El anillo es símbolo de autoridad.
Recordemos a José, el hijo menor, que fue vendido por sus hermanos.
Ya en Egipto, el faraón le dice: Te pongo al frente de todo el país
luego, se quitó el anillo y se lo puso a José (Gen 41,40ss).
-Pónganle sandalias en los pies: Liberado del hambre y esclavitud,
en adelante vivirá con dignidad, compartiendo el pan de cada día.
-Celebremos un banquete: Invita a los pobres, mancos, cojos, ciegos.
Al celebrar la Cena del Señor, ¿acogemos y comemos con pecadores?
   Entre tanto, el hijo mayor estando cerca, vive alejado de su padre.
Al enterarse que la fiesta era para celebrar la vuelta de su hermano,
el hijo mayor lleno de ira no quiere entrar en la “Casa del Padre”.
Al respecto, recordemos a Caín quien también es hermano mayor,
al observar que Dios mira con cariño la ofrenda de Abel y no la de él,
se irrita y lleva a su hermano al campo donde lo asesina (Gen 4,3ss).
   Cuando el padre sale y ruega al hijo mayor a entrar en la casa, éste:
-Humilla a su padre: Son muchos años que te sirvo sin desobedecerte,
y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos.
-Niega y difama a su hermano: Pero cuando llega ese hijo tuyo,
que ha malgastado tu dinero con prostitutas, matas el ternero gordo.
   El padre, en cambio, le trata con misericordia y le dice:
Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo.
   Jamás debemos olvidar que Jesús de Nazaret nos sigue diciendo:
Hijos míos, ámense unos a otros como yo les amo (Jn13,34s).
J. Castillo A.

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