lunes, 24 de mayo de 2021

Santísima Trinidad (30 de Mayo)

 

 Mientras que fiestas como la Navidad o la Pascua gozan de un prestigio popular muy arraigado,  la Santísima Trinidad se nos muestra como más ajena a los sentimientos del pueblo;  tal vez tendemos a reducirla a una fiesta elitista sólo accesible a teólogos y  eruditos que se afanan por encerrar a Dios en conceptos.

Esta frialdad popular hacia la Solemnidad de la Santísima Trinidad puede tener su explicación; si prácticamente todas las fiestas del calendario litúrgico celebran acontecimientos salvadores y fácilmente se prestan a una explicación desde el imaginario del hombre: nacimiento, muerte, resurrección, ascensión, venida del Espíritu…, la mención de la Santísima Trinidad a lo más que nos lleva es a dibujarnos a las tres personas sobrevolando una nube: el padre, anciano venerable coronado con un triángulo, el Hijo triunfal con la cruz en su mano y el Espíritu Santo significado en una paloma de la que parten unos rayos divinos; de esta manera se pone de manifiesto la identidad de cada persona.  

En otros casos, el imaginario recurre a la imagen que encabeza este texto (se trata de la pintura de un retablo de la parroquia de la Candelaria de Zafra, Badajoz), donde se representa la Trinidad de Dios como tres personajes exactamente iguales, destacando así la idea de unidad. 

Nuestra retina se empapa de las tres personas, representadas de formas distintas o idénticas, pero no es capaz de visualizar el hecho de que esas tres personas sean un solo Dios; y es que la lógica matemática no encaja en este dogma de “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”; está claro que no se llega a esa conclusión por el camino de la demostración lógica sino por el de la revelación, lo cual supone que se ha de acercar uno al  misterio desde la humildad, apoyados en la contemplación  y dejando a un lado la soberbia de la razón.


Dios es misterio y relación

No obstante la dificultad para imaginar y racionalizar un "Dios trinidad de personas y único en naturaleza", la Santísima Trinidad tiene mucho que decirnos.  Y tal vez la primera lección sea la de situarnos ante un Dios que escapa a nuestros esquemas mentales. Dios es misterio, entendido no como lo oculto e inaccesible sino como aquello que experimentado en la vida resulta luego indescriptible en palabras. Podemos decir sin caer en contradicción que Dios es misterio inefable (de lo que no se puede hablar), inabarcable, inimaginable, aquel a  quien podemos amar pero no manipular. Una primera enseñanza, pues: la humildad de aceptar la grandeza del misterio que es Dios.

Otra enseñanza digna de señalar es que por este misterio Dios nos revela su ser íntimo, que, hasta donde nosotros podemos entender, no es soledad monótona sino amor infinito. Dios es relación, comunicación, encuentro,... amor; y si esto es así, que lo es, reducir el misterio de la Santísima Trinidad a fórmula abstracta es un despropósito.

Son muchas las consecuencias prácticas que se pueden extraer de esta visión de Dios como comunidad de amor.
 
1. - La primera conclusión práctica la extraemos del hecho de que, si tal como nos dice la Escritura, hombre y mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios (cf Gn 1,26-27),  no es propio de ellos la soledad, “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18); lo propio del ser humano es la comunicación y el encuentro, el éxtasis (salir de sí mismo) hacia el prójimo y hacia Dios. La dinámica interior de la Trinidad, comunión de amor, tiene su reedición en la dinámica del corazón humano, creado para amar. "Todos los seres están ordenados según un dinamismo armonioso, que analógicamente podemos llamar "amor". Pero sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo llega a ser espiritual, llega a ser amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en una entrega sincera de sí. En este amor, el ser humano encuentra su verdad y su felicidad”. (Bendicto XVI, Angelus del 11 de Junio de 2006).
 
2. Podemos decir que el hombre ha de ser reflejo de la Trinidad. En Dios Trino tiene el hombre un espejo donde mirarse para unificar su vida, una vida que desde su inicio está vocacionada a relacionarse con Dios, con el hermano, con la creación y consigo misma. Una vez que el hombre descubre su identidad en Dios puede reflejar en el mundo el rostro de ese Dios que es relación (Trinidad).  Y, por otro lado, quien se adentra en el misterio del Dios cristiano unifica en su vida la acción y la contemplación. La vida profesional y familiar, las relaciones con los compañeros de trabajo o los amigos, los momentos de oración y relax, ... todo, queda enmarcado en Dios, que, a pesar de la multiplicidad, no es esquizofrénico, no está roto, sino unificado;  las propias vivencias -orar, trabajar, convivir...-, iluminadas desde Dios se enriquecen, unifican y adquieren sentido en su conjunto.


3. Si en Dios tenemos tres personas que no se anulan en su relación, ni se confunden, sino que se potencian precisamente en la cercanía, así debería ser también en las relaciones humanas: acercarse al otro sin anularlo, sin absorberlo, sino haciéndole ser y sentirse más él mismo. Un lugar donde el espíritu del amor trinitario se manifiesta de modo muy especial es en la realidad familiar.

Ya desde antiguo los santos padres echaron mano de la analogía de la familia para intentar explicar el misterio trinitario, lo mismo hace el papa Benedicto en el mismo discurso antes citado: “Entre las diversas analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los creyentes pueden vislumbrar, quisiera citar la de la familia, la cual está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe contribuir a formar una "parábola de comunión".

 Lo que hace posible una familia son los tres elementos que están siempre en relación, formando una unidad (que no uniformidad) en la diversidad: El padre, la madre, el hijo (los hijos). El padre y la madre se aman, se conocen y reconocen. El hijo es el testimonio de la realidad de este amor ante los padres y todos ellos testifican el amor ante los demás. El Espíritu Santo es prueba de que el Padre y el Hijo se aman.

Esta imagen de la familia emanada de la Trinidad tiene mucho que decir de cara al matrimonio y la familia cristianas, donde el amor es la piedra angular de todo haciendo posible la unidad de sus miembros sin anular en nada la personalidad de cada uno de ellos; es más, potenciando la identidad personal de cada uno. Todo un programa de identidad y convivencia familiar.
 
4. Citemos finalmente, la repercusión del misterio trinitario en la Virgen María y en la Iglesia, de la cual ella es figura. Decimos de María que es hija de Dios padre, madre de Dios Hijo, y esposa de Dios Espíritu Santo, es decir, la vida de la Virgen María estuvo plenamente ligada a la vida de Dios. Sirvió y amó al Padre en la obediencia del “hágase según tu palabra” (Lc 1,38), al Hijo en el silencio del hogar de Nazaret, y colaborando con él como primera discípula y evangelizadora (“haced lo que Él os diga”, Jn 2,5), y sirvió al Espíritu dejándose poseer por Él y siendo portadora y mensajera de su poder (cf Lc 1,39-56).

Así como en María es la Trinidad en la Iglesia; reunión de hijos obedientes a la voluntad amorosa del Padre, comunidad de vida y dedicación a los pobres con el Hijo e instrumento al servicio del Espíritu. La crisis eclesial que vivimos tal vez tenga su raíz en una errada visión trinitaria de Dios. Si le concebimos como un Dios Padre solitario en sus alturas, un Hijo entregado y abandonado a su suerte en la Cruz o un Espíritu Santo intimista y absorto en su nimbo, no lograremos dinamizar nuestra vida y nuestras comunidades. Entender que, al interior de sí mismo, Dios es amor, relación, comunicación, y entendernos nosotros mismos como imágenes de un Dios así, es un buen punto de partida para renovarnos y renovar nuestras comunidades.
 

* * *
En la Solemnidad de la Santísima Trinidad párate un poco, deja que el amor infinito de Dios invada tu corazón. No pienses, no encierres a Dios en una fórmula matemática de “tres son uno”; simplemente siente que Dios es "comunión en sí mismo" y está contigo, en tu interior, y a tu lado, rompiendo tu soledad. 

Y siente también cómo tu vocación última es retornar a la Patria de la que procedes, encontrarte con Él en la creación, en los hermanos: en tu esposa, en tus hijos, en tus amigos, en tus vecinos, en tus compañeros de trabajo, ... y en tu propia interioridad. 

Donde hay comunicación, donde hay amor, ahí está Dios, porque Dios no es soledad, “Dios es amor” (1 Jn 4,8 ). Él te lleva consigo, hazle un sitio en tu vida. Déjate envolver por el misterio de Dios.

Casto Acedo. Junio 2021. paduamerida@gmailcom

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