miércoles, 20 de mayo de 2015

Reciban el Espíritu Santo

Domingo de Pentecostés (ciclo B)
Hch 2,1-11  -  1Cor 12,3-13  -  Jn 20,19-23

   Mientras los discípulos están en una casa, con las puertas cerradas
por miedo a los judíos, Jesús resucitado se presenta en medio de ellos
y les dice: La paz esté con ustedes. Luego, para enviarlos a anunciar
el Reino de Dios, sopla sobre ellos y dice: Reciban el Espíritu Santo.
   Sigamos reflexionando en estas palabras de Jesús, teniendo presente
el testimonio de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado
el 24 de marzo de 1980 y beatificado el 23 de mayo del 2015.

La paz esté con ustedes
   Habiendo sido crucificado injustamente, Jesús resucitado anuncia
a sus discípulos la paz que genera alegría, esperanza, vida plena
   Con relación al “diálogo” utilizado con frecuencia para mantener
la extrema riqueza y la extrema pobreza, Mons. Romero denunció:
Pero ni siquiera este diálogo servirá para restablecer la paz deseada
si no se da la firme voluntad de transformar las estructuras injustas
de la sociedad. Solo esa transformación será capaz de eliminar las
violencias concretas, opresivas, represivas o espontáneas…La Iglesia
cree en la paz, pero sabe muy bien que la paz no es ni la ausencia de
violencia, ni se consigue con la violencia represiva. La verdadera paz
solo se logra como fruto de la justicia (Homilía, 1 abril 1978).
   Muy diferente la paz del poderoso que genera violencia y muerte
En 1980, en la Universidad de Lovaina (Bélgica) Mons. Romero dijo:
Creemos en Jesús que vino a traer vida en plenitud y creemos en un
Dios viviente que da vida a los hombres y quiere que todos ellos vivan.
Luego, siendo testigo de tanta represión y miseria, pide que la Iglesia
haga una opción: Estar a favor de la vida o de la muerte. Con gran
claridad vemos que en esto no hay neutralidad posible. O servimos
a la vida de los salvadoreños o somos cómplices de su muerte…
O creemos en un Dios de vida o servimos a los ídolos de la muerte.
   La paz de Jesús es imposible, mientras persista el lujo y despilfarro
de grupos privilegiados a costa del hambre y miseria de las mayorías.

Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes
   Después de haberlos llamado para que vean dónde vive, Jesús dice 
a sus discípulos: Como el Padre  me envió, así yo los envío a ustedes.
La tarea que Jesús les confía es la misma que Él ha recibido del Padre:
anunciar, con palabras y obras, la Buena Noticia del Reino de Dios;
es decir, anunciar: vida donde hay muerte, paz donde hay violencia,
libertad donde hay represión, verdad donde hay mentira y corrupción.
   Sin embargo, no siempre somos fieles a esta misión. Mons. Romero
-discípulo, profeta y mártir- lo dice claramente en una homilía:
Una iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una
Palabra de Dios que no levanta roncha como decimos vulgarmente,
una Palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad
en que se anuncia, ¿qué Evangelio es ése? Consideraciones piadosas
muy bonitas que no molestan a nadie, y así quisieran muchos que
fuera la predicación. Y aquellos predicadores que por no molestarse,
por no tener conflictos y dificultades evitan toda cosa espinosa,
no iluminan la realidad en que se vive, no tienen el valor de Pedro
de decirle a aquella turba donde están todavía las manos manchadas
de sangre que mataron a Cristo: ustedes lo mataron. Aunque le iba a
costar también la vida por esa denuncia, la proclama (16 abril 1978).

Reciban el Espíritu Santo
   Luego, Jesús sopla sobre ellos y dice: Reciban el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo que Jesús comunica a sus discípulos, es el principio
de una nueva creación y de un nuevo pueblo destinado a continuar en
la tierra la obra de Jesús: dar vida plena empezando por los pobres.
La Iglesia predica desde los pobres y no nos avergonzamos nunca
de decir: la Iglesia de los pobres, porque entre los pobres quiso
poner Cristo su cátedra de redención (Homilía, 24 diciembre1978).
   Que el Espíritu de la Verdad, nos ayude a discernir, a la luz del 
Evangelio, “la ceremonia” de beatificación de Mons. Oscar Romero:
-Los pobres, huérfanos, forasteros y viudas, ¿qué lugar han ocupado?
-Las autoridades allí presentes ¿sirven al pueblo o lo dominan?
-Los agentes pastorales… ¿entregan sus vidas por los marginados?
-Los ricos… ¿comparten sus bienes con los más pobres y sufridos?
-Los jueces… ¿administran justicia sin coimas ni corrupción?
-Los dueños de los medios de comunicación… ¿son portavoces
de la verdad o simples voceros del sistema capitalista opresor?
J. Castillo A.

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