29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ex 17,8-13 - 2Tim
3,14-4,2 - Lc 18,1-8
Jesús que
anuncia: felices los que tienen hambre y sed de justicia,
narra
la parábola de la viuda que pide
justicia, a un juez corrupto que
no teme a Dios ni respeta a las personas. Al terminar,
Jesús pregunta:
cuando
venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
En
una ciudad vive un juez
Este juez: -No
teme a Dios que hace justicia al huérfano
y a la viuda,
ama al forastero, dándole pan y vestido (Deut
10,18; cf. Sal 68,6).
-Tampoco
respeta los derechos de quienes sufren injustamente.
-Si
hace justicia a aquella viuda es para que no le siga fastidiando.
Hoy
-en nuestros pueblos y ciudades- hay jueces “cristianos”,
en
cuyas oficinas están: la imagen de Jesús
crucificado y la Biblia.
Sin
embargo, siguen crucificando a Jesús nuestro Señor, no una vez,
sino
miles de veces, en las personas pobres que claman justicia.
Además
es pura hipocresía jurar por Dios y por los Santos Evangelios,
cuando el “dios-dinero” del poderoso ya inclinó la
balanza a su favor.
Para
librarnos de tanta corrupción, practiquemos la Palabra de Dios:
*No
hagas mal uso del Nombre del Señor, tu Dios (Ex 20,7).
*No te
hagas cómplice del malvado siendo
testigo de una injusticia.
No
sigas en el mal a los
corruptos. No desconozcas los
derechos
del pobre en algún juicio. Apártate de un pleito fraudulento.
No
condenes a muerte al
justo. No declares inocente al
culpable.
No
aceptes soborno, porque
el soborno vuelve ciegos a los hombres,
y hace que los inocentes pierdan su
causa
(Ex 23,1ss).
*Lávense, purifíquense. Aparten de mi vista sus malas acciones.
Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien.
Esfuércense en hacer lo que es justo. Ayuden al oprimido.
Hagan
justicia al huérfano. Protejan los derechos de la viuda (Is 1).
*Dios,
¿no hará justicia a sus elegidos,
que claman a Él día y noche,
aunque los haga esperar? Les aseguro que
Dios hará justicia
a favor de ellos, y lo hará pronto (texto del
Evangelio).
En
esa misma ciudad vive una viuda
El grito de aquella viuda desamparada:
hazme justicia,
es
el grito de los pobres oprimidos que, actualmente,
exigen
justicia, cuando las empresas multinacionales:
-los expulsan de la tierra donde han
nacido, viven, trabajan…
-y les pagan un sueldo miserable, en
complicidad con las autoridades.
Dichas
empresas al retirarse dejan: desocupación,
pueblos sin vida,
agotamiento de algunas reservas
naturales, deforestación,
empobrecimiento de la agricultura y
ganadería local, cráteres,
ríos contaminados, y pocas obras
sociales sin continuidad (LS, n.51).
Que
los dueños del dinero que va de un continente a otro, oigan esto:
No oprimirás ni maltratarás al
extranjero, porque ustedes también
fueron
extranjeros en Egipto. No
oprimirás a la viuda ni al huérfano.
Si los oprimes, ellos gritarán a mí y yo los escucharé (Ex 22,20ss).
Hazme justicia es también la oración
de los que sufren injustamente:
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo triunfarán los malvados?
Ellos
destruyen a tu pueblo, oprimen a tus seguidores,
asesinan
a las viudas, a los emigrantes y
a los huérfanos
(Sal 94,3ss).
Cuando
venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
Solidarizarnos -con palabras y obras- con
los que sufren,
significa:
confiar en Dios, orar sin desanimarse,
amar al prójimo.
El
pobre decía: El Señor me abandonó, mi
Dios se olvidó de mí.
Pero, ¿puede una madre olvidar o dejar
de amar a su propio hijo?
Pues, aunque ella se olvide, yo -tu Dios- no te olvidaré (Is 49,15).
Sigamos
el ejemplo de Jesús que traicionado
por Judas Iscariote…
negado por Pedro… y abandonado por sus discípulos…
no
cesa de orar, sobre todo cuando experimenta el “silencio de Dios”:
-Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34).
-Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).
Sigamos
también el ejemplo de nuestros hermanos mayores en la fe,
quienes
al ser perseguidos, confían en Dios y
oran sin cansarse:
El rey Herodes decide perseguir a
algunos miembros de la Iglesia.
Hace degollar a Santiago, el hermano de
Juan.
Viendo que esto agrada a los judíos,
hace arrestar a Pedro
(…).
Después de detenerlo, lo mete en la
cárcel
(…).
Mientras Pedro es vigilado en la cárcel,
la
Iglesia ora insistentemente a Dios por él (Hch 12,1ss).
J. Castillo A.
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