miércoles, 1 de junio de 2016

Con entrañas de misericordia



10º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
1Re 17,17-24  -  Gal 1,11-19  -  Lc 7,11-17

Mientras un numeroso grupo de vecinos de la ciudad de Naín salen,
llevando los restos mortales del hijo único de una madre viuda;
Jesús, sus discípulos y mucha gente, llegan a la puerta de esa ciudad.
   Este encuentro entre la Vida y la muerte, debemos meditarlo
a la luz de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Hijo único de una madre viuda
Al ver el sufrimiento de aquella madre viuda, Jesús: tiene compasión
(se le remueven las entrañas), se acerca a ella y le dice: No llores.
   Recordemos que Jesús, desde que empieza a predicar en Galilea,
es también hijo único de una madre viuda llamada María.
   Jesús actúa siempre movido por la compasión y la misericordia.
Él acoge y da vida a las personas que llevan sobre sus hombros:
pobreza, hambre, llanto… odio, exclusión, desprecio (Lc 6,20-23).
   Al respecto, meditemos y hagamos realidad estos gestos de Jesús:  
*Ante el sepulcro de su amigo Lázaro, Jesús al ver llorar a María…
se le remueven las entrañas… se estremece… y llora (Jn 11,33s).
*Al llegar a Jerusalén y ver la ciudad, Jesús llora por ella y dice:
Ojalá reconozcas en este día los caminos de la paz (Lc 19,41s).
*Mientras Jesús camina al Calvario, le siguen muchísima gente
y también muchas mujeres que lloran y se lamentan por Él.
Jesús las mira y les dice: Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí,
lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos… (Lc 23,27ss).
*Antes de morir, Jesús nos deja este significativo testamento:
Al ver a su madre y junto a ella al discípulo amado,
Jesús dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. (Jn 19,25ss).
   Nuestra Cena del Señor será creíble si actuamos con misericordia:
Señor, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana.
Inspíranos el gesto oportuno frente al hermano solo y desamparado.
Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado.
(Plegaria eucarística V/b)

Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
   En aquella época se decía: quien toca un cadáver queda impuro.
A Jesús, el Profeta de la misericordia, no le interesa esas creencias.
Se acerca… toca el ataúd… y dice: Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
El muerto se levanta, se pone a hablar. Jesús se lo entrega a su madre.
   Actualmente, es doloroso ver morir a jóvenes “antes de tiempo”…
También es doloroso ver a jóvenes que han caído en las redes
de la droga, la pornografía, la prostitución, la violencia callejera…
Y no faltan  jóvenes desorientados por falta de capacitación,
sin posibilidad de trabajo, con un futuro incierto…
No olvidemos que tras todos estos problemas, hay mucho llanto.
   ¿Descubrimos en aquellos rostros, el rostro sufriente de Jesús? 
¿Acogemos a esos jóvenes para orientarlos hacia una reconciliación:
consigo mismo… con los demás… con la naturaleza… y con Dios?
¿Les damos la posibilidad de: ver, oír, hablar, levantarse, caminar
o seguimos “abusando” de la paciencia de niños, jóvenes y adultos?
   Refiriéndose a los laicos en general, el Papa Francisco nos dice:
Hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido
es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia
y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis
   Luego añade: Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical
creyendo que son laicos comprometidos
solo aquellos que trabajan en cosas “de los curas”
y hemos olvidado, descuidado al creyente que -muchas veces-
quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe…
Debemos reconocer que el laico por su propia realidad e identidad,
por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política,
por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan;
continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización
y de celebración de la fe (Carta al Card. Marc Ouellet, 19/03/2016).
   Escuchemos también el “Mensaje de Vaticano II a la juventud”,
y ayudemos a los jóvenes para que: -Luchen contra todo egoísmo.
-No permitan que se dé libre curso a los instintos de violencia y odio.
-Que sean generosos, puros, respetuosos y sinceros.
-Construyan con entusiasmo un mundo mejor que el de sus mayores.
   Dios es Padre de los huérfanos y protector de las viudas (Sal 68,6),
y un día, ya no habrá: muerte, luto, llanto, ni dolor (Apc 21,4).
J. Castillo A.

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