III Domingo de
Cuaresma, ciclo B
Ex 20,1-7 - 1Cor
1,22-25 - Jn 2,13-25
En Caná de Galilea, en una casa familiar, Jesús realiza
su primer
signo, manifiesta su gloria, y sus discípulos creen en Él
(Jn 2,1-12).
Muy diferente lo que Jesús encuentra en el
templo de Jerusalén,
allí la Casa de Dios Padre ha sido
convertida en un mercado…
De ese templo no
quedará piedra sobre piedra, pues el nuevo templo
es Jesús muerto y resucitado, presente en sus hermanos
que sufren.
Los templos… ayer y
hoy
La fiesta principal del pueblo judío era la Pascua, fiesta
que hace
referencia a su liberación de la esclavitud de Egipto (Ex
12).
Cuando Jesús va a Jerusalén para la fiesta Pascual, ve
que el templo
ya no es la Casa de Dios Padre que acoge a todos sus
hijos e hijas;
sino un mercado
de bueyes, ovejas, palomas… un lugar
para cambiar
dinero… un edificio
lujoso para amenazar y esclavizar a los pobres…
Jesús reacciona indignado contra ese nuevo becerro de oro (Ex 32),
y declara públicamente: la Casa de mi Padre no es un
mercado.
Hagamos, hoy, un serio examen de conciencia, personal y
eclesial:
¿Hemos superado el sistema de ‘aranceles’, llegado a
ser mal visto,
desligándolo de la
administración de los sacramentos? (Medellín,14).
¿Se celebra Misa, sobre todo por las intenciones de los
necesitados,
aunque no se reciba ningún estipendio? (CIC, canon 945).
¿En materia de ‘estipendios’, hemos evitado hasta la más
pequeña
apariencia de negocio o comercio? (canon 947 y 1385).
Al respecto, el Papa Francisco nos
dice: Cuántas veces vemos
que entrando en un templo, aún hoy, está la
lista de los precios:
bautismo, tanto…
bendición, tanto… intención de misa, tanto…
Luego, recuerda este hecho: Una pareja de novios, para casarse
con misa, tuvieron
que pagar dos turnos, es decir, pagar el doble.
A continuación, añade: Hay dos cosas que el pueblo de Dios
no puede perdonar: a un sacerdote apegado al dinero
y a un sacerdote que maltrata a la gente (Homilía, 21 nov. 2015).
Destruyan este
templo y en tres días lo levantaré
Los gestos audaces de Jesús en
el templo suscitan una doble reacción:
*Las autoridades religiosas al ver que
sus negocios corren peligro,
se acercan a Jesús y le piden una señal que justifique su
acción.
Jesús les dice: Destruyan
este templo y en tres días lo levantaré.
Ellos piensan que se trata del templo material construido
por Herodes.
Pero Jesús habla
del templo de su cuerpo: su muerte y
resurrección;
anunciando así la abolición del templo y del culto que
allí se celebra.
Más tarde, Jesús dirá a la Samaritana: Créeme, mujer, llega la hora
en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se
adorará al Padre…
Pero ha llegado la
hora, en la que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre
en espíritu y en verdad (Jn 4,19-26).
*Los discípulos, al ver la indignación
de Jesús, se acuerdan
que la Escritura dice: El celo de tu casa me consume
(Sal 69,10).
Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, ellos se
acordaron de lo
que había dicho y creyeron
en la Escritura y en las palabras de Jesús.
En nuestros templos y ceremonias religiosas… ¿qué lugar
ocupan
los rostros desfigurados de niños, jóvenes, adultos y ancianos?
*Escuchemos las
denuncias del profeta Jeremías: Ustedes
confían
en palabras
engañosas que no les sirven de nada. Roban, matan,
cometen adulterio,
juran en falso, ofrecen incienso a Baal, dan culto
a dioses
extranjeros y desconocidos… Después vienen
a este templo
que está dedicado a
mi Nombre para decir: aquí estamos seguros
y , luego, siguen
cometiendo esas mismas maldades que no soporto.
¿Acaso piensan que este templo es una cueva de ladrones? (Jer 7).
*San Pablo dice algo sublime sobre la
dignidad del ser humano:
¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu de
Dios vive
en ustedes? Si
alguno destruye el templo de Dios,
Dios lo destruirá
a él; porque el templo de Dios que son ustedes es santo (1Cor 3,16s).
*San Juan Crisóstomo, en su homilía
sobre el texto de Mateo 25,
dice: ¿De qué sirve
adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el
mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al
hambriento
y, luego, con lo
que te sobre, adornarás la mesa de Cristo.
*Ante casos de necesidad, no se debe dar
preferencia a los adornos
superfluos de los templos; al contrario, podría ser
obligatorio vender
esos bienes para
dar pan, bebida, vestido, casa a quien carece de ello
(Juan Pablo II, Preocupación
social de la Iglesia, n.31).
J. Castillo A.
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