miércoles, 30 de enero de 2013

La misión de un profeta


Domingo IV, Tiempo Ordinario (ciclo C)
Jer 1,4-5. 17-19 - 1Cor 12,31-13,13 - Lc 4,21-30

¿No es éste el hijo de José?
*Comprometerse con los pobres, ciegos, oprimidos, paganos…
-como lo hizo Jesús en la sinagoga de Nazaret- trae serios problemas.
Curiosamente, los habitantes de aquella pequeña aldea de Nazaret
conocen a Jesús como el hijo de José: lo han visto crecer y trabajar;
pero son incapaces de reconocerlo como el Profeta enviado por Dios.
Solo quieren que haga en su tierra lo que hizo en Cafarnaún, es decir,
quieren ver en Jesús, no al Profeta de Dios que viene a liberarlos,
sino a un ‘mago’ o ‘curandero’ que dé prestigio al pueblo.
*¿Por qué muchas veces los pobres excluidos actúan de esa manera…
y muchos de ellos sueñan con llegar a ser como los ricos?
Ciertamente, los pobres no son unos santos y, por eso mismo,
tampoco es justo decir que solo ellos son culpables de su pobreza.
La verdad es que los pobres son ‘producto’ de un sistema perverso,
que desde hace muchos siglos los fabrica por cientos de millones,
con la única finalidad de que hayan pocos ricos cada vez más ricos,
a costa de una muchedumbre de pobres cada vez más pobres (DP,30).
Tampoco debemos olvidar que ese sistema perverso crece sin parar,
con la complicidad de  mucha ‘gente buena’ y de muchas autoridades.
*En un país como el nuestro, donde abunda tantas riquezas naturales,
la pobreza es un crimen abominable que clama al cielo. Por ejemplo:
¿Hasta cuándo las comunidades campesinas de nuestra Sierra y Selva,
seguirán siendo despojadas de sus tierras por las grandes empresas?
¿Con qué derecho se destruyen las lagunas y se contaminan los ríos?
¿Oirán los responsables el grito de los que sufren y piden justicia?
¿Llegará el día en que el derecho al agua sea un derecho humano
inalienable, y que esté por encima de la acumulación económica?
Las empresas que contaminen las aguas no basta que sean multadas;
se les debería cancelar la concesión, pues la muerte de tanta gente
y la destrucción del medio ambiente no se remedian con una multa.

Jesús pasa en medio de ellos y sigue su camino
A pesar del rechazo que sufrió por parte de sus propios paisanos
que intentaron arrojarlo a un barranco, Jesús sigue su camino
Jamás debemos olvidar que Jesús es el Profeta de la misericordia,
con un amor comprometido con la vida, la justicia, la liberación.
Para Jesús cada ser humano es sagrado e igual a Él.
Jesús se pone al servicio de los más humildes como un criado de ellos.
En su grupo nadie manda, todos son hermanos, todos son iguales;
pues el más importante entre ellos es el servidor de los demás.
Pues bien, esta Buena Noticia está destinada  a todas las naciones…
Y, tratándose de los extranjeros (Lev 19,33s) -tema olvidado por los
de Nazaret- Jesús pone el ejemplo de dos profetas: Elías y Eliseo.
*El profeta Elías es enviado a Sarepta una ciudad en territorio pagano.
Allí ocurrirá el milagro de la harina y el aceite que nunca se acaban,
y allí también Elías devolverá la vida al hijo de aquella viuda,
quien agradecida exclama: Ahora reconozco que eres un profeta
y que la Palabra del Señor que tú pronuncias se cumple (1Re 17).
Como Elías, Jesús es el Profeta que anuncia la Palabra de Dios,
que es expulsado de su tierra, pero reconocido por los extranjeros:
-Jesús al oír las palabras del centurión romano, se admira y dice:
Ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande (Lc 7,1-10).
-Cuando Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, la gente exclama:
Un gran profeta ha surgido entre nosotros (Lc 7,11-17).
-Cuando sus discípulos se acercan y le dicen: Despide a la gente
Jesús les contesta: Denles ustedes de comer (Lc 9,10-17).
-Junto a la cruz de Jesús, el capitán romano alaba a Dios diciendo:
Realmente este hombre era inocente (Lc 23,47).
*Naamán era el jefe del ejército del rey de Aram, enemigo de Israel.
Cuando este jefe visita a Eliseo para conseguir la curación de su lepra,
recibe la orden del profeta de lavarse siete veces en el río Jordán.
Al quedar sano de su lepra, vuelve y exclama: Ahora reconozco 
que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel (2Re 5).
-También Jesús, mientras sigue su camino, sana a un leproso,
que de rodillas le suplicó: Si quieres puedes sanarme (Lc 5,12-16).
-Como Eliseo, Jesús es el Profeta que proclama un único Dios para
judíos y paganos: Vendrán de oriente y de occidente, del norte 
y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios (Lc 13,29).
J. Castillo A.

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