Domingo XXI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jos 24,1-18 - Ef 5,21-32 - Jn
6,60-69
Jesús recorre los pueblos y ciudades de
la región de Galilea,
anunciando
el proyecto de vida que Dios Padre
le ha confiado:
que todos sus hijos e hijas tengan vida
y vida en abundancia
(Jn 10).
Ahora
bien, ‘los terratenientes’ que tienen proyectos de muerte
y
‘los especialistas’ en la religión que ponen pesadas cargas
a
la gente sencilla, ¿aceptarán el
proyecto de vida que Jesús ofrece?
Lo
que dice es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?
Las enseñanzas y obras de Jesús sobre una
vida plena y verdadera,
escandalizan no solo a los
judíos que le escuchan en la sinagoga,
sino
también a los fariseos, a los maestros de la ley, a los sacerdotes,
incluso
a los ricos y a las autoridades políticas. Estos personajes,
según
el evangelio de Juan, no están de acuerdo con Jesús que:
-purifica el templo de Jerusalén convertido en un mercado…
-sana a un paralítico dejando de lado las observancias del sábado…
-se ofrece como pan que da vida y como bebida
de salvación…
-libera a una mujer adúltera diciéndole:
yo tampoco te condeno…
-da capacidad
de ver a un joven ciego, y deja ciegos a los que ven...
-llora por su amigo Lázaro que ha
muerto, devolviéndole la vida…
-nos pide amarnos mutuamente, dando la vida por los amigos…
Por
actuar de esta manera: sus discípulos
le abandonan (Jn 6,66),
sus familiares no creen en Él
(Jn 7,5), los sacerdotes y fariseos
ordenan
-en nombre de la religión- denunciar el paradero de Jesús,
para
arrestarlo y darle muerte (Jn 11,47-57).
Hoy,
se persigue a quienes luchan por salvar
la vida de los seres
humanos y de la madre tierra, denunciando los problemas que
causa una industrialización salvaje y
descontrolada
(DA, nº 473).
Sin
embargo, debemos ser fieles a Jesús que también fue perseguido:
Si el mundo les odia, recuerden que
primero me odió a mí…
Si me han perseguido a mí, también los
perseguirán a ustedes…
Quien me odia a mí, odia al Padre… Me
odian sin causa
(Jn 15).
Las
palabras que les digo son espíritu y vida
Cuando Jesús se da cuenta que muchos de
sus discípulos le critican,
responde:
las
palabras que les digo son espíritu y son vida.
Al
respecto recordemos lo que Jesús dice a la samaritana:
Créeme, mujer, llega la hora en que ni
en este monte ni en Jerusalén,
se dará culto al Padre. Pero se acerca
la hora y ya ha llegado en que
los verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores que busca
el Padre. Dios es Espíritu
y
los que le adoran deben hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4,21ss).
Actualmente,
¿por qué hay católicos que abandonan la Iglesia?
¿Se alimentan con las enseñanzas y obras
de Jesús que da vida plena,
o reciben un mensaje
desfigurado: con temas teóricos que a nadie
le
interesa… y con respuestas complicadas que nadie entiende…?
El
verdadero servicio que puede ofrecer nuestra Iglesia, hoy,
es
poner al alcance de los hombres y mujeres de buena voluntad,
la
misma persona de Jesús y la Buena Noticia de vida que anuncia.
Los
niños, jóvenes y adultos no necesitan escuchar nuestras palabras,
necesitan
escuchar las palabras de Jesús que son
espíritu y vida.
Seamos
servidores del Evangelio de Jesús
que: -es vida y verdad,
-es fruto de un amor apasionado a Dios y
a las personas humanas,
-nos encamina a construir una sociedad
humana, fraterna, justa.
Señor,
¿a quién acudiremos? Tú tienes palabras de vida eterna
El mensaje de Jesús pide optar: o nos
comprometemos con la vida…
o
permanecemos esclavos con proyectos de explotación y muerte…
Al
ver que muchos de sus discípulos le abandonan y no andan con Él,
Jesús
toma la iniciativa, se dirige al grupo
de los Doce, y pregunta:
¿También ustedes quieren abandonarme?
La
respuesta de Simón Pedro es una verdadera confesión de fe:
Señor,
¿a quién acudiremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Desde
entonces, Jesús da preferencia a los pequeños
grupos y nos
dice:
donde hay dos o tres reunidos en mi
nombre, yo estoy en medio
de ellos (Mt 18,20)… Que
no se letra muerta lo que dice Aparecida:
Las
pequeñas comunidades eclesiales
son un ámbito propicio:
-para escuchar la Palabra de Dios, -para
vivir la fraternidad,
-para animar en la oración, -para
profundizar procesos de formación
en la fe, y -para fortalecer el exigente
compromiso de ser discípulos
misioneros en la sociedad de hoy (DA, 2007, nº
308).
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog