26º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Am 6,1a. 4-7 - 1Tim
6,11-16 - Lc 16,19-31
Este abismo… se da en países pobres como
el nuestro, por ejemplo:
El
presidente del directorio de Southern
Perú Copper Corporation,
el
2006, recibió $ 1’515,127 por su “trabajo” (=S/. 4’848,406 soles);
es
decir, por cada mes cobró la suma de S/. 404,033 soles.
Sin
embargo, ese año, el sueldo mínimo vital era de S/. 550 soles.
Con
este sueldo de hambre, un obrero debía trabajar unos 61 años,
para
tener lo que unos ricos ganan en un mes (La Rep. 9/09/2007).
Ante
éstas y otras injusticias, ¿qué dice Jesús, el
hijo del carpintero?
Había
un hombre rico… Había un pobre llamado Lázaro…
A los fariseos, amigos del dinero, que le escuchan y se burlan,
Jesús
les dice: Había un hombre rico, que
se vestía elegantemente
y todos los días ofrecía espléndidos
banquetes.
Encerrado
en su egoísmo e indiferencia, ese rico no tiene nombre…
Es
incapaz de ver el sufrimiento y de oír el lamento de los pobres…
Solo
le interesa: comer, beber, gozar,
disfrutar, pasarlo bien…
Jesús
continúa diciendo: Había también un pobre llamado Lázaro,
echado en el suelo a la puerta de la
casa del rico.
No
lleva vestido lujoso… sino llagas en todo su cuerpo.
Tiene
hambre… pero la comida que sobra es arrojada al basurero.
Solo
los perros, animales impuros, se acercan a lamerle las heridas.
Diversos
abismos separan a los poderosos de los pobres indefensos:
*La indiferencia: Amós (s. 8º a.C.)
denuncia a los ricos malvados
que
duermen lujosamente, comen y beben en grandes banquetes…
mientras
el país se arruina y a los ricos no les
importa (1ª lectura).
*Lo religioso: El sacerdote y el levita se van sin hacer nada…
en
cambio, un samaritano despreciado
ve, se compadece, se acerca,
y
cura las heridas de aquel hombre abandonado en el camino (Lc 10).
*La hipocresía: Los escribas andan con largas vestiduras,
buscan
los asientos de honor en las sinagogas y en los banquetes…
pero
devoran los bienes de las viudas con
pretexto de orar (Lc 20).
Muere
el pobre Lázaro… Muere también el rico…
Para Lázaro
parece que no hay sepultura, no tiene familiares;
sin
embargo, su familia son ángeles que lo llevan al seno de Abrahán.
En
cambio el rico es sepultado y va al
lugar de los tormentos.
En
este mundo Lázaro recibió desgracias
y en el cielo es consolado,
el
rico, por el contrario, recibió bienes y ahora es atormentado.
Estas
frases no debemos repararlas de su contexto y concluir:
-Dios
quiere que los pobres sufran “en esta vida” y los ricos gocen…
-Que
se debe esperar el “más allá” para que estas injusticias cambien.
No
olvidemos que el destino final de cada uno se decide en esta vida.
Por
eso, examinémonos…siguiendo las enseñanzas de Medellín:
En el contexto de pobreza y aun de miseria en que vive
la gran mayoría del pueblo
latinoamericano,
los obispos, sacerdotes y religiosos
tenemos lo necesario para la vida,
y cierta seguridad; mientras los pobres carecen de lo indispensable
y
se debaten entre la angustia y la incertidumbre.
Y no faltan casos en que los pobres
sienten que sus obispos,
párrocos y religiosos no se identifican realmente con ellos,
con sus problemas y angustias; que no siempre apoyan
a los que trabajan con ellos o abogan
por su suerte
(DM, 14º, n.3).
Padre
Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro:
*Que
moje su dedo en agua y me refresque la lengua.
El
rico es un judío “devoto”, conoce a Abrahán y le llama “padre”.
Abrahán
responde y le llama “hijo”. Esto significa que la parábola
va
dirigida a los ricos que viven en esta tierra, para que se conviertan,
para
que cambien su vida, derrumben los muros de tantos privilegios,
alivien
el dolor de los que tienen hambre, sed,
desnudez, enfermedad;
y
luchen para destruir las causas de las injustas desigualdades.
*Que
avise a mis hermanos para que no vengan a este lugar.
El
rico no quiere que sus hermanos padezcan el mismo tormento,
por
eso pide que Lázaro (=Dios ayuda)
vaya a su casa y los advierta.
Abrahán
le dice: Tienen a Moisés y a los
profetas, que los escuchen.
Los
cristianos, ¿qué hemos hecho del Evangelio anunciado por Jesús?
*No,
padre Abrahán, si un muerto los visita, se convertirán.
Nuevamente,
la respuesta de Abrahán es tajante: Si no
escuchan
a Moisés ni a los profetas, aunque un
muerto resucite no le creerán.
Nosotros,
¿escuchamos y practicamos las enseñanzas de Jesús?
J. Castillo A.
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