miércoles, 12 de agosto de 2015

Hambre y Sed de Vida plena

Domingo XX, Tiempo Ordinario, ciclo B
Prov 9,1-6  -  Ef 5,15-20  -  Jn 6,51-58

Al decir Jesús: El pan que yo doy es mi carne para la vida del mundo,
los judíos discuten entre ellos y preguntan: ¿Cómo puede este hombre
darnos a comer su carne? Jesús les responde con siete afirmaciones,
que son el núcleo central de su discurso sobre el Pan de Vida;
insistiendo en tres necesidades básicas: ComerBeberVida
   *Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del Hombre
y no beben su sangre no tendrán vida en ustedes.
   Para tener vida y vida en abundancia (Jn 10,10), es necesario pasar:
de condiciones de vida menos humanas (miseria, opresión, injusticia),
a condiciones más humanas… hasta llegar -por la fe- a creer en Jesús,
que nos llama a participar en la vida de Dios (PP, 1967, nº 20-21).
   ¿Damos vida -como Jesús- a quienes carecen de lo necesario?
¿Vale más el oro o la vida del ser humano creado a imagen de Dios?
   *El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna,
y yo lo resucitaré en el último día.
   Mientras unos viven como si nunca van a morir, y mueren como si
nunca hubieran vivido; Jesús nos ofrece el camino de una vida plena:
Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera
vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11,25).
    Al respecto, reflexionemos sobre la importancia del amor fraterno:
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque
amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.
Quien odia a su hermano es homicida, y ya saben que ningún
homicida posee la vida eterna (1Jn 3,14s).
   *Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
   La carne del cordero fue el alimento que dio fuerzas a los israelitas
para caminar hacia la liberación; y su sangre les salvó la vida (Ex 12).
   Cuando Jesús habla de su carne se refiere a su misma persona,
y al hablar de su sangre se refiere a su entrega total por nosotros:
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn 15,13).
   *Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él.
   No basta ‘decir’ que Jesús nos alimenta plenamente en la Eucaristía.
Es necesario que el creyente -al comulgar- acoja esa donación y diga
como San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).
   Solo así, al alimentarnos con la persona de Jesús, no podemos pasar
de largo, viendo que hay hombres y mujeres que sufren hambre y sed:
El que se ama a sí mismo se pierde, el que desprecia la vida en este
mundo la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme,
que me siga, y donde yo estoy allí estará mi servidor.
Si alguien me sirve, mi Padre le premiará (Jn 12,25s).
   *Como el Padre que me ha enviado tiene vida y yo vivo por Él,
así también quien me come vivirá por mí.
   Vida -con mayúscula- es la misma Vida de Dios, presente en Jesús,
y comunicada a todos nosotros para que tengamos Vida verdadera.
   En Jesús, vamos a encontrarnos con Alguien que da Vida plena:
Padre, la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado (Jn 17,3).
   Sabiendo que la gloria de Dios consiste en que el hombre viva,
¿podemos permanecer ciegos, sordos y mudos, cuando hay pobres
que buscan en la basura algo que tenga valor para sobrevivir?
   *Este es el pan que ha bajado del cielo,
y no es como el pan que comieron sus antepasados, y murieron.
   En el desierto Dios alimenta a su pueblo con el pan o maná (Ex 16).
Este mismo Dios, que tanto nos ama, nos entrega a su Hijo único,
para que todos -niños, jóvenes y adultos- tengamos vida plena (Jn 10).
   Ahora bien, Jesús -que ha bajado del cielo- pertenece a los pobres,
a los hambrientos y sedientos, a los oprimidos y excluidos…
Y, desde allí, anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios que es vida.
Sin embargo, hay ‘cristianos’ que no entienden que el amor a los
pobres está al centro del Evangelio (Papa Francisco, 28, oct. 2014).  
   *Quien come de este pan, vivirá para siempre.
   En nuestra sociedad consumista, hay personas que ambicionan
dinero, placer, poder… y sin embargo no conocen la alegría de vivir.
Muy diferente, cuando buscamos a Jesús para llevar una vida sencilla,
ayudar a los que sufren, trabajar para que todos tengan una vida digna.
¿Para qué nos alimentamos con el Pan de Vida y Bebida de Salvación,
si después damos la espalda al pobre que tiene hambre y sed…? 
J. Castillo A.


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