25º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Am 8,4-7
- 1Tim 2,1-8 - Lc
16,1-13
No todo está perdido para el
administrador que se queda sin trabajo.
Por
un lado es “deshonesto” al derrochar
los bienes de su patrón,
pero
también es “astuto”, asegura su futuro
disminuyendo las deudas.
A
partir de esta parábola Jesús dice a sus seguidores, de ayer y hoy:
Los
hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz…
Luego
añade: Gánense amigos con el dinero injusto...
Y
sigue anunciando: Ustedes no puede servir a Dios y al dinero.
Los
hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz
En la parábola, Jesús no alaba la deshonestidad
del administrador,
sino
su astucia
para sobrevivir, pues ha sido despedido
de su trabajo;
además,
trabajar la tierra no puede, y mendigar
le da vergüenza.
El
anuncio de la Buena Noticia del Reino no es tarea fácil.
Es
por eso que Jesús -desde su propia experiencia- nos sigue diciendo:
Miren, yo los envío como ovejas en medio
de lobos,
sean astutos como serpientes y sencillos
como palomas
(Mt 10,16).
Hoy,
ciertos poderosos -hijos de las tinieblas- actúan con “astucia”:
-para
lograr el respaldo del poder ejecutivo, legislativo, judicial…
-para
financiar y controlar los diversos medios de comunicación…
-para
construir enormes edificios que son “templos del consumo”; etc.
Hacen
eso para ser más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.
Consecuencia:
niños, jóvenes, adultos que no ven, no oyen, no hablan;
solo
buscan adquirir las últimas novedades y amontonar cosas.
Ante
estos problemas desafiantes, ¿qué hacemos los hijos de la luz?
-¿Anunciamos
el Evangelio con el testimonio de nuestras obras,
o solo son palabras rutinarias que no dicen
nada a los que nos oyen?
-¿Ayudamos
a la gente a pensar, reflexionar y actuar desde su fe?
-¿Los
valores del Reino vienen a ser la base de nuestro compromiso?
-¿Logramos
crear una nueva corriente de opinión desde el Evangelio?
-¿Inspiramos
proyectos sociales basados en las enseñanzas de Jesús?
-¿Construimos,
desde el Evangelio, una sociedad más justa y fraterna?
Gánense
amigos con el dinero injusto
Jesús jamás permanece indiferente ante el
sufrimiento humano.
Consagrado
con el Espíritu Santo, pasa haciendo el bien (Hch 10,38):
-acoge
a los despreciados y come con ellos… -sana a los enfermos…
-perdona
a los pecadores… -nos pide que vivamos
como hermanos…
Si
acepta la invitación de algunos fariseos importantes y publicanos,
es
para que devuelvan a los pobres lo que le han robado.
En
este contexto, Jesús dice: Gánense amigos
con el dinero injusto,
para que, cuando se acabe, ellos los
reciban en la morada eterna.
Es
una petición a los ricos para que dejando de adorar al dios-dinero,
se
hagan amigos de los pobres, dándoles vida en este mundo;
pues
los pobres, que son hermanos de Jesús, los acogerán en el Reino:
Vengan
ustedes, bendecidos por mi Padre, y reciban el Reino…
porque
tuve hambre y ustedes me dieron de comer… (Mt 25,31ss).
Ahora
bien, los hambrientos y sedientos, los enfermos y desnudos,
los
migrantes y encarcelados, los marginados y desempleados…
¿ocupan
un lugar preferencial en nuestras actividades de cada día?
No
pueden servir a Dios y al dinero
¿De qué sirve acumular riquezas: destruyendo la madre tierra
y pisoteando los derechos más
elementales de los pobres?
¿Bastará
después: oír Misa y repetir oraciones
para poseer el cielo?
Lo
que dijo Eduardo Galeano (1940-2015), tiene mucha actualidad:
La humanidad entera paga las
consecuencias de la ruina de la tierra,
la intoxicación del aire, envenenamiento
del agua, cambio de clima.
Datos, ocultos bajo el maquillaje de las
palabras, revelan que el 25%
de la humanidad comete el 75% de
crímenes contra la naturaleza.
Esas empresas, las más devastadoras del
planeta,
figuran en los primeros lugares entre
las que más dinero ganan.
Quienes sufren el castigo son los
pobres, gente pobre, países pobres.
Lo que está mal en el norte, está bien
en el sur;
lo que en el norte está prohibido, en el
sur es bienvenido.
Raras veces la complicidad de los
gobiernos locales se ejerce gratis.
Tampoco son gratuitas las campañas
publicitarias
contra los defensores de la naturaleza y
de la dignidad humana,
descalificados como abogados del atraso,
que se dedican a espantar la inversión
extranjera
y a sabotear el desarrollo económico (“Patas
arriba”, 1998).
J. Castillo A.
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