miércoles, 18 de marzo de 2015

Queremos ver a Jesús

V Domingo de Cuaresma (ciclo B)
Jer 31,31-34  -  Heb 5,7-9  -  Jn 12,20-33

   Algunos griegos han ido a la ciudad de Jerusalén para la Pascua.
Sin embargo, no van al templo convertido en una cueva de ladrones,
ellos se acercan a Felipe y le dicen: Queremos ver a Jesús.
   Mientras los sumos sacerdotes y fariseos buscan arrestar a Jesús,
unos extranjeros, generalmente odiados por los judíos, quieren verle;
pues Él vino a salvar a todos: Tengo otras ovejas que no son de este
redil, también a ellas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz,
y se forme un solo rebaño con un solo pastor (Jn 10,16).

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto
   Al enterarse que algunos griegos quieren verle, Jesús contesta:
Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado;
con estas palabras, Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección.
Luego añade: Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo, pero si muere da mucho fruto. El que se ama a sí mismo
se pierde, el que entrega su vida la conserva para la vida eterna.
   Jesús vino a este mundo no para buscar cruces y sufrimientos,
sino para salvarnos, para hacer más digna la vida de todos.
Su muerte en una cruz es consecuencia de su fidelidad a Dios Padre,
y de su amor y servicio a todos, en particular a los pobres que sufren;
pues, el amor más grande es dar la vida por sus amigos (Jn 15,13).
   Por eso, si queremos ver a Jesús, no lo busquemos en las nubes…
tampoco en los adornos superfluos… ni en los títulos majestuosos…
Vayamos al Calvario, donde vamos a encontrar a un ser humano
excluido de la sociedad y condenado a morir como un delincuente
por: -dar de comer a los hambrientos, -sanar a los enfermos, -acoger
a los despreciados, -perdonar a los pecadores, -liberar a los oprimidos.
   Si queremos ver a Jesús, hay que buscarlo: -en los rostros sufrientes
de sus hermanos pobres, -en los que dan su vida por los hijos de Dios,
-en los que defienden el agua y la madre tierra, -en los que son odiados
y perseguidos por escuchar sus enseñanzas y ponerlas en práctica…

Donde yo estoy allí también estará mi servidor
   Jesús no quita la vida a nadie… como Buen  Pastor entrega su vida
para que tengamos vida plena. Él nos dice: El que quiera servirme,
que me siga, y donde yo estoy allí también estará mi servidor.
   En la historia de la Iglesia, encontramos hermanos mayores en la fe,
que fueron servidores buenos y fieles hasta derramar su propia sangre.
Entre ellos está el obispo salvadoreño Oscar Romero (1917-1980).
   Dos semanas antes de ser asesinado, en una entrevista había dicho:
Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por
quienes amo, que son todos los salvadoreños. Aun por aquellos que
vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya
ofrezco a Dios mi sangre por la redención de El Salvador. El martirio
es una gracia de Dios que no creo merecer; pero, si Dios acepta el
sacrificio de mi vida, que mi sangre entonces sea semilla de libertad
y señal de que la esperanza será pronto una realidad… Un obispo
morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.
   En su última homilía, domingo 23 de marzo -V de Cuaresma- dijo:
(…) Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer
la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado
a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie
tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia,
y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.
La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios,
de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada
ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio
que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre.
En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos
lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico,
les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡Cese la represión!
Estas proféticas palabras fueron también su sentencia de muerte.
   Al día siguiente 24 de marzo de 1980, en su última Eucaristía dijo:
Que este Cuerpo inmolado y esta Sangre sacrificada por los hombres
nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre
al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar
conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues,
íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña
Sarita y por nosotros. Luego sonó el disparo mortal, eran las 6.30 pm.
Este Obispo mártir, será beatificado el 23 de mayo del 2015.   
J. Castillo A.

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