miércoles, 16 de julio de 2014

Parábolas del Reino

XVI Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Sab 12,13-19  -  Rom 8,26-27  -  Mt 13,24-43

   
Jesús de Nazaret, que conoce muy bien la vida de los campesinos, sigue enseñando a la gente y a sus discípulos sobre el Reino de Dios. Para ello, hace uso de comparaciones o parábolas muy sencillas:  el trigo y la cizaña… la semilla de mostaza… la levadura
¿Qué razones tienen los que arrancan el trigo y dejan libre la cizaña? ¿Los pequeños, los insignificantes, los débiles… son los primeros? ¿Por qué los poderosos temen a los pobres que ven… oyen… hablan?

El trigo y la cizaña
   Un día, el hombre andino bajó al inmenso valle para sembrar. Tras él, la tierra se cubrió de verdor y el sol brotó en el trigal. Pero, grande fue su sorpresa al ver que junto al trigo había cizaña
¿Qué nos dice Jesús? Pide a sus discípulos de todos los tiempos, dejar que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la ciega,  no vaya a suceder que por arrancar la cizaña se arranque el trigo.
Solo al final, el Hijo del hombre separará a unos de otros:
Vengan, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y ustedes
me dieron de comer… Apártense de mí, malditos, porque
tuve hambre y ustedes no me dieron de comer…  (Mt 25,31-46).
   Hoy, se viola los derechos humanos más elementales sobre todo
de los campesinos, cuyas tierras son contaminadas o expropiadas,
para favorecer los intereses económicos de empresas transnacionales.
En las decisiones sobre el destino de nuestras riquezas naturales:
-Las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas.
-La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. -La tierra fue
depredada. -Las aguas son tratadas como una mercancía (DA 84).
Ante éstas y otras injusticias no podemos ser perros mudos (Is 56,10).
Urge, en primer lugar, convertirnos pues en cada uno de nosotros
hay trigo y cizaña. Luego, denunciar proféticamente las estructuras
de explotación y exclusión, asumiendo nuestro compromiso cristiano
de liberar a los oprimidos y con ellos liberar a los opresores.

La semilla de mostaza
   Hablando del Reino de los cielos, Jesús no lo compara con el cedro,
que nos llevaría a pensar en los poderosos que imponen su autoridad.
Sería un grave error para los seguidores de Jesús, buscar lo grande,
lo visible, las concentraciones multitudinarias en plazas y coliseos…
El ideal que Jesús nos propone está en lo pequeño, humilde, ordinario;
por ejemplo, en las pequeñas comunidades reunidas en una casa:
No temas, pequeño rebaño, Dios ha decidido darles el Reino (Lc 12).
   Sin embargo, para el terrateniente la mostaza es perjudicial,
porque se multiplica con facilidad y acaba con las plantas útiles.
Y, luego, vienen las aves -otra plaga- que se aprovechan de los frutos.
Desde el punto de vista de los poderosos, el Reino de Dios es esto,
y no hay manera como librarse de él, ni persiguiendo… porque
la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).

La levadura
   Hay personas que trabajan para preparar nuestro pan de cada día.
Para ello, mezclan la levadura con la harina hasta que todo fermente.
La levadura, siendo poca, tiene fuerza para fermentar toda la masa.
Así actúa Dios, nos dice Jesús, desde adentro, de una manera sencilla.
Hoy, debemos hacer lo mismo, vivir en la sociedad compartiendo:
los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren.
   Aquí también, no debemos olvidar otros elementos culturales.
Para los judíos de entonces, la levadura era algo negativo, impropio
para lo sagrado; por eso, durante la pascua comían pan sin levadura.
Levadura escondida en la masa era, exactamente, como los poderosos
miraban el movimiento de Jesús, algo que molestaba desde ‘adentro’;
y creyeron que crucificándolo todo terminaría, pero se equivocaron…
   Actualmente, ¿por qué los ricos tienen miedo a la gente sencilla
que empieza a tener capacidad de ver… oír… hablar…?
Entre las causas está en el creciente abismo que hay entre
los pocos privilegiados que ‘viven bien’, a costa del ‘malvivir’
de muchísimos que sobreviven con sueldos miserables. Ante esta injusticia, Jesús nos muestra un camino positivamente revolucionario,
el de las bienaventuranzas: sencillez, tener hambre y sed de justicia,
ser misericordiosos y limpios de corazón, trabajar por la paz, incluso
saltar de gozo al ser perseguidos… De ellos es el Reino de Dios.
J. Castillo A.

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