miércoles, 19 de agosto de 2015

Tú tienes palabras de vida eterna

Domingo XXI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jos 24,1-18  -  Ef 5,21-32  -  Jn 6,60-69

   Jesús recorre los pueblos y ciudades de la región de Galilea,
anunciando el proyecto de vida que Dios Padre le ha confiado:
que todos sus hijos e hijas tengan vida y vida en abundancia (Jn 10).
   Ahora bien, ‘los terratenientes’ que tienen proyectos de muerte
y ‘los especialistas’ en la religión que ponen pesadas cargas
a la gente sencilla, ¿aceptarán el proyecto de vida que Jesús ofrece?

Lo que dice es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?
   Las enseñanzas y obras de Jesús sobre una vida plena y verdadera,
escandalizan no solo a los judíos que le escuchan en la sinagoga,
sino también a los fariseos, a los maestros de la ley, a los sacerdotes,
incluso a los ricos y a las autoridades políticas. Estos personajes,
según el evangelio de Juan, no están de acuerdo con Jesús que:
-purifica el templo de Jerusalén convertido en un mercado
-sana a un paralítico dejando de lado las observancias del sábado
-se ofrece como pan que da vida y como bebida de salvación
-libera a una mujer adúltera diciéndole: yo tampoco te condeno
-da capacidad de ver a un joven ciego, y deja ciegos a los que ven...
-llora por su amigo Lázaro que ha muerto, devolviéndole la vida
-nos pide amarnos mutuamente, dando la vida por los amigos…
   Por actuar de esta manera: sus discípulos le abandonan (Jn 6,66),
sus familiares no creen en Él (Jn 7,5), los sacerdotes y fariseos
ordenan -en nombre de la religión- denunciar el paradero de Jesús,
para arrestarlo y darle muerte (Jn 11,47-57).
   Hoy, se persigue a quienes luchan por salvar la vida de los seres
humanos y de la madre tierra, denunciando los problemas que
causa una industrialización salvaje y descontrolada (DA, nº 473).
Sin embargo, debemos ser fieles a Jesús que también fue perseguido:
Si el mundo les odia, recuerden que primero me odió a mí…
Si me han perseguido a mí, también los perseguirán a ustedes…
Quien me odia a mí, odia al Padre… Me odian sin causa (Jn 15).

Las palabras que les digo son espíritu y vida
   Cuando Jesús se da cuenta que muchos de sus discípulos le critican,
responde: las palabras que les digo son espíritu y son vida.
   Al respecto recordemos lo que Jesús dice a la samaritana:
Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén,
se dará culto al Padre. Pero se acerca la hora y ya ha llegado en que
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu
y los que le adoran deben hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4,21ss).
   Actualmente, ¿por qué hay católicos que abandonan la Iglesia?
¿Se alimentan con las enseñanzas y obras de Jesús que da vida plena,
o reciben un mensaje desfigurado: con temas teóricos que a nadie
le interesa… y con respuestas complicadas que nadie entiende…?
   El verdadero servicio que puede ofrecer nuestra Iglesia, hoy,
es poner al alcance de los hombres y mujeres de buena voluntad,
la misma persona de Jesús y la Buena Noticia de vida que anuncia.
Los niños, jóvenes y adultos no necesitan escuchar nuestras palabras,
necesitan escuchar las palabras de Jesús que son espíritu y vida.
   Seamos servidores del Evangelio de Jesús que: -es vida y verdad,
-es fruto de un amor apasionado a Dios y a las personas humanas,
-nos encamina a construir una sociedad humana, fraterna, justa.
  
Señor, ¿a quién acudiremos? Tú tienes palabras de vida eterna
  El mensaje de Jesús pide optar: o nos comprometemos con la vida…
o permanecemos esclavos con proyectos de explotación y muerte…
  Al ver que muchos de sus discípulos le abandonan y no andan con Él,
Jesús toma la iniciativa, se dirige al grupo de los Doce, y pregunta:
¿También ustedes quieren abandonarme?
   La respuesta de Simón Pedro es una verdadera confesión de fe:
Señor, ¿a quién acudiremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
   Desde entonces, Jesús da preferencia a los pequeños grupos y nos
dice: donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio
de ellos (Mt 18,20)… Que no se letra muerta lo que dice Aparecida:
Las pequeñas comunidades eclesiales son un ámbito propicio:
-para escuchar la Palabra de Dios, -para vivir la fraternidad,
-para animar en la oración, -para profundizar procesos de formación
en la fe, y -para fortalecer el exigente compromiso de ser discípulos
misioneros en la sociedad de hoy (DA, 2007, nº 308).    
J. Castillo A.

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