miércoles, 11 de marzo de 2015

Nicodemo busca a Jesús

IV Domingo de Cuaresma, ciclo B
2Cro 36,14-16  -  Ef 2,4-10  -  Jn 3,14-21

   El Evangelio de hoy nos presenta la parte final del diálogo de Jesús
con Nicodemo: fariseo, maestro en Israel y magistrado del Sanedrín,
supremo tribunal que sentenció a Jesús a morir crucificado (Jn 11,53).
   Nicodemo (el que vence al pueblo) tiene poder político, económico
y religioso; sin embargo, busca a Jesús porque viene de parte de Dios.
   Después de decirle que el Hijo del hombre será elevado, es decir,
crucificado; Jesús le habla del inmenso amor que Dios nos tiene, pero
hay personas que prefieren las tinieblas porque sus obras son malas.
   Más tarde, Nicodemo defenderá a Jesús cuando intentan detenerlo
y, con José de Arimatea, enterrará el cuerpo de Jesús (Jn 7,51;  19,39).

Creer en el Crucificado para tener vida eterna
   La imagen de la serpiente de bronce que Moisés mandó levantar
en el desierto (Num 21,4-9), encuentra su pleno significado en Jesús,
que es elevado -crucificado y resucitado- para salvar a la humanidad.
En efecto, los judíos que habían sido mordidos por una serpiente,
podían ver aquella figura, pero solo para quedar sanos en el cuerpo.
En cambio, los que ven a Jesús y creen en Él, tienen vida eterna;
porque el Hijo único de Dios vino no para condenar sino para salvar.
   Jesús sigue sufriendo en las personas que, como el pobre Lázaro,
viven desnudos, enfermos, hambrientos… mientras en la otra orilla
hay ricos insensibles y ciegos ante el sufrimiento de los pobres.
   Al respecto, Bartolomé de Las Casas, obispo defensor de los indios,
en 1559, hizo esta severa denuncia: Dejo en las Indias a Jesucristo,
nuestro Dios, azotado y afligido, abofeteado y crucificado, no una,
sino millares de veces, cuando de parte de los españoles, se destruye
a aquellas gentes… y se les quita la vida antes de tiempo.
¿Hasta cuándo el sistema neocolonialista y sus nuevos encomenderos
despojarán de sus tierras a los pobres campesinos… para satisfacer
los intereses de grupos económicos que destruyen irracionalmente
las fuentes de vida en perjuicio de la misma humanidad? (DA 471).

Dios nos ama y nos entrega a su Hijo único
   El proyecto de Dios Padre está hecho de amor gratuito que da vida.
Por eso, Dios mismo nos entrega todo lo que posee: su Hijo único,
para que todos los hombres y mujeres nos amemos y tengamos vida:
Les doy un mandamiento nuevo: ámense unos a otros como yo les
he amado. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos,
en el amor que se tengan unos a otros (Jn 13,34s).
   Ahora bien, teniendo en cuenta las enseñanzas y obras de Jesús,
sus seguidores debemos optar: estar con Jesús, a favor de la vida;
o estar contra Jesús, a favor de la muerte. No hay término medio.
En el diálogo con Nicodemo, Jesús le dice: Dios envió a su Hijo
no para condenar, sino para que el mundo se salve por medio de Él.
   Jesús no juzga ni condena, simplemente invita a hacer una opción.
Son las mismas personas las que se juzgan a partir de lo que hacen:
si están a favor de la vida se salvan, caso contrario se condenan.
En otras palabras, nuestra práctica será también nuestra sentencia:
Si uno dice: ‘yo amo a Dios’, y al mismo tiempo odia a su hermano,
es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve,
¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve? (1Jn 4,20).

Quien practica la verdad se acerca a la luz
   En este tiempo de Cuaresma examinemos cuánto de luz y tinieblas
hay: en nuestra vida… en nuestras familias… en nuestra sociedad…
Cuánto de luz y tinieblas hay: en nuestras comunidades eclesiales,
y en las organizaciones sociales que están en el campo y en la ciudad.
Cuánto de luz y tinieblas hay: en nuestras autoridades ‘creyentes’
y en sus políticas de gobierno local… regional… nacional…
   Como discípulos misioneros de Jesús, debemos ser luz
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte.
También debemos denunciar todos aquellos proyectos
que nos mantienen en las tinieblas de la injusticia y corrupción.
   Hay países cuyas autoridades prefieren las tinieblas… odian la luz,
dan leyes que favorecen los intereses de grupos egoístas y extranjeros.
En este contexto, defender la vida de las personas pobres, y la vida
nuestra madre tierra, trae consigo persecuciones, cárceles, muertes…
Sin embargo, Jesús nos dice: El que quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien la pierda por mí y por el Evangelio, la salvará. ¿De qué le
vale al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida? (Mc 8).
J. Castillo A.

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