24º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ex 32,7-14 - 1Tim
1,12-17 - Lc 15,1-32
Con sus enseñanzas llenas de sabiduría, y con sus gestos audaces,
Jesús
nos da a conocer que Dios es un Padre misericordioso.
Es
por eso que los publicanos y pecadores se acercan a escucharle,
mientras
que los fariseos y los maestros de la ley le critican.
Jesús
de Nazaret -caminando por ciudades y pueblos-
no
se cansa de buscar y salvar lo que está
perdido (Lc 19,10);
y
nos sigue diciendo: todos ustedes son
hermanos (Mt 23,8).
Hay
más alegría en el cielo por un pecador que se convierte
Mientras Jesús va a Jerusalén, dos grupos
opuestos se le acercan:
-Los publicanos y pecadores, personas
indeseables y despreciadas.
A
todos ellos, Jesús no los condena -todo lo contrario- los acoge…
se
sienta con ellos a la mesa… comparte la comida y la vida.
-También
se acercan los fariseos y escribas,
pero para murmurar.
Éstos
y los funcionarios del templo que se creen “buenos y justos”,
acusan
a Jesús de ser “engañador” y buscan encarcelarlo (Jn 7,45ss).
A
los dos grupos, Jesús les narra varias parábolas.
*Empieza
hablando de “un pastor” que ha perdido
una oveja,
y
de inmediato sale a buscarla, abandonando a las noventa y nueve.
Cuando
la encuentra, lleno de cariño, la carga sobre sus hombros.
Al
volver, invita a sus amigos y vecinos para compartir su alegría.
*Luego,
dice que “una mujer” tiene diez monedas
y pierde una.
Al
encontrarla, llama a sus amigas y vecinas para decirles:
Alégrense conmigo, porque encontré la
moneda perdida.
En
ambos casos, el Profeta de la misericordia concluye diciendo:
Habrá
más alegría en el cielo por un pecador que se convierte.
Jesús
no rechaza a los pecadores sino que los busca para darles vida.
Hoy,
los “seguidores” de Jesús ¿actuamos siguiendo su ejemplo?
¿Qué
decir de aquellos “cristianos” que se
apacientan a sí mismos…
no
sanan a los enfermos y heridos… ni buscan a los extraviados…
solo
pretenden alimentarse bien y vestir lujosamente…? (Ez 34).
Jesús
quiere que todos nosotros vivamos como hermanos
*El mensaje de la parábola del “padre misericordioso”,
nos
encamina a vivir como hermanos, para
decir: Padre nuestro.
Por
diversas causas, ya sean personales, familiares o sociales,
muchos
jóvenes andan sin rumbo, son como ovejas sin pastor.
Se
asemejan al hijo menor que abandona
la “Casa del Padre”,
para
vivir después miserablemente en la “casa del patrón”;
donde
los cerdos son mejor alimentados, no así los trabajadores.
Sin
embargo, ese hijo decide levantarse y volver a la casa del padre.
Cuando
todavía está lejos, sucede algo increíble y conmovedor.
Su
padre lo ve…se le remueven las entrañas…
corre a su encuentro…
le abraza… le besa… A
continuación, el padre dice a sus servidores:
-Traigan
la mejor ropa y vístanle: Con el mejor vestido el hijo menor
recupera
su dignidad y, algo importante, se reviste de una vida nueva:
Estaba muerto y ha vuelto a la vida;
estaba perdido y ha sido hallado.
-Colóquenle
un anillo en el dedo: El anillo es símbolo de autoridad.
Recordemos
a José, el hijo menor, que fue vendido por sus hermanos.
Ya
en Egipto, el faraón le dice: Te pongo al
frente de todo el país…
luego,
se quitó el anillo y se lo puso a José
(Gen 41,40ss).
-Pónganle
sandalias en los pies: Liberado del hambre y esclavitud,
en
adelante vivirá con dignidad, compartiendo el pan de cada día.
-Celebremos
un banquete: Invita a los pobres,
mancos, cojos, ciegos.
Al
celebrar la Cena del Señor, ¿acogemos
y comemos con pecadores?
Entre
tanto, el hijo mayor estando cerca,
vive alejado de su padre.
Al
enterarse que la fiesta era para celebrar la vuelta de su hermano,
el
hijo mayor lleno de ira no quiere entrar
en la “Casa del Padre”.
Al
respecto, recordemos a Caín quien también es hermano mayor,
al
observar que Dios mira con cariño la ofrenda de Abel y no la de él,
se irrita y lleva a su
hermano al campo donde lo asesina (Gen 4,3ss).
Cuando
el padre sale y ruega al hijo mayor a entrar en la casa, éste:
-Humilla
a su padre: Son muchos años que te sirvo
sin desobedecerte,
y nunca me has dado un cabrito para
comérmelo con mis amigos.
-Niega
y difama a su hermano: Pero
cuando llega ese hijo tuyo,
que ha malgastado tu dinero con
prostitutas, matas el ternero gordo.
El
padre, en cambio, le trata con misericordia y le dice:
Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo
lo mío es tuyo.
Jamás
debemos olvidar que Jesús de Nazaret nos sigue diciendo:
Hijos
míos, ámense unos a otros como yo les amo (Jn13,34s).
J. Castillo A.
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