12º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Zac 12,10-11 - Gal
3,26-29 - Lc 9,18-24
En un ambiente de oración, Jesús pregunta
a sus discípulos:
¿Quién dice la gente que soy yo? Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Luego,
Jesús anuncia: -Que va a padecer, ser ejecutado y resucitar.
-Y,
el que quiera seguirle, niéguese a sí mismo y cargue con su cruz.
¿Quién
es Jesús?
Después que sus discípulos han recorrido
los pueblos de Galilea,
anunciando
el Reino de Dios y sanando a los enfermos;
Jesús
los reúne y les pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo?
La
gente ve a Jesús como uno de los grandes profetas: Juan, Elías…
Esto
es un buena señal del anuncio que han realizado sus discípulos.
Luego
hace esta otra pregunta: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Pedro
toma la palabra y responde: Tú eres el Mesías de Dios.
Pero,
Jesús les ordena terminantemente que no digan esto a nadie,
porque
ellos y la gente en general esperan un Mesías triunfalista,
un
líder político que va a derrotar a los enemigos del pueblo judío.
Hoy
corremos el riesgo, ya no de esperar un Mesías victorioso,
sino
de dar preferencia a los adornos
superfluos de las imágenes;
y,
luego, vivir indiferentes al grito de los pobres… y de la tierra.
Es
por eso que Jesús prefiere hablar del Hijo del hombre,
para
que lo busquemos, no en los objetos
preciosos del culto divino;
sino
en los
rostros desfigurados de “sus hermanos” que sufren…
Cuando
hay personas que oprimen y derraman sangre inocente,
con
la finalidad de “amontonar” dinero mal habido (Jer 22,15ss);
¿bastará
decir
que conocemos a Jesús… sin practicar la justicia?
Al
respecto, el Papa Francisco dijo el pasado 13 junio 2016:
-La miseria tiene rostro: de niño, de familia, de jóvenes, de ancianos.
-Tiene
rostro en la falta de trabajo de muchas personas.
-Tiene
rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas…
Y
añade: Necesitamos verdaderos héroes capaces de abrir caminos,
tender puentes, agilizar trámites priorizando el rostro del que sufre.
El
doloroso camino del Hijo del hombre
Luego, Jesús les anuncia: El Hijo del hombre debe sufrir mucho,
ser rechazado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas;
lo
van a matar, pero al tercer
día resucitará.
*Jesús sufrió desde que nació. Pero los
peores sufrimientos,
los
tuvo durante su pasión (traición, abandono, torturas…).
*Los
sacerdotes que han hecho del templo una cueva de ladrones,
rechazan a Jesús para seguir
engañando y explotando al pueblo.
Pero,
la piedra rechazada vino a ser piedra
principal (Lc 20,17).
*El
poder religioso y político condena a
Jesús a morir crucificado,
pues,
según ellos, el Profeta de Nazaret es un malhechor
(Jn 18,30).
*Sin
embargo, la última palabra no es la muerte, sino la Vida.
Dios
Padre no permanece indiferente… resucita
a su Hijo amado.
En nuestros días, tratándose de los Cristos
crucificados,
siguen
vigentes las palabras de fray Bartolomé de Las Casas:
Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro
Dios, azotado y afligido,
abofeteado y crucificado, no una, sino millares de veces (en 1559).
Condiciones
para seguir a Jesús
El ideal que Jesús nos pide es elevado, sublime, arduo, exigente;
hecho
a la medida de verdaderos héroes,
dispuestos a dejarlo todo:
Si alguien quiere ser discípulo mío… olvídese
de sí mismo…
cargue con su cruz cada día… y sígame.
*Los
que quieren ser discípulos de Jesús,
debe hacerlo libremente,
para
escuchar con el corazón sus
enseñanzas y ponerlas en práctica.
*Olvidarse de sí mismo, significa decir
“no” a nuestros egoísmos,
para
solidarizarnos con los hombres y mujeres pobres y oprimidos.
*Cargar la cruz… significa también que los gozos y esperanzas,
las tristezas y angustias, sobre todo de
los pobres… son también,
gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Jesús.
*Seguir a Jesús… Así lo hacen Pedro,
Santiago y Juan (Lc 5,11):
Llevan sus barcas a tierra… Lo dejan
todo… Y siguen a Jesús…
Además,
el discípulo bien formado será como su
maestro (Lc 6,40),
como
Jesús que está entre nosotros como quien
sirve (Lc 22,27).
¿Tiene
sentido ser esclavos del consumismo salvaje y descontrolado?
Escuchemos
a Jesús: El que quiera salvar su vida, la
perderá…
Pero el que pierda su vida por causa
mía, la salvará.
J. Castillo A.
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