lunes, 11 de mayo de 2015

Anuncien la Buena Noticia del Reino

Ascensión del Señor (ciclo B)
Hch 1,1-11  -  Ef 4,1-13  -  Mc 16,15-20

   Refiriéndose a Jesús, Juan Bautista da este significativo testimonio:
Ahora mi alegría es perfecta, que Él crezca y yo disminuya (Jn 3,30).
En esta misma perspectiva y habiendo llegado la hora de ir al Padre,
Jesús dice a sus discípulos: Les conviene que yo me vaya (Jn 16,7).
   Aunque sea motivo de tristeza, esta ausencia es necesaria. Solo así,
sus discípulos -guiados por el Espíritu Santo enviado por Jesús- serán
responsables y creativos en el anuncio de la Buena Noticia del Reino.
   La Ascensión nos invita a vivir guiados por el Espíritu de Jesús.

Jesús es Buena Noticia
   Recordemos que Marcos empieza su Evangelio diciendo:
Buena Noticia (=Evangelio) de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios.
   Después que arrestan a Juan el Bautista, Jesús va a Galilea para
anunciar a la gente: Conviértanse y crean en la Buena Noticia.
   Buena Noticia es el mismo Jesús, porque sus enseñanzas y obras
despiertan esperanza y dan vida a los pobres y excluidos, por ejemplo:
-sana a los endemoniados privados de dignidad,
-limpia a los leprosos marginados por la sociedad y la religión,
-se solidariza con los paralíticos para que se levanten y caminen,
-quiere misericordia en vez de la observancia farisaica del sábado,
-da de comer a los hambrientos privados del pan de cada día,
-alaba la fe de los paganos despreciados como si fueran perros,
-acaricia y bendice a los niños imponiéndoles las manos…
   Mientras la gente sencilla alaba a Dios por las obras de Jesús,
las autoridades políticas y religiosas buscan matarlo.
   Hoy, los más débiles y frágiles esperan de nosotros gestos audaces:
Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo,
las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad,
y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras
manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que
sientan el calor de nuestra presencia, amistad y fraternidad (MV 15).

Los discípulos anuncian la Buena Noticia
   Para que la Buena Noticia del Reino llegue a toda la humanidad,
Jesús busca colaboradores que se identifiquen con su proyecto (Mc 3).
   Entre estos seguidores hay también un grupo de mujeres:
Ellas, cuando Jesús estaba en Galilea, le habían seguido y servido;
y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén (Mc 15,41).
   A tres de ellas -María Magdalena, María de Santiago y Salomé-
un joven vestido con un hábito blanco les anuncia esta Buena Noticia:
No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado.
No está aquí, ha resucitado… Vayan ahora y digan a sus discípulos
y a Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán (Mc 16).
   Con la Ascensión se abre un tiempo nuevo para sus seguidores/as:
-Pedro y Juan anuncian la resurrección de Jesús y son arrestados.
-El diácono Esteban habla con sabiduría; es calumniado y apedreado.
-En Samaría, el diácono Felipe proclama la Palabra de Dios.
-En Antioquía, el Espíritu Santo y la comunidad cristiana separan
  a Pablo y Bernabé, para una misión especial entre los paganos.
-La diaconisa Febe goza de autoridad en la comunidad de Sencreas.
-En Corinto, la comunidad se reúne en casa de Aquila y Prisca… etc.
¿Cómo respondemos, hoy, a los grandes desafíos de nuestra sociedad?

El que crea y se bautice se salvará
   Actualmente, hay creyentes que viven su fe de una manera infantil,
pues, al no actuar en conciencia ni ejercer su propia libertad, esperan
que la autoridad religiosa les digan todo lo que deben creer y hacer.
   Al respecto, reflexionemos en el siguiente texto del Vaticano II:
Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana, que Él mismo
ha creado, y que debe regirse por su propia determinación y usar
de libertad… Cristo, nuestro Maestro y Señor, de corazón manso
y humilde, atrajo e invitó pacientemente a sus discípulos. Cierto que
apoyó y confirmó con milagros su predicación para suscitar la fe 
de sus oyentes y afianzarla, pero no para forzarlos… Dio testimonio
de la verdad, pero no la quiso imponer por la fuerza a los que le
contradecían. Pues su Reino no se defiende con la violencia, sino que
se establece dando testimonio de la verdad… La Iglesia reconoce y
promueve la libertad religiosa, como conforme a la dignidad humana.  
(Declaración sobre la Libertad Religiosa, nº 11-12).    
J. Castillo A.

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