miércoles, 21 de septiembre de 2016

Abismo entre ricos y pobres

26º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Am 6,1a. 4-7  -  1Tim 6,11-16  -  Lc 16,19-31

   Este abismo… se da en países pobres como el nuestro, por ejemplo:
   El presidente del directorio de Southern Perú Copper Corporation,
el 2006, recibió $ 1’515,127 por su “trabajo” (=S/. 4’848,406 soles);
es decir, por cada mes cobró la suma de S/. 404,033 soles.
Sin embargo, ese año, el sueldo mínimo vital era de S/. 550 soles.
Con este sueldo de hambre, un obrero debía trabajar unos 61 años,
para tener lo que unos ricos ganan en un mes (La Rep. 9/09/2007).
   Ante éstas y otras injusticias, ¿qué dice Jesús, el hijo del carpintero?

Había un hombre rico… Había un pobre llamado Lázaro…
   A los fariseos, amigos del dinero, que le escuchan y se burlan,
Jesús les dice: Había un hombre rico, que se vestía elegantemente
y todos los días ofrecía espléndidos banquetes.
Encerrado en su egoísmo e indiferencia, ese rico no tiene nombre…
Es incapaz de ver el sufrimiento y de oír el lamento de los pobres…
Solo le interesa: comer, beber, gozar, disfrutar, pasarlo bien… 
   Jesús continúa diciendo: Había también un pobre llamado Lázaro,
echado en el suelo a la puerta de la casa del rico.
No lleva vestido lujoso… sino llagas en todo su cuerpo.
Tiene hambre… pero la comida que sobra es arrojada al basurero.
Solo los perros, animales impuros, se acercan a lamerle las heridas.
   Diversos abismos separan a los poderosos de los pobres indefensos:
*La indiferencia: Amós (s. 8º a.C.) denuncia a los ricos malvados
que duermen lujosamente, comen y beben en grandes banquetes…
mientras el país se arruina y a los ricos no les importa (1ª lectura).
*Lo religioso: El sacerdote y el levita se van sin hacer nada…
en cambio, un samaritano despreciado ve, se compadece, se acerca,
y cura las heridas de aquel hombre abandonado en el camino (Lc 10).
*La hipocresía: Los escribas andan con largas vestiduras,
buscan los asientos de honor en las sinagogas y en los banquetes…
pero devoran los bienes de las viudas con pretexto de orar (Lc 20).

Muere el pobre Lázaro… Muere también el rico…
   Para Lázaro parece que no hay sepultura, no tiene familiares;
sin embargo, su familia son ángeles que lo llevan al seno de Abrahán.
En cambio el rico es sepultado y va al lugar de los tormentos.
En este mundo Lázaro recibió desgracias y en el cielo es consolado,
el rico, por el contrario, recibió bienes y ahora es atormentado.
   Estas frases no debemos repararlas de su contexto y concluir:
-Dios quiere que los pobres sufran “en esta vida” y los ricos gocen…
-Que se debe esperar el “más allá” para que estas injusticias cambien.
No olvidemos que el destino final de cada uno se decide en esta vida.
   Por eso, examinémonos…siguiendo las enseñanzas de Medellín:
En el contexto de pobreza y aun de miseria en que vive
la gran mayoría del pueblo latinoamericano,
los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida,
y cierta seguridad; mientras los pobres carecen de lo indispensable
y se debaten entre la angustia y la incertidumbre.
Y no faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos,
párrocos y religiosos no se identifican realmente con ellos,
con sus problemas y angustias; que no siempre apoyan
a los que trabajan con ellos o abogan por su suerte (DM, 14º, n.3).

Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro:
*Que moje su dedo en agua y me refresque la lengua.
El rico es un judío “devoto”, conoce a Abrahán y le llama “padre”.
Abrahán responde y le llama “hijo”. Esto significa que la parábola
va dirigida a los ricos que viven en esta tierra, para que se conviertan,
para que cambien su vida, derrumben los muros de tantos privilegios,
alivien el dolor de los que tienen hambre, sed, desnudez, enfermedad;
y luchen para destruir las causas de las injustas desigualdades.
*Que avise a mis hermanos para que no vengan a este lugar.
El rico no quiere que sus hermanos padezcan el mismo tormento,
por eso pide que Lázaro (=Dios ayuda) vaya a su casa y los advierta.
Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen.
Los cristianos, ¿qué hemos hecho del Evangelio anunciado por Jesús?
*No, padre Abrahán, si un muerto los visita, se convertirán.
Nuevamente, la respuesta de Abrahán es tajante: Si no escuchan
a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite no le creerán.
Nosotros, ¿escuchamos y practicamos las enseñanzas de Jesús?
J. Castillo A.

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