Domingo de Pentecostés (ciclo B)
Hch 2,1-11 - 1Cor
12,3-13 - Jn 20,19-23
Mientras los discípulos están en una
casa, con las puertas cerradas
por
miedo a los judíos, Jesús resucitado se presenta en medio de ellos
y
les dice: La paz esté con ustedes. Luego, para enviarlos a anunciar
el
Reino de Dios, sopla sobre ellos y dice: Reciban el Espíritu Santo.
Sigamos
reflexionando en estas palabras de Jesús, teniendo presente
el
testimonio de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado
el
24 de marzo de 1980 y beatificado el 23 de mayo del 2015.
La
paz esté con ustedes
Habiendo sido crucificado injustamente,
Jesús resucitado anuncia
a
sus discípulos la paz que genera
alegría, esperanza, vida plena…
Con
relación al “diálogo” utilizado con
frecuencia para mantener
la
extrema riqueza y la extrema pobreza, Mons. Romero denunció:
Pero ni siquiera este diálogo servirá para restablecer la paz deseada
si no se da la firme voluntad de transformar las estructuras injustas
de
la sociedad. Solo esa
transformación será capaz de eliminar las
violencias concretas, opresivas,
represivas o espontáneas…La Iglesia
cree en la paz, pero sabe muy bien que
la paz no es ni la ausencia de
violencia, ni se consigue con la
violencia represiva. La verdadera paz
solo
se logra como fruto de la justicia (Homilía, 1 abril 1978).
Muy
diferente la paz del poderoso que
genera violencia y muerte
En
1980, en la Universidad de Lovaina (Bélgica) Mons. Romero dijo:
Creemos en Jesús que vino a traer vida en plenitud y creemos en un
Dios viviente que da vida a los hombres y quiere que todos ellos vivan.
Luego, siendo testigo de tanta represión
y miseria, pide que la Iglesia
haga una opción: Estar a favor de la
vida o de la muerte. Con gran
claridad vemos que en esto no hay neutralidad posible. O servimos
a la vida de los salvadoreños o somos cómplices de su muerte…
O
creemos en un Dios de
vida o servimos a los ídolos de la
muerte.
La
paz de Jesús es imposible, mientras persista el lujo y despilfarro
de
grupos privilegiados a costa del hambre y miseria de las mayorías.
Como
el Padre me envió, así yo los envío a ustedes
Después de haberlos llamado para que vean
dónde vive, Jesús dice
a
sus discípulos: Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes.
La
tarea que Jesús les confía es la misma que Él ha recibido del Padre:
anunciar, con palabras y
obras, la Buena Noticia del Reino de
Dios;
es
decir, anunciar: vida donde hay muerte, paz donde hay violencia,
libertad
donde hay represión, verdad donde hay mentira y corrupción.
Sin
embargo, no siempre somos fieles a esta misión. Mons. Romero
-discípulo,
profeta y mártir- lo dice claramente en una homilía:
Una iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que
no inquieta, una
Palabra de Dios que no levanta roncha
como decimos vulgarmente,
una Palabra de Dios que no toca el
pecado concreto de la sociedad
en que se anuncia, ¿qué Evangelio es ése? Consideraciones piadosas
muy bonitas que no molestan a nadie, y
así quisieran muchos que
fuera la predicación. Y aquellos
predicadores que por no molestarse,
por
no tener conflictos y dificultades evitan toda cosa espinosa,
no
iluminan la realidad en que se vive,
no tienen el valor de Pedro
de decirle a aquella turba donde están
todavía las manos manchadas
de
sangre que mataron a
Cristo: ustedes lo mataron. Aunque le iba a
costar también la vida por esa denuncia,
la proclama
(16 abril 1978).
Reciban
el Espíritu Santo
Luego, Jesús sopla sobre ellos y dice: Reciban
el Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo que Jesús comunica a sus discípulos, es el principio
de
una nueva creación y de un nuevo pueblo destinado a continuar en
la
tierra la obra de Jesús: dar vida plena
empezando por los pobres.
La Iglesia predica desde los pobres y no nos avergonzamos
nunca
de decir: la Iglesia de los pobres, porque entre los pobres quiso
poner Cristo su cátedra de redención (Homilía, 24
diciembre1978).
Que
el Espíritu de la Verdad, nos ayude a discernir,
a la luz del
Evangelio,
“la ceremonia” de beatificación de
Mons. Oscar Romero:
-Los
pobres, huérfanos, forasteros y viudas, ¿qué lugar han ocupado?
-Las
autoridades allí presentes ¿sirven al pueblo o lo dominan?
-Los
agentes pastorales… ¿entregan sus vidas
por los marginados?
-Los
ricos… ¿comparten sus bienes con los
más pobres y sufridos?
-Los
jueces… ¿administran justicia sin
coimas ni corrupción?
-Los
dueños de los medios de comunicación… ¿son
portavoces
de la verdad o simples
voceros del sistema capitalista opresor?
J. Castillo A.
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