miércoles, 20 de enero de 2016

Buena Noticia para los pobres

3º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Neh 8,2-10  -  1Cor 12,12-30  -  Lc 1,1-4 y 4,14-21

   El Evangelio de este domingo tiene dos partes:
-La primera (Lc 1) es una breve introducción, donde Lucas afirma
que para escribir acerca de las enseñanzas y obras de Jesús,
recogió datos de quienes fueron testigos y servidores de la Palabra.
-La segunda parte (Lc 4) presenta el programa de Jesús, donde
los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos tienen un lugar privilegiado.

Testigos y servidores de la Palabra
Hoy en día, en la ciudad y en el campo, hay devotos del Niño Jesús
que dan más importancia a los adornos de la “imagen material”. Otra
preocupación es llevar la imagen al templo para que “escuche misa”
y le rocíen con agua bendita. Y, como ya es costumbre, sigue después
la fiesta en “homenaje al Niño” donde se consume tanto licor que,
mientras unos pasan hambre otros están borrachos (1Cor 11,21).
   Ciertamente, no basta lamentarnos denunciando estos hechos.
Debemos reconocer que hace falta una evangelización, pero
no decorativa ni superficial, sino vital y en profundidad (EN, 20).
Hace falta también purificar y dinamizar, desde el Evangelio,
las devociones populares de tanta gente sencilla (DP, 457).
Para ello, oigamos a los primeros testigos y servidores de la Palabra,
quienes dan testimonio de Jesús que nace, vive y muere pobre.
*Jesús nace pobre en un establo, porque no hay lugar en la posada.
*Recibe la visita de unos pastores pobres y despreciados.
*Según el anciano Simeón, está destinado a que muchos en Israel
caigan o se levanten, será signo de contradicción.
*Cuando cumple doce años, va a Jerusalén para la fiesta de la Pascua.
Se queda en el templo tres días… A María, su madre, le dice: Debo
de ocuparme en las cosas de mi Padre. Y pensar que años más tarde,
morirá crucificado en Jerusalén… pero al tercer día resucitará.
   Nuestra devoción a Jesús debe llevarnos a ser testigos y servidores
de la Palabra, dando vida a los que sufren pobreza y miseria.

Ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres
   Jesús, que ya tiene treinta años, va a Nazaret donde ha crecido
en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.
   Allí, desde la sinagoga de un pequeño pueblo despreciado (Jn 1,46),
anuncia el programa que viene a ser la meta de toda su misión:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para:
Anunciar la Buena Noticia a los pobres… Liberar a los oprimidos…
Dar vista a los ciegos… Proclamar el año de gracia del Señor
Por este proyecto, el Profeta de Nazaret será entregado a los paganos,
se burlarán de Él, le insultarán, le escupirán, le azotarán
y le matarán; y al tercer día resucitará (Lc 18,31ss).
   Al respecto, el Papa Francisco al tratar sobre el lugar privilegiado
que deben tener los pobres en el Pueblo de Dios, dice:
El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres,
tanto que Él mismo “se hizo pobre” (2Cor 8,9).
Todo el camino de nuestra redención está señalado por los pobres.
Esta salvación vino a nosotros a través del “sí”
de una humilde muchacha de un pequeño pueblo
perdido en la periferia de un gran imperio.
El Salvador nació en un establo, entre animales,
como lo hacían los hijos de los más pobres.
Fue presentado en el templo junto con dos pichones, la ofrenda
de quienes no podían permitirse pagar un cordero (Lc 2,24).
Creció en un hogar de sencillos trabajadores
y trabajó con sus manos para ganarse el pan.
Cuando comenzó a anunciar el Reino,
le seguían multitudes de desposeídos.
Y así manifestó lo que Él mismo dijo:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres” (Lc 4,18).
A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza,
les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón:
“Felices ustedes, los pobres,
porque el Reino de Dios les pertenece” (Lc 6,20).
Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me dieron de comer”,
y enseño que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (Mt 25).
(La alegría del Evangelio, 2013, n.197).
J. Castillo A.

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