2º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Gen
15,5-12. 17-18 - Fil 3,17-4,1
- Lc 9,28-36
Como siempre, los que poseen poder
político y económico,
tienen
miedo cuando los pobres son capaces de ver…
oír… hablar…
En
estos casos, como dice el Papa Francisco a los obispos mexicanos,
no
debemos dejarnos corromper por el
materialismo trivial ni por las
ilusiones seductoras de los acuerdos
debajo de la mesa
(13 feb.2016).
Al
contrario, los cristianos debemos reconocer a Jesús sufriente,
en
los rostros de quienes soportan el
peso intolerable de la miseria.
Maestro,
¡qué bien estamos aquí!
Mientras los discípulos “sueñan” con un
Mesías poderoso…
Jesús
les dice que será condenado a muerte y resucitará al tercer día.
Luego,
para anunciarles la victoria de la vida sobre la muerte, sube
a
un monte, con Pedro, Santiago y Juan (ellos no aceptan la muerte
de
Jesús en Jerusalén… piensan como los hombres no como Dios).
Pues
bien, mientras Jesús ora, su rostro cambia de aspecto.
Fue
entonces, cuando Pedro dice: Maestro, ¡qué bien estamos aquí!;
con
esta tentación, Pedro quiere alcanzar
la meta sin pasar por la cruz,
dejando
allá abajo con sus sufrimientos a los niños, jóvenes y adultos.
*Cuando -en nuestros días- muchos niños y niñas son golpeados
por
la pobreza desde antes de nacer… son víctimas de la prostitución,
pornografía,
violencia y trabajo infantil… viven abandonados
caminando
por las calles… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!
*Cuando muchos jóvenes viven
desorientados y frustrados al recibir
una
educación de baja calidad… sin oportunidades de progresar
ni
de encontrar trabajo… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!
*Cuando muchos hombres y mujeres son
privados de sus tierras…
sobreviven
con salarios de hambre… están sometidos a fríos cálculos
económicos…
con dificultades para organizarse y defender
sus
derechos… y al ser ancianos son abandonados y excluidos
del
sistema consumista… podemos decir: ¡qué bien estamos aquí!
(Cf.
Puebla, n.31-39; Santo Domingo, n.178; Aparecida, n.65 y 402).
Este
es mi Hijo elegido, escúchenle
Lo que se dice de
México, vale también para otros países cristianos…
El
2006 -dice Mons. Raúl Vera L.- un grupo de obispos mexicanos
presentamos
al Papa Benedicto XVI un informe sobre la situación
de
la Iglesia en México, diciéndole que había: injusticia, pobreza,
desigualdad,
violencia, crimen organizado infiltrado en las estructuras
del
gobierno, sufrimiento de la gente. Él nos respondió: Explíquenme,
cómo es que habiendo tantos millones de católicos en México, están
ocurriendo estas cosas…cómo los están formando ustedes… qué está
haciendo
la Iglesia…
(Cf. El Economista, 15 febrero 2016).
Hace más de veinte siglos, Jesús se
transfiguró en un monte. Desde
entonces,
Dios Padre nos dice: Este es mi Hijo elegido, escúchenle.
Pero,
¿qué hemos hecho de las enseñanzas y obras de Jesús?
¿Bastará
realizar ciertos ritos rutinarios solo por “cumplo-y-miento”?
¿Seguimos
el ejemplo de Jesús al tratar con niños,
jóvenes y adultos?
*Un día, le traen unos niños para que los bendiga, pero sus discípulos
reprenden
a esas personas. Viendo esto, Jesús les dice: Dejen que los
niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el
Reino de Dios
pertenece a los que son como ellos. Les
aseguro, el que no recibe
el Reino de Dios como un niño, no entrará en él (Lc 18,15ss).
*Tratándose de los jóvenes… cierto día, en la ciudad de Naín, llevan
a
enterrar al hijo único de una madre viuda. Jesús ve, se compadece,
toca
el ataúd y dice: Joven, a ti te digo, levántate (Lc 7,11ss).
-En
casa de Jairo, Jesús dice: Ella no ha
muerto, está dormida. Luego,
tomándola
de la mano, le ordena: Muchacha, levántate (8,49ss).
-En
la parábola del Padre misericordioso, el hijo menor que vive en la
miseria
dice: Me levantaré e iré a la
casa de mi padre…(Lc 15,11ss).
*El programa que Jesús anuncia en la
sinagoga de Nazaret (Lc 4,18s)
es
Buena Noticia para hombres y mujeres
pobres, ciegos, oprimidos.
Ahora
bien, lo que Jesús anuncia, lo pone en
práctica. Al respecto,
reflexionemos
en la respuesta de Jesús a los discípulos del Bautista:
Vayan y díganle a Juan lo que han visto
y oído: los ciegos ven,
los
cojos andan, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida,
a los
pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y felices aquellos
que no dudan de mí después de haberme
visto
(Lc 7,21ss).
Si escuchamos
las enseñanzas de Jesús y las ponemos en
práctica,
seremos
felices (Lc 11,28) y diremos: ¡Qué bien estamos aquí!
J. Castillo A.
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