miércoles, 27 de enero de 2016

La misión de un profeta

4º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Jer 1,4-5. 17-19  -  1Cor 12,31--13,13  -  Lc 4,21-30

   ¿Los cristianos podemos permanecer ciegos… sordos… mudos
en una sociedad donde hay injusticia, violencia, corrupción… y donde
se rechaza los valores del Reino: verdad, libertad, justicia, paz…?
¿Qué nos impide tomar en serio las enseñanzas y obras de Jesús?
¿Por qué Jesús es despreciado… perseguido… crucificado…?

Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír
   En la sinagoga de Nazaret, después de leer el texto del profeta Isaías,
Jesús dice: Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír.
   “Hoy” atraviesa el Evangelio de Lucas… y tiene mucha actualidad.
*Al oír que el ángel les dice: Hoy ha nacido para ustedes el Salvador,
aquellos pastores, pobres y despreciados, van a Belén y, en un establo,
encuentran al niño Jesús… Dios se revela a la gente sencilla (Lc 10,21).
*Jesús que anuncia Buena Noticia a los pobres y libera a los cautivos,
nos dice: Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír. También
hoy los pobres deben tener un sitio preferencial en nuestros corazones.
*Cuando Jesús sana a un paralítico, la gente exclama: Hoy hemos
visto cosas increíbles (Lc 5,17-26). En cambio, los maestros de la ley
y los fariseos buscan la manera de acabar con Jesús (Lc 6,6-11).
*El camino de Jesús es dar vida, por eso dice: Hoy y mañana expulso
demonios y sano enfermosHoy, mañana y pasado mañana tengo
que seguir mi viaje. Herodes Antipas, por el contrario, es un asesino:
¡Jerusalén, Jerusalén que matas a los profetas…! (Lc 13,31-35).
*Zaqueo es rico pero despreciado. Sin embargo, acoge a Jesús que
le dice: Hoy tengo que hospedarme en tu casa. Gracias al encuentro
con Jesús, Zaqueo se convierte, da la mitad de sus bienes a los pobres,
y a quienes ha robado les devuelve cuatro veces más. Jesús que vino a
salvar, le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa (Lc 19,1-10).
*Uno de los malhechores confía en Jesús y le suplica: Acuérdate de mí
cuando llegues a tu Reino. Jesús que acoge a publicanos y pecadores
le responde: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,39-43).

Ningún profeta es aceptado en su tierra
   Comprometerse con los pobres, ciegos, oprimidos, paganos…
-como lo hace Jesús en la sinagoga de Nazaret- trae serios problemas.
Curiosamente, los habitantes de aquella pequeña aldea de Nazaret
conocen a Jesús como el hijo de José, lo han visto crecer y trabajar;
pero son incapaces de reconocerlo como el Profeta enviado por Dios.
Solo quieren que haga en su tierra lo que hizo en Cafarnaún, es decir,
quieren ver en Jesús, no al Profeta de Dios que viene a liberarlos,
sino a un “mago o curandero” que dé prestigio a su pequeño pueblo.
Por eso, Jesús les dice: Ningún profeta es aceptado en su tierra.
   ¿Por qué muchas veces los pobres excluidos actúan de esa manera,
y muchos de ellos sueñan con llegar a ser como los ricos?
Ciertamente, los pobres no son unos santos y, por eso mismo,
tampoco es justo decir que solo ellos son culpables de su pobreza.
La verdad es que los pobres son producto del capitalismo salvaje,
que desde hace varios siglos los “fabrica” por cientos de millones.
Tampoco debemos olvidar que el capitalismo salvaje crece sin parar,
con la complicidad de “gente buena”… y de autoridades corruptas.
  
Jesús pasa en medio de ellos y sigue su camino
   Los judíos esperaban un Mesías que los libraría de la opresión
romana, y se habían olvidado de acoger al extranjero (Lev 19,33s).
Cuando Jesús les recuerda que Elías es enviado a una viuda extranjera
para salvarle del hambre y devolver la vida a su hijo (1Re 17)…
y que Eliseo sana a Naamán extranjero y enfermo de lepra (2Re 5)…
sus paisanos se enfurecen y lo arrastran a un barranco para arrojarlo.
Pero Jesús responde sin violencia, se abre paso y sigue su camino.
   Más tarde, en un llano, al ver una multitud, levanta los ojos y dice:
Amen a sus enemigos. Hagan el bien a los que les odian. Bendigan
a los que les maldicen. Oren por los que les calumnian (Lc 6,27s).
   Antes de morir, Jesús sigue ofreciendo amor, paz, perdón… y dice:
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).
   Pablo, ya convertido, nos habla sobre el amor cristiano (2ª lectura):
El amor es paciente, es servicial, no es envidioso ni busca aparentar.
No es orgulloso ni actúa con bajeza. No busca su interés. No se irrita.
Deja atrás las ofensas y las perdona. Nunca se alegra de la injusticia,
sino de la verdad. Todo lo disculpa, todo lo espera, todo lo soporta…
Ahora tenemos: fe, esperanza y amor; el más grande es el amor.
J. Castillo A.

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