miércoles, 17 de mayo de 2017

Yo estoy con ustedes

6º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 8,5-8. 14-17  -  1Pe 3,15-18  -  Jn 14,15-21

   El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo (1Jn 4,20).
Si decimos que amamos a Jesús, cumplamos sus mandamientos;
dejándonos conducir por el Espíritu de la verdad, el Defensor.
   Jesús que no permanece indiferente ante el sufrimiento humano,
nos dice: No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.
Hoy, ante el poder del mal, ¿defendemos a los hermanos de Jesús?

Si me aman, cumplan mis mandamientos
   Para anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios y su justicia,
Jesús -acompañado de discípulos/as- camina por ciudades y pueblos,
haciendo el bien y sanando a los enfermos (Hch 10,38).
Por ser fiel a esta misión, es perseguido por las autoridades religiosas.
   En este contexto, cuando Jesús anuncia su muerte y resurrección,
algunos discípulos ambicionan los primeros puestos (Mc 10,37).
¿Qué será de ellos ahora que Jesús -traicionado por Judas Iscariote-
será encarcelado, torturado y asesinado cruelmente en una cruz?
Fue entonces cuando les dice: Ámense y cumplan mis mandamientos.
El que conoce y cumple mis mandamientos, ése es el que me ama.
   Después de lavarles los pies, Jesús les dice: Ejemplo les he dado
Luego les hace un regalo: Les doy un mandamiento nuevo: ámense
Si se aman, todos conocerán que ustedes son mis discípulos (Jn 13);
   Amemos a Jesús no con los labios, sino con el corazón (Mt 15,8).
preocupándonos, preferentemente, de las personas necesitadas:
que no tienen pan para saciar su hambre… agua para calmar su sed
casa donde vivir dignamente… vestidos que cubran su desnudez
   Ante esta triste realidad, Jesús nos sigue diciendo: Si me aman
Es decir, nos llama a convertirnos… a cumplir sus mandamientos…
a dejar la indiferencia que nos hace ciegos y enfría nuestro corazón.
   Jamás debemos olvidar que Jesús está presente en los que sufren,
lo que hacemos (o dejamos de hacerlo) a sus hermanos necesitados,
lo hacemos (o dejamos de hacerlo) al mismo Jesús (Mt 25,31ss).

El Defensor, el Espíritu de la verdad
   Refiriéndose a la verdad que nos hace libres, Jesús dice a los judíos:
El padre de ustedes es el diablo… Él es asesino desde el principio.
No se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él.
Su lenguaje es decir mentira, él es mentiroso y padre de la mentira.
Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen (Jn 8, 44ss).
   Esta denuncia de Jesús se aplica a los que tienen poder económico:
-Hoy… el poderoso se come al más débil (EG, n.53).
-La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión
nueva y despiadada en la dictadura de la economía sin rostro (ib.55).
-Los excluidos ven crecer el cáncer social de la corrupción (ib.60).
   Frente a éstos y otros problemas, volvamos nuestra mirada a Jesús,
que no se deja engañar por el poder y bienestar del imperio romano;
tampoco se deja seducir por las ceremonias y las riquezas del templo,
ni por las enseñanzas religiosas de los fariseos y maestros de la ley.
   Jesús que es la verdad, anima a sus discípulos con estas palabras:
Pediré al Padre que les envíe otro Defensor, el Espíritu de la verdad,
que estará siempre con ustedes. Los del mundo no lo pueden recibir.

No les dejaré huérfanos
   Sabiendo que ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre,
Jesús -en la última cena- se despide de sus discípulos, diciéndoles:
No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.
   Al respecto, ¿conocemos a Jesús y le amamos como Él nos ama?
¿Bastará pronunciar su Nombre de una manera rutinaria?
¿Podemos decir a los pobres indefensos: No les dejaré huérfanos?
¿De qué sirve adornar el templo y las imágenes de nuestra devoción,
cuando el mismo Jesús abandonado está hambriento y desnudo?
   También hace falta acompañar -con una formación permanente-
a quienes renacen por el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación,
y se alimentan en la Eucaristía (CCE, 1212); en vez de abandonarlos.
   Sobre el abandono, reflexionemos en el siguiente texto de Isaías:
¿Puede una madre olvidar o dejar de amar al hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49,15).
   En el mismo tema insiste Jesús: -No les dejaré huérfanos, volveré
-Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de el
J. Castillo A.

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