6º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 8,5-8. 14-17 - 1Pe
3,15-18 - Jn 14,15-21
El amor a Dios es inseparable del amor al
prójimo (1Jn 4,20).
Si
decimos que amamos a Jesús, cumplamos sus mandamientos;
dejándonos
conducir por el Espíritu de la verdad, el Defensor.
Jesús
que no permanece indiferente ante el
sufrimiento humano,
nos
dice: No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.
Hoy,
ante el poder del mal, ¿defendemos a los hermanos de Jesús?
Si
me aman, cumplan mis mandamientos
Para anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios y su justicia,
Jesús
-acompañado de discípulos/as- camina por ciudades y pueblos,
haciendo el bien y sanando a los
enfermos
(Hch 10,38).
Por
ser fiel a esta misión, es perseguido por las autoridades religiosas.
En
este contexto, cuando Jesús anuncia su muerte y resurrección,
algunos
discípulos ambicionan los primeros puestos (Mc 10,37).
¿Qué
será de ellos ahora que Jesús -traicionado por Judas Iscariote-
será
encarcelado, torturado y asesinado cruelmente en una cruz?
Fue
entonces cuando les dice: Ámense y cumplan mis mandamientos.
El que conoce y cumple mis mandamientos,
ése es el que me ama.
Después
de lavarles los pies, Jesús les dice: Ejemplo les he dado…
Luego
les hace un regalo: Les doy un mandamiento
nuevo: ámense…
Si
se aman, todos
conocerán que ustedes son mis discípulos (Jn 13);
Amemos
a Jesús no con los labios, sino con el
corazón (Mt 15,8).
preocupándonos,
preferentemente, de las personas necesitadas:
que
no tienen pan para saciar su hambre…
agua para calmar su sed…
casa donde vivir dignamente… vestidos
que cubran su desnudez…
Ante
esta triste realidad, Jesús nos sigue diciendo: Si me aman…
Es
decir, nos llama a convertirnos… a cumplir sus mandamientos…
a
dejar la indiferencia que nos hace ciegos y enfría nuestro corazón.
Jamás
debemos olvidar que Jesús está presente
en los que sufren,
lo
que hacemos (o dejamos de hacerlo) a sus
hermanos necesitados,
lo
hacemos (o dejamos de hacerlo) al mismo
Jesús (Mt 25,31ss).
El
Defensor, el Espíritu de la verdad
Refiriéndose a la verdad que nos hace
libres, Jesús dice a los judíos:
El padre de ustedes es el diablo… Él es
asesino desde el principio.
No se mantiene en la verdad, porque no hay
verdad en él.
Su lenguaje es decir mentira, él es
mentiroso y padre de la mentira.
Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen (Jn 8, 44ss).
Esta
denuncia de Jesús se aplica a los que tienen poder económico:
-Hoy… el
poderoso se come al más débil (EG, n.53).
-La adoración del antiguo becerro de oro ha
encontrado una versión
nueva y despiadada en la dictadura de la economía sin rostro (ib.55).
-Los excluidos ven crecer el cáncer social de la corrupción
(ib.60).
Frente
a éstos y otros problemas, volvamos nuestra mirada a Jesús,
que
no se deja engañar por el poder y
bienestar del imperio romano;
tampoco
se deja seducir por las ceremonias y
las riquezas del templo,
ni
por las enseñanzas religiosas de los fariseos y maestros de la ley.
Jesús
que es la verdad, anima a sus discípulos con estas palabras:
Pediré al Padre que les envíe otro
Defensor, el Espíritu de la verdad,
que
estará siempre con ustedes. Los del mundo
no lo pueden recibir.
No
les dejaré huérfanos
Sabiendo que ha
llegado la hora de pasar de este
mundo al Padre,
Jesús
-en la última cena- se despide de sus discípulos, diciéndoles:
No
les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.
Al
respecto, ¿conocemos a Jesús y le amamos como Él nos ama?
¿Bastará
pronunciar su Nombre de una manera
rutinaria?
¿Podemos
decir a los pobres indefensos: No les dejaré huérfanos?
¿De
qué sirve adornar el templo y las imágenes de nuestra devoción,
cuando
el mismo Jesús abandonado está
hambriento y desnudo?
También
hace falta acompañar -con una
formación permanente-
a
quienes renacen por el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación,
y se alimentan en la Eucaristía (CCE,
1212); en vez de abandonarlos.
Sobre
el abandono, reflexionemos en el siguiente texto de Isaías:
¿Puede una madre olvidar o dejar de amar
al hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49,15).
En el mismo tema insiste
Jesús: -No les dejaré huérfanos, volveré…
-Donde dos o
tres se reúnen
en mi nombre, yo estoy en medio de el
J. Castillo A.
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