4º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,14.36-41 - 1Pe
2,20-25 - Jn 10,1-10
Con un lenguaje simbólico y sencillo, el
Evangelio nos recuerda
que
los cristianos debemos escuchar la voz
de Jesús… y seguirle…
Esa
voz no debemos confundirla con escritos y costumbres humanas,
que
distan de las enseñanzas y obras de Jesús, nuestro único Maestro.
Las
ovejas no oyen la voz de los extraños
En la época de Jesús y en nuestros días,
hay malos pastores,
es
decir, malas autoridades que asaltan, roban, matan (cf. Ez 34).
Al
respecto, el III Concilio de Lima (1582-1583),
con
mucha razón, hizo la siguiente denuncia que tiene actualidad:
A los curas y a otros ministros
eclesiásticos manda muy de veras
que
se acuerden que son pastores y no carniceros…
Es cosa muy fea
que los ministros de Dios se hagan
verdugos de los indios (III
acc, 3º).
Hoy,
no debemos hacer mal uso de la imagen de ovejas y pastores,
para
justificar: -que la Iglesia Cristo es una sociedad de desiguales…
-que
solo la jerarquía tiene autoridad para conducir a la multitud…
-que
los clérigos son ministros sagrados, los demás son laicos…
(Vaticano
I, sobre la Iglesia. Pío XI, Vehementer
Nos. CIC, cn.207).
Sobre
el clericalismo (influencia excesiva del clero en la sociedad),
el
19/marzo/2016, el Papa Francisco escribe al Card. Quellet y dice:
*El clericalismo es una de las
deformaciones en América Latina,
pues
anula la personalidad de los cristianos, disminuye y desvaloriza
la
gracia bautismal que el Espíritu puso en el corazón de la gente.
*El clericalismo lleva a la
funcionalización del laicado,
tratándolo
como “mandaderos”, limita las distintas iniciativas,
esfuerzos
y osadías necesarias para poder llevar el Evangelio
a
todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político.
*El clericalismo lejos de impulsar los
distintos aportes y propuestas,
va
apagando el fuego profético de toda la Iglesia.
*El clericalismo se olvida que la
visibilidad y la sacramentalidad
de
la Iglesia pertenece al Pueblo de Dios, y no a unos pocos elegidos.
El
pastor conoce a las ovejas
En la carta al Card. Quellet
-refiriéndose al pastor- el Papa dice:
El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos
continuamente invitados a ver, proteger,
acompañar, sostener, servir.
Un padre no se entiende a sí mismo sin
sus hijos.
Puede ser un muy buen trabajador,
profesional, esposo, amigo;
pero lo que lo hace padre tiene rostro:
son sus hijos.
Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores.
Un
pastor no se concibe
sin un rebaño al que está llamado a servir.
El
pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se lo
sirve desde dentro.
Muchas veces se va adelante marcando el
camino,
otras detrás para que ninguno quede
rezagado y, no pocas veces,
se está en el medio para sentir bien el
palpitar de la gente.
Más
adelante, el Papa subraya la importancia de nuestro bautismo:
El primer sacramento, el que sella para
siempre nuestra identidad
y del que tendríamos que estar siempre
orgullosos es el del bautismo.
Por él y con la unción del Espíritu
Santo,
(los fieles) quedan
consagrados como casa espiritual y
sacerdocio santo
(LG, n.10).
Nuestra primera y fundamental
consagración hunde sus raíces
en nuestro bautismo. A nadie han
bautizado cura, ni obispo.
Nos
bautizaron laicos, signo
permanente que nadie podrá eliminar.
Nos hace bien recordar que la Iglesia no
es una elite
de los sacerdotes, de los consagrados,
de los obispos;
sino que todos formamos el Santo Pueblo
fiel de Dios.
Como miembros del Santo Pueblo de Dios,
tengamos presente que:
Jesús
es la puerta
para conocer el rostro misericordioso del Padre.
Jesús
es la puerta
que hace realidad entre nosotros el Reino de Dios.
Jesús
es la puerta
para que tengamos vida, y la tengamos abundante.
Para
conocer a Jesús… oír sus enseñanzas… seguir su ejemplo;
meditemos
en las palabras que Él dijo, según el Evangelio de Juan:
*Yo
soy el pan de vida, el que viene a mí, no pasará hambre (6,35).
*Yo
soy la luz del mundo, quien me sigue no anda en tinieblas (8,12).
*Yo
soy la puerta de las ovejas (texto del Evangelio de hoy, 10,9).
*Yo
soy el buen pastor que da su vida por las ovejas (10,11; Sal 23).
*Yo
soy la resurrección y la vida, quien cree en mí no morirá (11,25).
*Yo
soy el camino, la verdad y la vida (14,6).
*Yo
soy la vid, y ustedes son los ramas (15,5).
J. Castillo A.
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