miércoles, 3 de septiembre de 2014

Reunidos en la persona de Jesús

XXIII Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Ez 33,7-9  -  Rom 13,8-10  -  Mt 18,15-20

   Siendo inmensas nuestras parroquias y pocos los agentes pastorales,
muchas veces nos hemos embarcado en proyectos sin metas claras,
que nos han conducido a un activismo pastoral deshumanizador.
   Qué diferente, en cambio, cuando seguimos el ejemplo de Jesús,
y formamos pequeñas comunidades de base, donde es factible, para:
-corregir fraternalmente a quienes han pecado o nos han ofendido…
-hacer realidad el perdón-acogida… -orar a Dios nuestro Padre.

Si tu hermano ha pecado, ve y corrígelo
   En esta ocasión Jesús nos habla sobre la corrección fraterna.
Y lo hace ofreciéndonos disposiciones muy sencillas y concretas,
sobre la manera de actuar para corregir al hermano que ha pecado.
   Para sorpresa nuestra, Jesús nos indica que es la persona ofendida
quien ha de tomar la iniciativa para facilitar esta reconciliación.
   Primero es dialogar en privado con el hermano que ha pecado,
ofreciéndole un apoyo sincero y generoso para que cambie de vida:
Mientras llevas tu ofrenda al altar, recuerdas que tu hermano tiene
algo contra ti, deja tu ofrenda y ve primero a reconciliarte (Mt 5,23s).
   Si no da resultado invitemos a dos o tres miembros de la comunidad
para que en presencia de ellos (testigos), el hermano que ha pecado:
reflexione… reconozca sus errores… y vuelva al camino de la verdad.
   Solo en caso extremo se lleva el problema a toda la comunidad.
Si el hermano no escucha a la comunidad será un pagano o publicano.
Pero debemos tratarlo siguiendo el ejemplo del Profeta compasivo:
Estando Jesús sentado a la mesa, llegaron muchos publicanos
y pecadores a sentarse a la mesa con Él y sus discípulos (Mt 9,10).
   Al respecto, San Agustín nos dice: Lo que tú amas en él,
no es al enemigo que es él, sino al hermano que tú quieres que sea.
Ama, pues, a todos los hombres, incluso a tus enemigos…
Es necesario que ardas de amor fraterno por tu enemigo,
para que a fuerza de amor, él llegue a ser un hermano tuyo.

Las pequeñas comunidades reunidas en la persona de Jesús
   Es bueno realizar ciertas concentraciones masivas, pero no basta.
Muy diferente es el camino de las comunidades de base: Donde dos
o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
   En efecto, cuando los cristianos nos reunimos en pequeños grupos,
más fácilmente nos relacionamos unos con otros, reflexionamos
sobre nuestra realidad a la luz de la Palabra de Dios, con la finalidad
de ir creando una sociedad más humana, fraterna y solidaria.
   Que no sea letra muerta las enseñanzas y experiencias de nuestros
obispos latinoamericanos sobre las Comunidades Cristianas de Base.
   En el documento de Medellín, 1968, se dice que una comunidad
de base corresponde a la realidad de un grupo homogéneo donde
todos sus miembros tienen un trato personal fraterno. Por consiguiente,
nos dicen: El esfuerzo pastoral de la Iglesia debe orientarse
a transformar esas comunidades en ‘familia de Dios’. Luego añaden:
La comunidad cristiana de base es así el primer y fundamental
núcleo eclesial, que debe -en su propio nivel- responsabilizarse
de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto
que es su expresión. Ella es célula inicial de estructuración eclesial,
y foco de la evangelización y, actualmente, factor primordial
de promoción humana y desarrollo (XV Pastoral de Conjunto, n.10).
   Posteriormente en Puebla, 1979, se insiste en el mismo camino:
Se comprueba que las pequeñas comunidades, sobre todo,
las Comunidades Eclesiales de Base crean mayor interrelación
personal, aceptación de la Palabra de Dios, revisión de vida,
y reflexión sobre la realidad a la luz del Evangelio; se acentúa
el compromiso con la familia, con el trabajo y el barrio (n.629).
   En la reunión de Aparecida, 2007, nuestros obispos relacionan
las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) con la experiencia
de las primeras comunidades (Hechos de los apóstoles: 2,42-47).
Luego, dicen que dichas comunidades -en el seguimiento misionero
de Jesús- tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad
y la orientación de sus pastores como guía que asegura la comunión
eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre
los más sencillos y alejados… son expresión visible de la opción
preferencial por los pobres… y fuente y semilla de variados servicios
a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia (n.179).  
J. Castillo A.

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