miércoles, 16 de octubre de 2019

Hambre y sed de justicia

29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ex 17,8-13  -  2Tim 3,14-4,2  -  Lc 18,1-8

   Jesús que anuncia: felices los que tienen hambre y sed de justicia,
narra la parábola de la viuda que pide justicia, a un juez corrupto que
no teme a Dios ni respeta a las personas. Al terminar, Jesús pregunta:
cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
  
En una ciudad vive un juez
Este juez: -No teme a Dios que hace justicia al huérfano y a la viuda,
ama al forastero, dándole pan y vestido (Deut 10,18;  cf. Sal 68,6).
-Tampoco respeta los derechos de quienes sufren injustamente.
-Si hace justicia a aquella viuda es para que no le siga fastidiando.
   Hoy -en nuestros pueblos y ciudades- hay jueces “cristianos”,
en cuyas oficinas están: la imagen de Jesús crucificado y la Biblia.
Sin embargo, siguen crucificando a Jesús nuestro Señor, no una vez,
sino miles de veces, en las personas pobres que claman justicia.
Además es pura hipocresía jurar por Dios y por los Santos Evangelios,
cuando  el “dios-dinero” del poderoso ya inclinó la balanza a su favor.
   Para librarnos de tanta corrupción, practiquemos la Palabra de Dios:
*No hagas mal uso del Nombre del Señor, tu Dios (Ex 20,7).
*No te hagas cómplice del malvado siendo testigo de una injusticia.
No sigas en el mal a los corruptos. No desconozcas los derechos
del pobre en algún juicio. Apártate de un pleito fraudulento.
No condenes a muerte al justo. No declares inocente al culpable.
No aceptes soborno, porque el soborno vuelve ciegos a los hombres,
y hace que los inocentes pierdan su causa (Ex 23,1ss).
*Lávense, purifíquense. Aparten de mi vista sus malas acciones.
Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien.
Esfuércense en hacer lo que es justo. Ayuden al oprimido.
Hagan justicia al huérfano. Protejan los derechos de la viuda (Is 1).
*Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche,
aunque los haga esperar? Les aseguro que Dios hará justicia
a favor de ellos, y lo hará pronto (texto del Evangelio).

En esa misma ciudad vive una viuda
   El grito de aquella viuda desamparada: hazme justicia,
es el grito de los pobres oprimidos que, actualmente,
exigen justicia, cuando las empresas multinacionales:
-los expulsan de la tierra donde han nacido, viven, trabajan…
-y les pagan un sueldo miserable, en complicidad con las autoridades.
   Dichas empresas al retirarse dejan: desocupación, pueblos sin vida,
agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación,
empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres,
ríos contaminados, y pocas obras sociales sin continuidad (LS, n.51).  
  Que los dueños del dinero que va de un continente a otro, oigan esto:
No oprimirás ni maltratarás al extranjero, porque ustedes también
fueron extranjeros en Egipto. No oprimirás a la viuda ni al huérfano.
Si los oprimes, ellos gritarán a mí y yo los escucharé (Ex 22,20ss).
  Hazme justicia es también la oración de los que sufren injustamente:
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo triunfarán los malvados?
Ellos destruyen a tu pueblo, oprimen a tus seguidores,
asesinan a las viudas, a los emigrantes y a los huérfanos (Sal 94,3ss).

Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
   Solidarizarnos -con palabras y obras- con los que sufren,
significa: confiar en Dios, orar sin desanimarse, amar al prójimo.
El pobre decía: El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí.
Pero, ¿puede una madre olvidar o dejar de amar a su propio hijo?
Pues, aunque ella se olvide, yo -tu Dios- no te olvidaré (Is 49,15).
   Sigamos el ejemplo de Jesús que traicionado por Judas Iscariote…
negado por Pedro… y abandonado por sus discípulos…
no cesa de orar, sobre todo cuando experimenta el “silencio de Dios”:
-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34).
-Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).
   Sigamos también el ejemplo de nuestros hermanos mayores en la fe,
quienes al ser perseguidos, confían en Dios y oran sin cansarse:
El rey Herodes decide perseguir a algunos miembros de la Iglesia.
Hace degollar a Santiago, el hermano de Juan.
Viendo que esto agrada a los judíos, hace arrestar a Pedro (…).
Después de detenerlo, lo mete en la cárcel (…).
Mientras Pedro es vigilado en la cárcel,
la Iglesia ora insistentemente a Dios por él (Hch 12,1ss).
J. Castillo A.

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