miércoles, 24 de febrero de 2016

Convertirnos... Dar buenos frutos...

3º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Ex 3,1-15  -  1Cor 10,1-12  -  Lc 13,1-9

   Las desgracias que hay por obra humana o por desastres naturales,
no son “castigo divino” como muchas veces escuchamos decir.
Dios no anda castigando a sus hijos por los pecados que cometen.
Dios compasivo quiere que nos convirtamos y demos buenos frutos.

Conversión: don de Dios y tarea humana
   Cuando le informan que Pilato -representante del imperio romano-
asesinó brutalmente a unos galileos, Jesús no denuncia esa crueldad;
tampoco pide a la gente responder a ese acto criminal con violencia.
Para Jesús, aquellas víctimas no eran más pecadores que los demás,
por eso les dice: si ustedes no se convierten, acabarán como ellos.
   Todos necesitamos convertirnos, cambiar nuestra manera de pensar,
salir de nuestro egoísmo, solidarizarnos con los que sufren, perdonar,
amar incluso al opresor para que se convierta y pida perdón; pues
el cambio viene de los insignificantes, de ellos es el Reino (Lc 12,32):
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque
amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.
Quien odia a su hermano es asesino, y ya saben ustedes
que ningún asesino puede tener la vida eterna (1Jn 3,13ss).
   Actualmente, hay personas que viven en un callejón sin salida:
*niños y niñas víctimas de la prostitución y del trabajo infantil
*jóvenes atrapados por el narcotráfico, la delincuencia, corrupción…
*hijos “huérfanos” de padres que viven pero están separados…
*niños, jóvenes y adultos que sobreviven mendigando una limosna…
*trabajadores que escupen sangre para que otros vivan mejor
*ancianos abandonados porque son una carga familiar…
   Ante éstos y otros problemas, Jesús nos dice: conviértanse
Ahora bien, siendo la conversión don de Dios y respuesta humana,
pidamos al Señor la capacidad de: -ver la opresión de los débiles,
-oír el grito de los pobres, -conocer el sufrimiento de los marginados,
-liberar a las personas oprimidas dándoles vida plena (1ª lectura).

Señor, déjala todavía este año… tal vez así dé fruto
   Han pasado los años y la higuera -la viña del Señor- no da fruto.
Los hombres y las mujeres de Israel y de Judá son la viña del Señor:
Dios espera de ellos derecho y solo encuentra asesinatos,
espera justicia y solo escucha gritos de dolor (Is 5,1-7).
   Para Jesús debió ser desalentador encontrar a muchas personas
que escuchan sus enseñanzas, pero no dan señales de conversión.
Como no cambian ni se arrepienten… ¿será mejor cortarlas?
   También en nuestros días, hay cristianos estériles que no dan fruto,
siguen ocupando inútilmente un lugar en la sociedad y en la Iglesia.
Entonces, los que se creen “justos y buenos” gritan: ¡Que los corten!
   Mientras éstos gritan, abramos el Evangelio para ver que hay:
*leprosos excluidos por la sociedad y la religión…
*pecadores despreciados por los expertos en materia religiosa…
*mujeres de mala vida condenadas a morir apedreadas…
*discípulos que discuten para saber quién es el más importante…
en estos casos, ¿será mejor cortarlos?, ¿quién lanza la primera piedra?
   Felizmente, el viñador intercede para salvar la higuera estéril y dice:
Señor, déjala todavía este año, cavaré alrededor y le pondré abono,
tal vez así dé fruto. Si no, el año que viene la cortarás.
Con la frase tal vez empieza el tiempo de espera, pero ¿hasta cuándo?
   Después de tantos siglos de evangelización, examinémonos:
*¿Hasta cuándo dejaremos de lado las enseñanzas y obras de Jesús,
  para seguir las costumbres y tradiciones humanas (Mc 7,8).
*¿Hasta cuándo, al entrar en un templo, estará la lista de los precios:
  bautismo, tanto… intención de misa, tanto? (Francisco, 21/11/2014).
*Siendo la Eucaristía fuente y culmen de la vida cristiana (LG, n.11),
  ¿hasta cuándo tendrá precio, dependiendo si es rezada o cantada?
*¿Hasta cuándo se dará más importancia a los trámites burocráticos,
  cuando se trata de los sacramentos del Bautismo y Matrimonio?
*¿Hasta cuándo la ofrenda que se presenta durante el ofertorio será
  un simple ritualismo, dejando de lado el sufrimiento de los pobres?
*¿Hasta cuándo daremos preferencia a los adornos superfluos…
  y a los objetos preciosos… en vez de alimentar al que tiene hambre,
  vestir al desnudo, acoger al forastero? (Juan Pablo II, SRS, n.31).
   De nada vale decir mañana lo haremos… y mañana decir lo mismo.
¿Qué nos impide poner fin a estos problemas “hoy mismo"?  
J. Castillo A.

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