miércoles, 12 de octubre de 2016

Hambre y sed de justicia

29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Ex 17,8-13  -  2Tim 3,14-4,2  -  Lc 18,1-8

   Jesús que ha dicho: el Reino de Dios está entre ustedes (Lc 17,11),
propone -a continuación- el ejemplo de una viuda que pide justicia,
a un juez corrupto que no teme a Dios ni respeta a las personas.
   Es así como Jesús nos invita a orar… y a trabajar por el Reino.
  
Había en una ciudad un juez
   Este juez, dice Jesús, no teme a Dios y no respeta a las personas.
-No teme a Dios que defiende a los huérfanos, viudas, forasteros.
-Tampoco respeta los derechos de quienes sufren injustamente.
-Si hace justicia a aquella viuda es para que no le siga fastidiando.
   Hoy -en nuestros pueblos y ciudades- hay jueces “cristianos”,
en cuyas oficinas están: la imagen de Jesús crucificado y la Biblia.
Sin embargo, siguen crucificando a Jesús que está presente
en sus elegidos que le gritan día y noche pidiendo justicia.
Además es pura hipocresía jurar por Dios y por los Santos Evangelios,
cuando  el “dios-dinero” del poderoso ya inclinó la balanza a su favor.
   Por eso, cuánta falta nos hace oír y practicar la Palabra de Dios:
*No hagas mal uso del Nombre del Señor, tu Dios (Ex 20,7).
*No te hagas cómplice del malvado siendo testigo de una injusticia.
No sigas en el mal a los corruptos. No declares violando el derecho.
No violes el derecho del pobre. Apártate de un pleito fraudulento.
No condenes a muerte al justo. No declares inocente al culpable.
No aceptes soborno, porque el soborno vuelve ciegos a los hombres,
y hace que los inocentes pierdan su causa (Ex 23,1ss).
*Lávense, purifíquense. Aparten de mi vista sus malas acciones.
Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien.
Esfuércense en hacer lo que es justo. Ayuden al oprimido.
Hagan justicia al huérfano. Protejan los derechos de la viuda (Is 1).
*Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos,
que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que Dios hará justicia a favor de ellos, y lo hará pronto.

Había en la misma ciudad una viuda
   En la aquella ciudad -añade Jesús- vive también una viuda.
Tengamos presente que Jesús anunció el verdadero rostro de Dios:
Padre de los huérfanos y protector de las viudas (Sal 68,6).
Por eso, el grito de la viuda es también el grito de los pobres de hoy,
que no cesan de exigir justicia cuando los malvados de siempre:
-los expulsan de la tierra donde nacieron, donde viven y trabajan…
-les pagan un sueldo miserable, en complicidad con las autoridades…
-convierten a nuestra Madre Tierra en un depósito de porquería
  Que los dueños del dinero que va de un continente a otro, oigan esto:
No oprimirás ni maltratarás al extranjero, porque ustedes también
fueron extranjeros en Egipto. No oprimirás a la viuda ni al huérfano
Si los oprimes y ellos gritarán a mí, yo los escucharé (Ex 22,20ss).
  Hazme justicia es también la oración de los que sufren injustamente:
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo triunfarán los malvados?
Ellos destruyen a tu pueblo, oprimen a tus seguidores,
asesinan a las viudas, a los emigrantes y a los huérfanos (Sal 94,3ss).

Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?
   Solidarizarnos -con palabras y obras- con los que sufren,
significa confiar en Dios, orar sin desanimarse, amar al prójimo.
El pobre decía: El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí.
Pero, ¿puede una madre olvidar o dejar de amar a su propio hijo?
Pues, aunque ella se olvide, yo -tu Dios- no te olvidaré.
Mira, yo te llevo grabado en las palmas de mis manos (Is 49,15).
   Sigamos el ejemplo de Jesús que traicionado por Judas Iscariote…
negado por Pedro… y abandonado por sus discípulos…
no cesa de orar, sobre todo cuando experimenta el “silencio de Dios”:
-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34).
-Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).
   Sigamos también el ejemplo de nuestros hermanos mayores en la fe,
que -en medio de persecuciones- confían en Dios y oran sin cansarse:
El rey Herodes decidió perseguir a algunos miembros de la Iglesia.
Hizo degollar a Santiago, el hermano de Juan.
Viendo que esto agradaba a los judíos, hizo arrestar a Pedro…
Después de detenerlo, lo metió en la cárcel…
Mientras Pedro era vigilado en la cárcel,
la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él (Hch 12,1ss). 
J. Castillo A.

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